Philippe Sands (1960) es de esos raros y curiosos casos en la literatura que mezclan en su obra disciplinas aparentemente tan diferentes como el derecho y la literatura. Se dedica a enseñar derecho internacional en el University College de Londres y como tal ha escrito libros de su disciplina, pero también ha escrito libros de no ficción, como Equipo de tortura y Calle Este-Oeste, que el British Book Awards eligió en 2017 como libro del año, cosa que se repitió al año siguiente con el Prix Montaigne.
Pero Sands también ejerce como abogado, su especialidad son los derechos humanos, y en esa calidad fue parte de la querella en el juicio que se le llevó a Pinochet en Londres, donde le tocó enfrentarse a su mejor amigo, el abogado James Cameron. Calle Este-Oeste es un ensayo autobiográfico sobre el origen de los conceptos de genocidio y los crímenes de lesa humanidad que por estos días cumplen 74 años desde que se implementaron por primera vez. Quizá el gran motor que lo llevó a escribir este libro es que los dos abogados que crearon estos delitos nacieron en una pequeña ciudad de Polonia, hoy Ucrania, llamada Lviv, ciudad donde también nació el abuelo materno de Philippe Sands, Leon. El debut de estos delitos fue en los famosos juicios de Nuremberg, donde se condenó, entre otros, a Hans Frank, abogado personal de Adolf Hitler y gobernador de la Polonia ocupada.
Calle Este-Oeste se lee muy rápidamente, su prosa es clara y cautivante, y la narración se hace ligera, como en las novelas policiales. Este libro además forma parte de una trilogía, que culminará en cinco años más con una historia que tiene que ver con Chile, con un camarada de Hans Frank que huye a Chile y sirve en la DINA, por lo que se Sands se ha tenido documentar mucho sobre la historia reciente de nuestro país. Esta línea de la historia dialogará con otra, que es el juicio de Pïnochet en Londres.
Debajo del título, en la portadilla, hay un epígrafe que explica de qué va el libro: "Sobre los orígenes del 'genocidio' y 'crímenes de lesa humanidad'". ¿Qué te animó a escribir sobre este tema?
El libro es un accidente. Me llegó una invitación de la Universidad de Lviv en Ucrania para que hiciera una presentación acerca del trabajo legal que yo hacía. Hablamos de la corte penal internacional, del caso Pinochet, porque la gente se olvida que el juez Baltasar Garzón acusó a Pinochet por crímenes de lesa humanidad y genocidio, entonces por esto me invitan a ir a Lviv, pero no acepto sólo porque quería hacer la presentación, sino porque mi abuelo nació en esa ciudad y nunca me contó nada acerca de ella. Puede decirse que tuve una familia de silencios. Entonces dediqué el verano a preparar la presentación y accidentalmente descubro que el hombre que inventó el concepto de crimen de lesa humanidad, Hersch Lauterpacht, y el hombre que inventó el concepto de genocidio, Rafael Lemkin, increíblemente habían nacido en esta ciudad. Y aún más increíble, ambos habían estudiado en la facultad de derecho de la universidad que me había invitado. E incluso aún más increíblemente, las personas que me invitaron no sabían eso.
Entonces llego a Lviv con el objetivo de hablar de crímenes de lesa humanidad, de genocidio y de las causas que manejé, y les digo que todo empezó aquí, en vuestra universidad, así que esa es la historia de cómo nació el libro.
Este texto tiene una estructura como de policial o thriller, porque vemos al protagonista investigando en el pasado familiar, en el pasado de esta ciudad y en ciertas circunstancias históricas.
Hay dos razones de este abordaje. La primera es que soy un abogado litigante. Cuando uno presenta una causa ante la corte internacional de justicia, uno se encuentra delante de quince jueces, entonces tú tienes el desafío de mantener la atención de ellos durante varias horas, de esa manera aprendes a narrar una historia complicada de una manera interesante. Recuerdo que cuando presenté la primera causa en la corte internacional de justicia, el que estaba a cargo de la causa me dijo: "Si después de veinte minutos los jueces británicos, chinos, rusos y franceses siguen despiertos, es porque te está yendo bien". La segunda razón es que mi vecino en Londres es un escritor súper conocido de thrillers de espías, John Le Carré; o sea que durante los últimos veinte años cada vez que él escribe un libro, que es cada dos años, llega a la puerta de mi casa un manuscrito para compartirlo conmigo. Mi rol es asegurarme de que todos los personajes que son abogados y todo lo vinculado a lo legal en sus historias sea exacto. En estos años he leído con mucha rigurosidad la manera en que él escribe, y creo que lo que ha sucedido es que, como por una especie de magia, la capacidad de John Le Carré de hacer que el lector se vaya enganchando me ha contagiado de alguna manera.
Ahora que lo pienso, hay otro libro que puede tener parentescos con el suyo, me refiero a La desaparición de Josef Mengele, de Olivier Guez. Cuando él estuvo en Buenos Aires habló de que su libro podría ser lo que hoy se llama novela de investigación. ¿Crees que Calle Este-Oeste podría calzar con esa caracterización?
