"Todd Phillips, el director de la exitosa y trend-topiquera Guasón, debería contar más chistes", escribió Alberto Fuguet en su histérica columna sobre Joker. "Me he reído a gritos con sus cintas incorrectas de testosterona pop (quizás Qué pasó ayer 2 es su obra maestra, lo que le debe doler), por lo que no esperaba este cambio de giro tan calculado y, por sobre todo, desesperado, solemne, autista y predecible".

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Más allá de la alharaca indignación de Fuguet, su comentario es una buena excusa para revisar este "cambio de giro" de Phillips, un exitoso director, productor y guionista hollywoodense, especializado, antes de rodar la sombría El Bromas, justamente en realizar películas cómicas.

"¿Quién hubiera dicho que Todd Phillips iba a construir el artefacto pop más comentado, amado, discutido y disectado en años?", se preguntaba Fuguet. En el año 2000, cuando el director estadounidense estrenó su primera película, obviamente que nadie. El film se llamaba Road trip (Viaje censurado), una comedia en los códigos de American pie: juventud, alcohol y sexo, hombres idiotas y mujeres hermosas, además de repetirse al actor que interpreta a Stifler haciendo de un personaje igual a Stifler. Recaudó 120 millones de dólares, diez veces más de lo que costó.

La tónica siguió con Old school —hombres idiotas (ahora adultos), mujeres hermosas, alcohol, etc.— y una graciosísima adaptación de Starsky & Hutch, protagonizada por Ben Stiller, Owen Wilson y Snoop Dogg. Escuela para idiotas (2006) fue su primer fracaso, como también haber estado a punto de dirigir la excelente Borat, aunque fue nominado al Oscar y los Globos de Oro como co-guionista.

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La gloria llegó con la saga The Hangover (Qué pasó ayer), en la que supo condensar toda su expertise acumulada filmando la estupidez masculina para lidiar con la sensibilidad femenina. Phillips le sacó jugo y risas a esos hombres tristes, obligados por su entorno a vivir bajo los códigos de la middle-class americana —trabajo, SUV, casa y familia—, pero que buscaban exculparse con un viaje o una noche desaforada, retroalimentados por esa testosterona acumulada y reprimida ante la caída del patriarcado.

A pesar de recaudar 320 millones de dólares —1.420 millones consiguió toda la trilogía—, la tercera parte de Qué pasó ayer resultó un desperdicio, aburrida y pretenciosa, una señal que a lo mejor Todd Phillips leyó como definitiva: su momento de hacer comedias había terminado.

La transición la vivió con War dogs (Amigos de armas, 2016), una película basada en hechos oscuros y reales: en plena guerra de Irak, dos amigos de Miami —el infalible Jonah Hill y Miles Teller— entran al negocio de la venta de armas, convirtiéndose de un día para otro en proveedores masivos del Ejército de Estados Unidos. Son básicamente traficantes, nublados por la codicia y la cocaína, capaces de cruzar el desierto arábico sobre un camión lleno de municiones con tal de recibir un cheque de ocho cifras. La cinta, que comienza como otra comedia de hombres, deriva en una fuerte crítica a la industria de la guerra, un negocio que para subsistir debe crear conflictos falsos cada cierto tiempo, como el enfrentamiento entre Bush y Saddam Hussein.

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De tan aburrida llega a ser verdadera esa frase de que todo artista que se precie de tal debe saber abandonar su zona de confort. ¿Será por eso que Phillips, haciendo primero War dogs y luego el Guasón, abandonó el arte del humor en el cine: para ser considerado realmente un artista? Según él, no tanto: la culpa la tiene más la hipersensibilidad.

"Se escribieron varios artículos sobre por qué las comedias ya no funcionaban como antes", dijo a la revista Vanity Fair hace unas semanas. "Yo te diré por qué: porque todos los actores graciosos o comediantes están como 'A la chucha con esta mierda, no quiero ofender a nadie'. Es difícil discutir y convencer a 30 millones de personas en Twitter".

Es cierto: ya no estamos en el 2000, y dejó de ser bien visto reírse por las desventuras de hombres brutos rodeados de mujeres rubias, pero eso no significa que ya no nos podamos reír de nada. Nuestro amigo Phillips, de cualquier forma, decidió irse al extremo contrario, y con un payaso deprimido que no le saca una risa a nadie, se está abriendo camino entre la cinematografía seria y respetable de este siglo.

https://www.youtube.com/watch?v=Rwh9c_E3dJk