La mesa está cuidadosamente adornada. Sobre la misma hay una torta. A un lado está su familia, sus padres, su hermano menor. “Todos sonríen menos yo, que me veo absolutamente despavorida... Por más que busco, no encuentro las palabras indicadas para explicar lo que me pasaba en esta foto, a mis trece años. (...) Yo soy el niño que está en la cabecera, incómodo en la silla y en su cuerpo, mirando fuera de plano mientras comparten animadamente. (...) Ese cumpleaños fue el último de mi masculinidad”, escribe Daniela Vega en Rebeldía, resistencia, amor, su libro de memorias que acaba de publicar editorial Planeta.
Es viernes en Santiago. Pasan de las 11.30 de la mañana y la actriz de Una mujer fantástica aparece en el segundo piso de un café de Ñuñoa, donde creció y aún vive. "He estado muy conectada, yendo a las marchas y estando con las chiquillas en la calle. He podido ver y escuchar lo que tienen que decir", cuenta. "Me impresiona oír hablar de marchas, de saqueos, de esto y lo otro, pero no de lo que nos llevó ahí. Dan diagnósticos y les encanta poner esa metáfora mal puesta del médico y la enfermedad. Es curioso y una burla. 'No nos dimos cuenta'. La gente sabe lo que hay que modificar, y debemos mantener la calma y seguir luchando. Muy humildemente lo digo, pero tengo experiencia en conquistar lugares que antes no han sido habitados, o que han sido negados, y la única forma de llegar ahí es persistiendo".
Su mano se desliza por la cubierta tornasol de su primer libro. Le tomó un año escribirlo, dice: "La gente me lo empezó a pedir. A mí me gusta escribir versos y poemas, pero no me atrevo a publicar un libro de poesía. Todavía no, al menos. Es muy gratificante sentir el cariño de la gente y les quise contar mi historia de una forma un poquito poética y tratando de que a otro le pueda servir".
En poco más de 160 páginas, la actriz recorre sus 30 años desde el día en que nació, el 3 de junio de 1989 en el Hospital Barros Luco, avanzando por lo que llama el "inclemente invierno" de su infancia y adolescencia: su paso por tres colegios marcado por el bullying, la temprana y oscura androginia influenciada por estrellas de la música como Brian Molko, David Bowie y Grace Jones, la lectura de autores chilenos como Stella Díaz Varín y Pedro Lemebel, hasta el día en que le contó a sus padres que dejaría de ser David para convertirse en Daniela, "la Dani", como la bautizó una amiga a los 17 años en una discoteca. El tránsito hacia su nueva identidad sexual y de género, sin embargo, lo inició a los 14. Sus padres, dice, la apoyaron siempre.
"Vivía en El Ecuador. Hoy miro hacia atrás y digo: hice lo correcto. (...) Decidí no hacer ningún cambio civil en mi registro de identidad sexual porque para mí, en mi posición de privilegio, resultaría muy fácil hacerlo, pero no lo he he hecho ni lo haré hasta que todos tengamos las mismas oportunidades", anota en el libro, cuyo relato llega hasta el presente y su nueva vida como actriz internacional, protagonista de la primera y única cinta chilena en ganar un Oscar a la Mejor película extranjera y una de las figuras más influyentes del mundo en 2018, según la revista Time.
Nunca es fácil el ejercicio de la memoria. ¿Cómo lo vivió Ud.?
Siempre implica nostalgia y pasas por lugares pedregosos. La idea es sublimarlo todo para convertirlo en un relato humano. El ejercicio de la memoria permite también experimentar el ejercicio del presente. Entonces, para mí la memoria es un gerundio, una especie de acto psicoanalítico y sanador. Como sentarse en el diván.
Lenguaje universal
Días después del estreno en Berlín de Una mujer fantástica, en febrero de 2017, Daniela Vega volvió a Chile a trabajar a la misma peluquería donde atendía hacía meses, en el barrio Bellas Artes. La cinta estaba a punto de debutar en salas locales, y su rostro simplemente estaba por todas partes. "La gente me hizo sentir una extraña, como fuera de lugar -cuenta en el libro-. Creo que les desilusionaba que no estuviera paseando en un Porsche, tomando champaña o dándome lujos de rica y famosa. (...) El foco ya no era la película. Era yo".
Seis meses después renunció a la peluquería y la productora Fábula la contrató para seguir promocionando la cinta por el mundo. La fama al fin tocaba a su puerta, pero fue sintiéndose cada vez más sola. "La pasé muy bien. Fue una fiesta larga, pero también me sentí sola porque el resto del equipo ya estaba en nuevos proyectos. Sebastián (Lelio) estaba grabando Disobedience y después Gloria Bell, y Pablo (Larraín) estaba con Jackie. Yo tenía la misión de ir a representar al equipo por el mundo, y lo hice sola. Entonces, claro, una llega al hotel y se enfrenta al vacío, pero en medio de todo eso me dio para escribir este libro", comenta hoy.
Días después de esta entrevista, la actriz partió a México para participar del Festival Internacional de Cine de Los Cabos. Allí le entregó el premio Mujer Fantástica a Yalitza Aparicio, la actriz de Roma. Aunque menos agitada que la de los últimos dos años, su agenda aún tiene varios pendientes: ya estuvo en las series de Netflix Tales of the city y grabó La jauría, la producción de Fábula dirigida por Lucía Puenzo. Como productora, encabeza los documentales Peace Peace, Now Now, y acaba de embarcarse en un nuevo proyecto en Europa del que aún no puede hablar. Antes, volverá al cine en unos meses con Futura, filme del italiano Lamberto Sanfelice que fue rodado en Milán.
"Somos dos protagonistas, ambos extranjeros. La historia ocurre en Milán y soy una chilena que vive y trabaja allá, con un taxista que es francés. Es una historia muy interesante sobre la paternidad y lo que significa ese rol. Mi personaje es madre y compañero también", cuenta.
¿Le gustaría ser madre?
Sí, claro que quiero ser madre. No sé cuándo, pero sí. Es una conversación pendiente conmigo misma.
¿Qué espera del futuro?
Que sea digno. Como venga, pero digno para todos. Yo creo que la vida se trata de la búsqueda de la identidad a través de la dignidad, que no es una fe, es un derecho. No se puede ser rebelde sin antes ser digno, uno es rebelde por dignidad. Yo sentí una revelación y me rebelé antes los demás, ante un sistema que no me permitía entrar. Y fue el amor lo que me salvó la vida, junto con el arte. Es a lo que quiero dedicar mi vida. En eso el amor es clave, porque lo sostiene todo. Esas tres palabras -rebeldía, resistencia, amor- me hacen sentir más identificada en mi propio camino hoy; son mi refugio, mi coraza.