Desde la amplia ventana de Jorge Edwards (1931), en el edificio Barco, se aprecia el cerro Santa Lucía cubierto de verde. A pocas cuadras de allí, en cambio, en la Alameda, el escenario ofrece el aspecto de una ciudad devastada: restos de barricadas, piedras y destrozos se reparten por la calle, y más allá un grupo de jóvenes se enfrenta a la policía en un nuevo día de crisis social. El conflicto dejó rastros en las paredes del edificio de esquina Merced, que luce rayados políticos en el frontis, y se filtró incluso al departamento del escritor: "El martes estaba mirando aquí mismo y de repente salió una llamarada blanca y un bombazo, y era la Iglesia de la Veracruz", cuenta.
Vecino del barrio desde hace más de medio siglo, Edwards dice que el incendio de la iglesia y monumento histórico fue un ataque inesperado. Del mismo modo que no previó, como el resto del país, el estallido social que comenzó el 18 de octubre: "Me sorprendió y todavía me sorprende", añade.
Sentado en el living de su departamento, sobre la mesa de centro dispone de varios libros, entre ellos las memorias de Ricardo Lagos. El autor de Los convidados de piedra dice que el día del incendio de la Veracruz sintió olor a quemado precisamente en aquella habitación. Pensó que tal vez no podría dormir. "Pero después vi que los árboles del cerro se movían; hay brisa, dije, y si hay brisa el aire se limpia. Me salvó el cerro, y casi le hice un homenaje a don Benjamín Vicuña Mackenna, que lo diseñó", cuenta.
Por estos días, Editorial Acantilado publica en España la nueva novela de Jorge Edwards. Con el título Oh, Maligna, que corresponde a un verso de Pablo Neruda, en ella relata la historia de amor entre el poeta chileno y Josie Bliss, en Rangún, en los años 20. Ella, una mujer birmana con la que Neruda tuvo una relación intensa y peligrosa: en un ataque de celos, Josie Bliss llegó a amenazarlo con un cuchillo. El poeta se separó de ella, pero no la olvidó: le dedicó un poema de Residencia en la Tierra.
Amigo de Neruda, Edwards dice que no es momento de hablar del libro. En estos días de estallido y movilizaciones, el narrador y cronista está pendiente de la resolución del conflicto que suma ya cuatro semanas.
Desde su carrera diplomática, el escritor y Premio Cervantes ha sido testigo de hechos gravitantes de la historia contemporánea. Se encontraba en París, en 1968, cuando comenzó la revuelta estudiantil.
"Este ambiente está fregado", dice. "¿Usted sabe que yo estuve en todo el Mayo del 68? Comencé a escribir crónicas para La Tercera sobre la revolución de París. Así comencé como cronista. Pero ¿cómo empezó eso? Comenzó en Italia, fíjese. Una cosa que se llamaba la contestazione: lo que decía un profesor se discutía. Un profesor decía la Tierra es redonda y alguien le decía, espérese, explíqueme por qué es redonda. El profesor decía dos más dos son cuatro, y le decían ¿está seguro? Comenzó como un contestar a la autoridad".
-¿Ve semejanzas entre ese levantamiento y lo que ocurre en Chile?
-Se parecen. En Francia se disparaba contra los relojes que marcan la llegada de los edificios públicos, aquí se ha tirado todo el mundo contra los semáforos. Ahí hay algo parecido: unos controlan el tiempo, otros controlan el tráfico.
-¿Recuerda un momento similar en la historia de Chile?
-Cuando era joven estudiante de la Escuela de Derecho, vino el alza de las micros. Yo recuerdo compañeros de curso que salían con un maletín en la mano lleno de piedras. ¿Y esas piedras para qué son? Para romper los vidrios de las micros. Y si uno lograba romper el vidrio de una micro llegaba contento a la universidad. El ambiente era así. Recuerdo también la matanza del Seguro Obrero (1938). Oí disparos en Santiago. Chile ha tenido episodios de violencia, pero este es muy diferente. Esto casi lleva un mes. Y no sabemos hasta cuándo va a durar. Pero si dejan en libertad a los carabineros y a los militares, puede ser una matanza.
-¿Se imaginó el nivel de descontento?
-No, yo tenía la percepción de que esta sociedad era muy desigual, una sociedad injusta, donde una señora que gana 200 mil pesos al mes tiene que pagar dos millones para educar a su hijo y donde la medicina es enormemente cara. Yo conozco gente que tiene que tomar una píldora que vale 80 mil pesos. Esto tenía que levantar por algún lado.
-Pero nadie lo vio venir...
-No, había que ser profeta y adivino para ver lo que venía. Así que yo no le echo la culpa al gobierno, verlo era muy difícil. Yo no creo que Piñera quiera el desastre, creo que quiere hacerlo bien.
-Sus anuncios no han calmado a la calle.
-Mire, yo estaba en París cuando el general De Gaulle salió a la calle y cambió todo. Acá no tenemos un general De Gaulle. Yo creo que Piñera ha hecho anuncios, no lo puedo juzgar... Ahora quiero leer ese libro Ricardo Lagos, mi vida. Parece que Ricardo Lagos es el último Presidente que inspiró respeto.
-¿El Presidente Piñera no lo inspira?
-Me gustaría que ocurriera, pero no veo que así sea.
-¿El Presidente escucha? Ud. lo conoce.
-Yo lo conozco poco, no puedo decir si sabe escuchar. Conozco algo a Ricardo Lagos, y Lagos es una persona que sabe escuchar, es un hombre culto, y sabe respetar la opinión ajena. Piñera, no sé.
-¿Qué piensa de la violencia en las calles?
-Es terrible. Chile parece que tiene un culto a lo anti, a ir en contra, no a favor, eso parece que une y en la práctica puede conducir a la violencia.
Edwards retrocede y recuerda cuando formó parte de la oposición en los 80 y cómo lograron un acuerdo que le otorgó paz al país. "Nosotros hicimos una transición que se ha discutido, pero que tuvo éxito y que desembocó en la presidencia de Aylwin y en la Concertación. Hicimos eso".
-¿Qué le parece el acuerdo que alcanzaron los partidos por una nueva Constitución?
-Me parece muy bien que exista un acuerdo entre todos los sectores políticos para una nueva Constitución a través de caminos democráticos e institucionales... Yo estoy dispuesto a colaborar en lo que se requiera. Mis fuerzas son limitadas, pero no tanto. Puedo aportar.
El escritor hace una pausa y agrega: "Hay que retomar la política de los acuerdos. Los acuerdos políticos fueron los que nos permitieron avanzar y van a permitir que funcione un acuerdo constitucional. Una Constitución es un acuerdo que la gente se da a sí misma para garantizar sus derechos y respetar los derechos del otro. Un acuerdo constitucional evita el enfrentamiento y garantiza la vida democrática".