Leí la novela de Guez y sí, totalmente, es no ficción, todo lo que sucede en el libro es verdad, es genuino, pero yo estoy profundamente influenciado por el estilo de escritura de algunos novelistas que, de alguna manera, entremezclan el hecho y la ficción. Y he llegado a conocer a la persona que me parece que es el maestro indiscutible de este estilo, Javier Cercas, que se ha convertido en un buen amigo mío. Mi próximo libro, que va a estar saliendo en abril en Inglaterra, se trata de las rutas que seguían los nazis para escaparse, muchos de ellos llegando a la Argentina por ejemplo, este libro empieza y termina con Javier Cercas. Es como un homenaje a ese estilo, Cercas denomina a este estilo novela de no ficción y en mi caso es lo inverso, posiblemente este es el momento para decirte que va a ver una trilogía, o sea que el siguiente al del 2020 va a estar saliendo cuatro años más tarde y tiene que ver con Chile, esta es como una historia doble de la llegada a Chile de un camarada de Hans Frank, que llegó en 1955 y a partir de 1973 trabajó para el régimen de Pinochet, específicamente para la DINA. Esa es una línea de la historia, la otra línea es mi rol en el caso Pinochet en Londres, o sea que las dos líneas se van entrelazando.
Hubo una cosa que no supimos resolver en Chile y fue juzgar a Pinochet, quizá la única instancia que lo va a juzgar sea nuestra historia, pero tú fuiste abogado querellante de ese juicio. ¿Cómo abordaste la acusación a Pinochet?
Ahora sé la información de Pinochet de forma muy minuciosa. De hecho el tercer libro va a narrar la historia de un escritor que dijo que fue interrogado por uno de los agentes de la DINA, que había sido un nazi, por lo cual estoy muy familiarizado. Ahora en la causa en Inglaterra y la determinación de si los tribunales tenían jurisdicción, finalmente se estableció que a partir de 1988 todavía había tres mil desaparecidos, y en vista de esta situación los tribunales de mi país decidieron que este acto de desaparición constituía un acto de tortura para los familiares que habían quedado esperando noticias de estas personas, y esa fue la base sobre la cual Pinochet perdió su inmunidad y fue por este motivo que los tribunales terminaron teniendo jurisdicción, por lo cual cuando yo participé en esta causa teníamos que conocer los detalles de estas desapariciones forzadas, con lo cual hicimos muchísima investigación en Londres con respecto a muchos de estos casos. Así que sí, tristemente conozco muchos de los detalles de lo que hizo Pinochet durante su régimen.
¿Qué tan cerca tuvo a Pinochet?
Nunca estuve cerca de él. Yo no sé si sabes, pero los abogados de Pinochet trataron de contratarme para defenderlo. El 19 de octubre de 1998 yo recibí una llamada de mi oficina para comentarte que los abogados del dictador querían incorporarme a su equipo de defensores; por casualidad, ese día yo me encontraba en París en el cementerio enterrando a mi abuelo, del cual leíste en Calle Este-Oeste. Ese día mi mujer, que es mitad española, estaba esperándome en el cementerio y le cuento lo de la llamada telefónica. Yo hubiera defendido a Pinochet, porque en el sistema de reglas de abogados ingleses nosotros somos como choferes de taxi, en el sentido de que no elegimos nuestros casos. Uno tiene que defender a la persona que solicita la defensa, esa es la norma que tenemos que seguir, pero mi esposa me dice: "Si defiendes a Pinochet, me divorcio de ti". Su familia, su abuelo, Federico de la Iglesia, fue un general español que luchó por los republicanos, después él se mudó a Inglaterra en 1938 como refugiado, entonces dentro de la familia…
Y ahí además está el nexo con Javier Cercas…
Absolutamente… Con lo cual yo tenía que encontrar una razón para no defender a Pinochet y había dado una entrevista a la BBC el día anterior en donde justamente me habían preguntado si Pinochet merecía la inmunidad y yo dije que no, para crímenes internacionales no hay inmunidad, y ahí había una excepción a las normas como profesional, que se traduce más o menos que si manifestaste una cosa públicamente no puedes contradecirte. Entonces dije que no y la defensa de Pinochet contrató a mi mejor amigo, James Cameron, y después la gente de derechos humanos se me acercó y me contrató. Durante el juicio tuve que batirme contra mi mejor amigo, él fue quien después de muchos años me contó cómo fueron las cosas y todo eso va a estar volcado en el libro.
https://culto.latercera.com/2019/10/15/trofeo-millonario-javier-cercas-gana-premio-planeta/
Hay una cosa que me llamó la atención en este libro, porque no soy abogado, es la diferencia exacta entre genocidio y crímenes de lesa humanidad.
Ok. Todo genocidio es un crimen de lesa humanidad, pero no todo crimen de lesa humanidad es un genocidio. Supongamos que tú matas a tres mil personas, eso siempre va a ser un crimen de lesa humanidad, porque matar a tres mil individuos sistemáticamente es un crimen internacional. La pregunta que surge es si es un genocidio eso. Solamente es un genocidio, según el criterio de la ley, si la intención de quien perpetra esas muertes es con la intención de destruir a ese grupo.
