10 artistas chilenos clave
Un grupo de 14 críticos y curadores escogieron a los artistas que han marcado la escena local del siglo XXI con obras en su mayoría conceptuales, con gran carga política y social.
Votaron: Sergio Rojas, Rodolfo Andaur, Daniela Berger, Varinia Brodsky, Christian Viveros-Fauné, Matías Allende, Claudia Castro Jorquera, Montserrat Rojas Corradi, Sebastián Vidal, Alberto Madrid, Inés Ortega-Márquez, Beatriz Bustos, Alexia Tala y Ramón Castillo.
Iván Navarro (1972)
Radicado en Nueva York desde 1997, las luces de neón son su marca registrada. Sus instalaciones lumínicas con espejos crean efectos ópticos donde puertas y pozos se abren al infinito, han servido de metáforas para la violencia infligida durante los años de régimen militar en Chile o la pena capital en EE.UU. Death row, un corredor de 13 puertas que hacen referencia a la historia política local y a la obra moderna de Ellsworth Kelly, debutó en el primer pabellón oficial de Chile en la Bienal de Venecia, en 2006.
Demian Schopf (1975)
Nació en Alemania, llegó en 1984 a Chile y volvió en 2002 para estudiar en la Escuela de Artes Mediales de Colonia, donde concibió Máquina Cóndor (2006), instalación visionaria sobre los cruces de información usando búsquedas de internet para generar textos que van de la poesía al lenguaje científico. En la Trienal de Chile de 2009 estrenó Máquina de Coser, basada en la misma lógica. "Ambas obras siguen en desarrollo, solo que a una velocidad que no coincide con los vertiginosos tiempos del mercado del arte", ha dicho.
Claudio Correa (1972)
Su obra siempre es un comentario crítico a la historia y las relaciones del poder, incluidos los vínculos políticos entre Europa y Latinoamérica. Suele usar símbolos como banderas, escudos o retratos políticos que destruye y transforma en instalaciones y videos. En Misión cumplida (2013, en la foto) trabajó con las condecoraciones militares dadas por Pinochet, y en Libertad, Igualdad, Fatalidad (2016), instaló un barco en medio del Museo de Bellas Artes para hablar sobre el problema migratorio.
Claudia del Fierro (1974)
La identidad y los estereotipos han sido una de las preocupaciones que exploró en obras como Idéntica (2000). Sin embargo, su pieza más reconocida es El complejo (2015), donde rescata a Neltume, un pueblo cordillerano en Panguipulli, donde hasta 1973 funcionó un complejo maderero que luego sirvió de centro de entrenamiento del MIR. Del Fierro grabó el museo que allí se creó, los restos materiales del refugio y los mezcló con la exuberancia del paisaje en un video que removió una memoria política y afectiva.
Josefina Guilisasti (1963)
Formada bajo la tradición pictórica de la U. de Chile, la artista cuestiona la representación del pasado poniéndola en tensión con la aceleración de la vida actual. Ha expuesto sus obras en museos tradicionales, como el de Artes Decorativas y Precolombino, en diálogo con objetos antiguos que allí se atesoran. En El duelo (2011, foto), reprodujo 180 tazas, jarrones y teteras de porcelanas para apuntar a la mecanización de la pintura. Por estos días expone en Bellas Artes, en la Bienal de Artes Mediales.
Máximo Corvalán (1973)
Vivió fuera de Chile hasta 1990 en países como Colombia, Alemania, Cuba y México. Su trabajo gira en torno a la investigación; todo llevado a acciones de arte, videos e instalaciones. En Proyecto ADN (2016, en la foto) reflexionó a través de estos objetos lumínicos, sobre la importancia del material genético para la identificación de cuerpos. Actualmente exhibe en galería Artespacio Padece, sobre el estudio del genoma de la araucaria, especie en peligro de extinción que sirve de metáfora para el ciclo de la vida.
Voluspa Jarpa (1971)
Trabaja la historia política en tensión con los discursos públicos. Su crítica sobre la histeria femenina (2002) planteada por Freud la puso en el mapa internacional, lugar que consolidó con su investigación sobre los archivos desclasificados de la CIA y las dictaduras latinoamericanas, que graficó en instalaciones como la Biblioteca de la no historia historia (2010, foto). Exhibe hasta noviembre en la Bienal de Venecia una obra sobre el decolonialismo.
Fernando Prats (1967)
Radicado en Barcelona desde los 90, su obra se ancla al territorio chileno con expediciones y acciones de arte en sitios como el Desierto de Atacama y los Géiseres del Tatío. En 2011 hizo su instalación más reconocida: Gran Sur, que llevó a la Bienal de Venecia de ese año (foto). En ella, Prats viajó a la Antártica y reprodujo con luces de neón rojo el anuncio con el que el explorador inglés Ernest Shackleton llamó a hombres valientes a embarcarse en esa misma travesía en 1914.
Enrique Ramírez (1979)
Vivió en Francia 10 años y ahora está en Bruselas; su obra gira en torno al viaje, el exilio y la memoria. En sus poemas fílmicos mezcla escritura, sonido e imagen para narrar pequeñas historias sobre la historia reciente de Chile. Destacan Brisas (2009), donde un hombre vestido de terno, completamente mojado, cruza el Palacio La Moneda, y Un hombre que camina (2017), grabado en el Salar de Uyuni. Ha exhibido en la Bienal de Venecia y ganó el prestigioso premio Amis du Palais de Tokio.
Bernardo Oyarzún (1963)
El artista trabaja sobre contextos marginales y su origen mapuche. A través de fotomontaje, instalaciones y videos evidencia problemas de discriminación y exclusión social. Destaca Bajo Sospecha (1997-1998, en la foto), donde expone el racismo y clasismo local, y Cosmética (2008), que ironiza sobre los cánones de belleza. En ambas él es el modelo. En 2017 representó a Chile en la Bienal de Venecia con la muestra Werken, en la que llevó mil máscaras mapuches talladas a mano. Vive en la Región del Biobío.
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