El escenario era la catedral de Copiapó. La iglesia, construida hace más de 100 años en madera de pino y roble, recibía a la Orquesta Juvenil de la ciudad. Era octubre de 2012 y Christian Gálvez (1977) estrenaba una obra extravagante y sofisticada, el Concierto N° 1 para bajo eléctrico y orquesta. "Muchos de los músicos eran estudiantes en esa época y a veces llegaban a ensayar con uniforme", recuerda. "Ahora esta misma orquesta creció y se ha convertido en un referente de la región", agrega.
Muchos de aquellos estudiantes hoy integran la Orquesta Filarmónica de Atacama y, dirigidos por Rodrigo Salas, acompañarán a Christian Gálvez mañana a las 19.30 en el Teatro Nescafé, presentación que servirá de lanzamiento para el disco en vinilo del Concierto para bajo y orquesta.
Fundador de la Escuela Superior de Jazz y uno de los líderes de la escena local, Gálvez tiene un vínculo con la música sinfónica que proviene de su niñez. "Mi relación con la música docta es muy cercana. Con mi padre y mi abuelo, que era cantante lírico, tuve acceso a ella y a la ópera; tuve la suerte de estar cerca y tomarle el gusto y respeto", dice.
Una relación que se prolongó durante sus años de formación: "Dentro de la bibliografía del bajo había pocos libros; entonces tuve que tomar a compositores como a Bach y pasar esas obras al bajo eléctrico para ampliar mis horizontes técnicos", cuenta.
Curiosamente fue su trabajo con músicos populares el que lo llevó a componer para orquesta sinfónica: "Desde el año 2003 me empezaron a requerir para hacer arreglos de bronce y orquesta para discos de música popular, entre ellos Luis Jara y Daniel Guerrero. Fue una hermosa experiencia", cuenta. "Luego hice mi disco América luz (2005) y allí incluí varios arreglos orquestales. Como venía con la mano aceitada, empecé a trabajar algo más formal para orquesta", relata.
Romántico y contemporáneo
Aquel fue el origen de esta obra en cuatro movimientos. Con el apoyo del violinista César Sotomayor, Raúl Silvestre en los trombones, Mauricio Castillo en trompeta y Domingo Fazio en el cello, Gálvez comenzó a darle forma a la composición. "Después partí a escribir la partitura; estuve tres años en ella".
Bajista de excepción, premio a la Música 2018, Gálvez ha incursionado en registros de amplia gama, desde el jazz fusión a sonidos de gran energía eléctrica. Pero acaso este sea su trabajo más ambicioso. "Esa es una de las cosas que siempre me ha inquietado: poner mi bajo en situaciones que no son usuales. He liderado proyectos que van en esa línea, y aquí es desafiar y correr los límites puestos para el instrumento, que siempre ha sido un acompañamiento en la música", dice.
Admirador de Philip Glass, Shostakóvich, Pierre Boulez y Debussy, en su panteón Bach ocupa un lugar de privilegio: "Es el padre de la música contemporánea, un dios total", dice. Con esas influencias trabajó en su obra sinfónica: "El concierto tiene momentos de minimalismo, de música dodecafónica, pero hay una evidente influencia de aquellos compositores. Incluso hay pasajes muy clásico románticos, muy a lo Beethoven, a lo Mozart y mezclados con estas corrientes más del siglo XX y XXI, porque Glass sigue vigente".
El disco fue grabado con el Ensamble de Cámara Contemporáneo, un conjunto integrado por músicos de la Filarmónica de Santiago, la Usach y la Sinfónica de Chile, y que estarán mañana en el concierto.
El álbum ya se encuentra en Spotify y ahora adquiere el sonido del formato vinilo. "Me pareció lo más lógico y lo más apegado a la calidad de la obra sacarlo en vinilo, porque tiene esa cualidad de un ancho de banda que no tiene lo digital. Y el disco se convierte también en un artefacto", dice Gálvez.
A inicios de año, el músico grabó en EEUU The art of chord melody, un disco donde comparte con estrellas del bajo como Ron Carter, Dave Young y Eddie Gomez y rinde tributo a los maestros del jazz. ¿De qué modo dialoga con su concierto sinfónico?
"Mis discos tienen un diálogo propio", dice. "Desde que compuse el concierto hasta que grabé Art of chord melody hay casi 10 años. El punto en común es que tuve que llevar al máximo mis capacidades técnicas para hacer de verdad un concierto sinfónico con la complejidad que el instrumento pide. Aprendí la técnica de chord melody con mi disco sinfónico y 10 años después logro hacer un nuevo álbum con ese método".