Residente en la comuna de Ñuñoa, la académica de la Universidad de Chile, doctora en Antropología de la U. de Leiden, Holanda, Sonia Montecino (1954), dice que el movimiento social que en estos días se ha volcado a las calles "es otro el sujeto a analizar".

Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2013, la autora de libros como Madres y huachos sigue atenta desde el viernes pasado los acontecimientos que han remecido al país, intentado comprender los hechos.

Desde los 80, Sonia Montecino ha participado en variadas iniciativas culturales, igualmente ha sido parte de comisiones como la que integra actualmente, junto a historiadores como Sol Serrano y Joaquín Fermandois, para elaborar un guion de lo que el gobierno de Sebastián Piñera ha llamado la Galería de la Democracia y que formará parte del Museo Histórico Nacional.

¿Cómo se podría leer el desencanto social actual que está viviendo Chile?

En primer lugar, creo que lo que se puede leer es provisorio pues hay múltiples niveles y capas involucradas y pienso, además, que muchos de nuestros marcos interpretativos clásicos no están sirviendo. Por ello, mis reflexiones no son acabadas. Hablo desde un lugar tan incierto como el espectáculo de la realidad que nos asiste. Una primera aproximación se relaciona con el carácter telúrico de nuestra sociedad, hoy día no agobiada por un terremoto que nace de las entrañas de la tierra o de un volcán, pero sí por un sismo social de acumulación de rabias, malestares e injusticias alojadas en lo colectivo y en lo individual, en el procesamiento de las subjetividades y su engarce con lo social.

Se ha producido una especie de terremoto…

Siguiendo con la metáfora sísmica colisionaron placas que apelan a múltiples descontentos derivados de una comunidad cuya asociatividad es débil y cuyos espacios de conversación y reflexión plural han ido mermando en el tiempo y han dado paso a una falta de diálogo. Así, estratos de inequidades, de relaciones interpersonales cruzadas por desigualdades, de modos de ejercer el poder al interior de un contexto donde las políticas de desarrollo neoliberal han privatizado lo que debería ser un bien común, como la educación, la salud, la previsión, la cultura, las aguas, entre otros, producen un malestar creciente que estalla en este terremoto social grado 10.

¿Qué cree que le falta entender a la clase política para que logre un mejor diálogo con la sociedad?

Va mucho más allá de la clase política, que ha demostrado estos días su inoperancia y su falta de empatía, de los dirigentes, es un tema de todos, de las universidades, de los colegios, de los empresarios, de las instituciones en general que no han sabido entender que la sociedad ha cambiado y que hay cada vez mayor conciencia de los derechos, y al mismo tiempo mayor grado de malestar ante su vulneración. Deberíamos preguntarnos qué hemos hecho todos para que hoy aflore este rostro múltiple y rabioso, para que la intolerancia se haya enseñoreado y para que nuestra faz violenta se haya desplegado no solo en el viejo emblema de los encapuchados y el fuego, sino en muchos espacios de nuestra vida cotidiana y laboral. Deberíamos pensar en los procesos que nos han llevado a la explosión, en las fallas en la transmisión transgeneracional de lo que es construir un país como comunidad de intereses, y de valorar lo que nos pertenece a todos.

Altura de miras

¿Cómo observa las manifestaciones de estos días?

Si se observan los símbolos que aparecen en las manifestaciones y el modo que estas toman podemos decir que se apela a lo nacional, las banderas chilenas, al ruido doméstico (las cacerolas) y a los cuerpos congregados en un ritual casi arcaico de conjuración de algo que se ha roto, recordemos que el ruido en las distintas comunidades es un conjuro ante la muerte, ante acontecimientos que rompen con el orden social. Los carteles son variados y dan cuenta de la protesta que va desde la salud al aborto, pero sobre todo las palabras robo y abuso prevalecen y están escritas incluso en los cuerpos que bailan.

¿Por qué cree que un sector de la población no respeta el llamado al Toque de queda?

La pedagogía del miedo en la dictadura fue de años, llevamos recién unos pocos días donde está operando... habría que responder sabiendo cómo seguiremos.

¿Qué le parece el punto de vista de Carlos Peña, quien apunta sobre este movimiento a las nuevas generaciones que "están convencidas de que la intensidad de sus creencias sobre la injusticia del mundo valida cualquier conducta"?

El profesor Peña apunta a un solo elemento que sin duda opera, pero esto es más complicado que unos millenials mal educados e individualistas, y si así fuera me parece en estos momentos es mejor preguntarse por qué hemos educado a esta generación en ese predicado, por qué les hemos enseñado que es mejor funar a alguien que esperar un sumario, que se puede agredir al otro y afectar su dignidad humana. Los jóvenes no son una abstracción, una categoría, son también sujetos nacidos en una genealogía y en una historia de relatos, conductas y gestos aprendidos en su entorno inmediato, su colegio y su universidad.

¿Qué opina del calificativo "lumpen", que se ha usado extensivamente en los medios? ¿Es el mismo "lumpenproletariado" del que hablaba Marx?

Yo diría que son sectores anómicos que han operado siempre, cuando hay partidos y se saquea (no olvidemos esa violencia de los estadios), también acá podríamos pensar en que hay unas masculinidades que se fraguan en la violencia, que ocupan la violencia como mensaje de su poder en los márgenes; pero esos sectores sabemos que siempre aparecen y no solo en Chile, y también dan para preguntarnos qué hemos hecho para contenerlos no solo ahora sino hace mucho tiempo.

¿En la eventual Galería de la Democracia, que estará ubicada en el Museo Histórico, cómo cree que podría quedar registrado el movimiento iniciado el 18 de octubre?

Sin duda este hecho histórico obligará a repensar esa Galería y solo el futuro cercano será capaz de hablarnos cuando tengamos una visión de los atropellos a los derechos humanos acaecidos, a los derechos de las mujeres -abusos sexuales de parte de personal policial que ya se han verificado-, cómo ocurrieron las muertes y cómo han sido procesadas por el discurso político, y el efecto del estado de emergencia. La pregunta para ese museo será el desafío de cómo explicar esta fractura telúrica de la convivencia y la necesidad de imponer el orden con el Ejército en la actual democracia y específicamente en este gobierno cuyo anhelo era construir esa Galería con el presidente incluido. Tarea para el devenir.

¿Qué posibles salidas o acuerdos vislumbra en estos momentos?

En primer lugar, debe primar el sentido común de parte del presidente y de quienes gobiernan para responder de manera adecuada a este sismo social y no voy a repetir lo que todos ya han dicho de los gestos políticos que deben darse y colocar a personeros con altura de miras que transmitan paz social y búsqueda real de diálogo y cambio. Los parlamentarios que hemos elegido deben también apelar a su sentido común de construir un debate y acuerdos y no tristes espectáculos como el de hoy día (ayer miércoles 23 en el Congreso); pero por sobre todo creo que hay que bajar la soberbia que asiste en general a la clase política, a muchos líderes de opinión que creen "sabérselas todas" y escuchar con generosidad lo que se está diciendo en medio del tumulto de voces. También es fundamental que los medios de comunicación cambien sus imágenes y dejen de transmitir como si se tratara de un reality show el drama o la tragedia que estamos viviendo.