¿Y cómo se prueba esa intencionalidad?
Bueno, ahí está la cuestión. Es muy difícil probarlo, porque en general las personas que matan no dejan papeles escritos o documentos sobre su escritorio, diciendo que "estoy matando a estas personas con el fin de destruir al grupo al que ellos pertenecen". Fueron de mucha utilidad los juicios de Núremberg, ya que de forma subsiguiente la gente se dio cuenta de que cuando el objetivo es destruir a un grupo de personas no lo vamos a decir de manera que quede por escrito, con lo cual lo que uno puede hacer es inferir a partir de datos concretos. Y eso es algo muy difícil. Para darte un ejemplo, en un lugar de Bosnia el tribunal internacional penal infirió que el hecho de matar a ocho mil bosnios musulmanes varones había estado motivado con el deseo de destruir a ese grupo de personas. Pero al mismo tiempo el mismo tribunal llegó a la conclusión de que en la matanza de doscientos varones croatas no había estado motivado por la intención de destruir a ese grupo, y se consideró simplemente como crimen de lesa humanidad. Entonces la distinción es muy importante y cada ser humano debería poder entenderla. Cada uno de nosotros es un individuo y cada uno de nosotros es parte de diferentes grupos: nacionalidad, credo, cuadro de fútbol, lo que se te ocurra. Otra manera de afrontar tu pregunta es cómo quiero yo estar protegido, ¿quiero ser protegido simplemente por el hecho de ser un ser humano o quiero ser protegido por ser miembro de un grupo, porque soy chileno, católico, de raza blanca, lo que sea? Cuando hablo con un público lo entiende inmediatamente. Y esto nos lleva a una pregunta esencial de la subjetividad humana: quién soy yo. ¿Soy en primer lugar un individuo o soy en primer lugar miembro de un grupo?
Este año y este mes se cumplen 73 años desde que estos delitos por primera vez se aplicaron…
74 años en realidad, porque los juicios de Núremberg comenzaron en noviembre de 1945. Ese primer día de juicio fue la primera vez en la historia que el concepto de lesa humanidad y genocidio fueron utilizados en un tribunal. A menudo pienso en la reacción del hijo de Hans Frank, que ahora es muy amigo mío y él figura en las primeras páginas, es un ser humano excepcional. Niklas y yo a menudo hablamos de la reacción de su padre ese primer día cuando leen la hoja con la acusación y escucha lo que dice el abogado querellante y se dice a sí mismo con mucha razón: "Estos conceptos son inventos, no existían en 1933, no existían en 1939 ni en 1942, entonces estamos ante la aplicación retroactiva de una ley". Y tenía razón, porque era un excelente abogado Hans Frank. Trato de imaginar ese primer día de juicio, seguramente fue increíble para él, y de hecho Hersch Lauterpacht se encontraba en el tribunal ese día, él estaba como abogado acusador, pero ese día Lauterpacht no sabe que el hombre que está acusando ha matado a toda su familia: a su madre, a su padre, a su hermano, a su hermana, a cada uno de ellos.
Hay una cosa impactante que es la reconstrucción de la historia de tu abuelo y de tu abuela y de tu madre, que van emigrando de un país a otro, hasta que terminamos contigo en Inglaterra, pero entremedio pasaron varios países. Bueno, y queda establecida la participación de tu abuelo en la Resistencia francesa.
Es realmente muy complicado, porque como sale en el libro, mi abuelo nunca me habló de eso. Hay una foto que nunca había visto y que mi madre me dio en el año 2010 antes de que yo fuera a Lviv, es una foto donde está mi abuelo, el general De Gaulle…
¿La del cementerio?
Sí, y yo le pregunté a mi madre qué era eso. Me llevó cuatro años entender qué era lo que significaba esa foto. Y gracias a eso supe que mi abuelo había pertenecido a un grupo de la Resistencia francesa, pero nunca habló de ese tema, nunca me dijo nada, y esto me toca en lo más profundo por el hecho de que era una persona muy reservada y muy digna. A menudo me pregunto por qué no habló de ese tema. Tampoco la mujer que le salvó la vida a mi padre. Yo lo descubrí 75 años más tarde, y creo que eran personas que pertenecían a una generación que tenían una discreción y una dignidad, que a diferencia de hoy donde uno cuando hace algo que es positivo lo publica por todas las redes sociales, esa generación era diferente, no hacía eso. Y eso es algo muy poderoso, muy increíble, entonces no te podría dar una respuesta de por qué no habló. Yo mismo muchas veces me hago la pregunta de cómo se sentiría mi abuelo si leyera este libro y creo que le parecería incómodo, tengo que reconocerlo. Al momento de escribir el libro traté de ser respetuoso de esta situación, y a medida que lo escribía descubrí cosas de la vida privada de mi abuelo que me llevó a hacerme muchas preguntas, como si por ejemplo tenía yo el derecho de escribir estas cosas. Espero haber tomado la decisión correcta, aunque no estoy seguro de haberla tomado.