No es raro verla caminando por las calles del barrio de Belgrano, vitrineando en librerías o envuelta en la masa humana del Subte de Buenos Aires "como una porteña más". Hace dos años Julieta Venegas (1970) decidió dejar Ciudad de México y su mareo habitual para irse a vivir con su hija Simona (9) a la fascinante y vertiginosa capital argentina. La idea la rondaba hacía tiempo, pero tras cerrar el tour de su último disco -Algo sucede (2015)- en mitad del 2017, tomó el impulso, sus maletas y se largó.
"Me había sobrepasado la ciudad, y eso que siempre he sido muy urbana. No sabría vivir en el campo", dice la artista mexicana durante una visita fugaz por Santiago, hace unos días. "Buenos Aires me pareció siempre ideal porque tiene casi todos los estímulos de una ciudad cosmopolita. Es muy cultural, más manejable que otras y creía conocerla bien. Ahora nos manejamos en transporte y cada mañana caminamos al colegio con mi hija. Para ella ha sido muy importante y lindo crecer también allá, cerca de Rodrigo (García), su papá", agrega.
Mudarse no era el único cambio que buscaba. Aunque inició su carrera en 1987, fue a contar de su exitoso disco Sí (2003) que Julieta Venegas se la ha pasado subiendo y bajando de aviones, y llevando una vida de diva del pop. Convertida en una de las voces más queridas de la canción mexicana, ha vendido más de 20 millones de discos en el mundo, ganado dos premios Grammy y actuado en más de 100 países en la última década. Así y todo, quiso parar:cambió los estudios y grandes escenarios por shows cada vez más íntimos -en parques y anfiteatros-, y un trabajo sin presiones de terceros.
"Nunca dejé de componer, pero pasó que necesité ponerle freno a todo esto y no había manera de hacerlo gradualmente", comenta. "Para mí, hacer música tiene que ver con una necesidad, una pulsión personal y algo más espiritual, y si la apago es como si apagara algo mío y negara parte de lo que soy. Construí una carrera de la que estoy orgullosa pero no quiero convertirla en una máquina de no parar. Quiero poder decidir, y que lo que me empuje a hacer sea siempre el deseo, si no se convierte en un matrimonio infeliz. Todo eso me empezó a afectar. Necesitaba reencontrarme con mi creatividad en otro territorio, abrirme a la posibilidad de riesgo".
Más lectora que actriz
Su nombre carga con una antiquísima tradición teatral, pero a Julieta Venegas nunca la sedujo el drama. Sin embargo, ese arrojo que tuvo de niña en sus clases de piano fue a encontrarlo ahora en el teatro, a sus 48 años. Ya había musicalizado obras, pero desde agosto pasado la artista pisa las tablas como nunca antes, como protagonista de La enamorada en el Teatro Picadero de Buenos Aires. El monólogo con canciones, basado en un texto del dramaturgo argentino Santiago Loza y bajo la dirección de Guillermo Cacace, llegará en enero próximo al GAM como parte del 27° festival Santiago a Mil, presentado por Escondida | BHP.
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El miércoles recién pasado, la artista mexicana participó del lanzamiento de Santiago a Mil. Foto: Richard Ulloa / La Tercera.[/caption]
Descalza y acompañada de un cuatro y una pantalla animada, allí encarna a una mujer que ha vivido aislada del mundo, protegida por su madre. "Yo nunca había actuado, y tampoco era algo que estuviera entre mis ambiciones. Me gustó mucho el texto, le escribí a Santi (Loza) y lo demás fluyó. No me considero una actriz, eso sí, solo recurrí al teatro como una forma de terapia y para redescubrir mi contacto con la gente", dice.
El proceso de montaje tomó un año, entre ensayos y la composición de canciones, y solo días atrás terminó de grabar un disco con 7 temas inéditos presentes en la obra y que espera lanzar antes de enero. "Según yo, me estaba alejando de la música y lo único que hice fue reconectarme con ella. Me llevó nuevamente al estudio, y pronto grabaré un nuevo disco", adelanta.
Su regreso a Chile como mujer de teatro, en tanto, lo hará por partida doble: también escribirá letras de canciones para una nueva versión de La flauta mágica de Mozart que dirigirá el chileno-alemán Antú Romero, para la que ya está trabajando junto al músico de Inti Illimani, Horacio Salinas. "Realmente no me considero una gran fan de la ópera. Partí en la música clásica y la estudié por 8 años, pero evité quedarme ahí", cuenta la artista.
Admiradora de Violeta Parra y de Borges, dice que ha recuperado la inspiración a través de la lectura. "Nunca estudié letras pero siempre he sido muy lectora, y de un tiempo a esta parte mi vida se ha ido llenando de libros", agrega. Desde 2016 está casada con Pablo Braun, director del Filba y editor y dueño de la librería Eterna Cadencia. De ahí que Julieta Venegas comparta cada tanto sus lecturas en Instagram, y en algunas semanas, además, comenzará a grabar un podcast literario junto a su amigo Nacho Damiano.
"Acabo de terminar de leer Tránsito (2016), el segundo libro de una trilogía de la británica Rachel Cusk", cuenta. "Yo hice mis intentos de escribir poesía y la verdad no me salen (ríe), pero me gusta mucho leerla en voz alta y ofrecer algo que lleve a una pureza de lenguaje y que no esté conectado con este lugar, como lo hizo Violeta Parra. Ella marcó la poesía y la música de una manera única, pero yo no le llego ni a los talones", añade.
¿Qué otros autores chilenos le gustan?
Soy muy fan de Lina Meruane. Ella hizo una antología de Gabriela Mistral (Las renegadas, 2018) que me gustó muchísimo. (Roberto) Bolaño también. Y no solamente me atrae el 2666, que me parece una novela que verbaliza completamente la violencia hacia las mujeres y una obra maestra que sufrí mucho mientras leí. Su ausencia se siente mucho también como lector, pues su manera de percibir la literatura era increíble. Y bueno, también (Pedro) Lemebel, hermoso y rompedor. Hay un montón de escritores y creadores chilenos que me gustan, ni decir músicos: Javiera Mena, Gepe y Ana Tijoux, que es muy amiga mía y la admiro mucho. Es la mejor letrista que conozco, y todo lo que ella expresa y simboliza me llena de coraje, como la buena literatura.