La vida de Ariel Bloch (Shai Avivi) ha ido más o menos como él ha querido, en conformidad a sus capacidades y a pesar de sus defectos. El egoísmo no le ha jugado ninguna mala pasada más allá de cierta magulladura sentimental menor o daños colaterales a quien lo quiso en forma no correspondida. Soltero, dueño de una fábrica y con un pasar económico respetable, el ciudadano Bloch tiene una existencia lo suficientemente predecible como para no calificar en ninguna telenovela.
Un día de aquellos, sin embargo, Ariel Bloch descubre que bajo su alfombra perfectamente cepillada había algo que jamás sospechó: un hijo. Se lo comunica nada menos que la madre de él, Ronit (Assi Levy), quien fuera una novia veinteañera de Ariel. Supuso que éste jamás querría saber de su embarazo y, por consiguiente, jamás supo del hijo de ambos.
La premisa de la que parte toda la historia de Descubriendo a mi hijo parece sacada de un culebrón, pero en realidad está contada con la suficiente delicadeza y sensatez como para liberar al filme de cualquier cargo de melodrama barato. Por el contrario, se trata de un filme sutil e inteligente, capaz de emocionar con golpes legítimos. Proviene de la siempre interesante cinematografía israelí (el país que más veces ha sido nominado al Oscar extranjero sin nunca haberlo ganado) y es el único estreno de esta semana en Chile.
En realidad es más que eso. Descubriendo a mi hijo es el primer largometraje nuevo en salas del país desde que hace casi dos semanas comenzaron las movilizaciones sociales: la semana pasada no hubo estreno y mañana jueves 31 de octubre sólo va el filme de Savi Gabizon. Por esta misma razón es entendible que sea una cinta independiente, distribuida por la compañía Los Filmes de la Arcadia y con salida asegurada en los cines El Biógrafo y Normandie, pero aún a la espera de confirmación en los multicines Cinemark y Cineplanet, los dos complejos que paulatinamente han abierto sus espacios.
Ganadora del premio Ophir (el Oscar israelí) a Mejor guión y también receptora del Premio del Público en el Festival de Venecia 2017, Descubriendo a mi hijo tiene en rigor un nombre menos evidente y más poético en su hebreo original: se llamó Ga' agua, que quiere decir "anhelo".
Aquel título tiene total coherencia con lo que le pasará a Ariel después de que su vieja ex novia Ronit le cuente la historia de Adam, el hijo que entre ambos tuvieron. Es el gatillante perfecto para que Ariel despeine un poco su vida y se dirija desde su muy cívica y ordenada Tel Aviv a Acre, ciudad costera del extremo norte de Israel, donde se enterará de unas cuantas verdades sobre Adam.