Patti Smith: lo importante es el mensaje
La cantante estadounidense, que se presentó esta noche en el Teatro Caupolicán, realizó un show cargado de mensajes para los chilenos por crisis social.
Hay rumores los días previos. Que la madrina del punk, Patti Smith (72) ha vendido poco para su debut en Chile a más de 40 años de ser una de las protagonistas de aquella cultura por el bando de Nueva York. Pero en días de noticias falsas, el poco arrastre de Patti esta calurosa noche de lunes en el teatro Caupolicán es sólo eso, habladurías. Tal como las calles del centro de Santiago continúan cargando tensión con esporádicos gritos y notoria presencia policial, al interior de la sala la audiencia enarbola cánticos y consignas clásicas como "el que no salta es paco", "justicia, verdad, no a la impunidad" y "el pueblo está en la calle pidiendo dignidad", mientras un par de lienzos claman "En Chile torturan" y "Renuncia" con música reggae de fondo.
A las 21:15 aparece la banda y Patti Smith, larga y eterna sosteniendo una bandera chilena. Arrancan con "Dancing barefoot" y la conexión con el público de la cantante y escritora fue inmediata. La gente necesitaba sentir que no solo se distraía con su voz, música y el hecho de tener a la leyenda por primera vez, sino también por el mensaje detrás y en este contexto histórico. Su voz no difiere mucho de sus inicios en los 70 pero el tiempo le ha dado solemnidad al registro, una especie de timbre que en fusión con la música resuena al llamado de una tribu, a una jefa que invita varias veces a levantar los brazos y agitar las palmas en busca de exorcismo y comunión, a veces clamando por la libertad, otras por la sangre.
La banda donde destaca la figura del guitarrista Lenny Kaye maneja esa ductilidad de los músicos veteranos estadounidenses donde la música fluye y deja que la estrella luzca aunque guarda sus espacios para embelesar.
Apenas termina "Dancing barefoot" el público del Caupolicán está en las manos de Patti Smith para continuar con la cadencia reggae de "Redondo beach". "¡Esto es para las chicas!", exclamó. "Esta es una canción de unidad", dice antes de "Ghost dance", que resuena a plegaria con la gente levantando los brazos bajo su orden para un final de comunión.
Se cuelga una guitarra. "Esta canción es para los trabajadores", sintetiza como introducción de la áspera "My Blakean year" que remata con cierta insolencia.
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La gente interrumpe el inicio de "Beds are burning", el cover de los australianos Midnight oil coreando el "olé" con su nombre. Patti levanta una proclama donde cita los incendios en Australia, el Amazonas, California, que hay que salvar al mundo, el agua, la tierra y los niños. La canción vence a los gritos y la audiencia salta como si estuviéramos en los 80 con una letra de absoluta vigencia.
"Beneath the southern cross" la dedica "a los torturados y los que perdieron sus ojos". Es uno de los momentos de la noche con un tema de arranque acústico con Patti empuñando nuevamente la guitarra que va creciendo con un talante épico, se electrifica, se recarga con cierta melancolía gracias a la guitarra reverberante hasta que la cantante deja de tocar y deja que sus músicos acaparen la atención y los aplausos. Luego la canción vuelve con más fuerza y la cantante declama sobre la libertad. Deja tan prendida la sala que el público reacciona hacia el final gritando el clásico "¡el pueblo unido jamás será vencido!".
Sin dejar caer la intensidad continuó con "Free money" y su inicio al piano que cambia de switch para acelerarse y enfurecerse al punto de sacarse la chaqueta y tirarla al suelo y escupir recordando que el punk también era eso.
Patti Smith se va y la banda se queda tocando clásicos del rock como "I'm free" de The Rolling Stones y "Walk on the wild side" de Lou Reed. Al regreso de la estrella neoyorquino el set list contemplaba más clásicos como "Because the night" y su versión de "Gloria" de Van Morrison.
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