La nueva vida de Jorge González en Quillota y el rol que jugó Daniel Jadue
El cantante se fue a vivir en abril a la ciudad, donde ha seguido un complejo tratamiento en una cámara hiperbárica. El alcalde hizo las gestiones para que el músico recibiera una rehabilitación integral, mostrando hoy grandes mejorías.
En los últimos meses, Jorge González logró algo tan sencillo en su pasado como excepcional para su presente: volvió a tocar guitarra. Sin mayor público que una terapeuta ocupacional, el ex líder de Los Prisioneros pulsó nuevamente las seis cuerdas, algo que no hacía con fluidez desde 2015, cuando el infarto isquémico cerebeloso diagnosticado durante una gira por el sur de Chile cambió para siempre su vida y su carrera: las graves secuelas en su estado de salud golpearon su lenguaje y sus capacidades motrices, precipitando su prematuro retiro de la música y de los escenarios.
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El reencuentro de González con el instrumento se volvió una escena habitual de los viernes para los profesionales de la clínica Oxígeno, el centro médico de Quillota al que el músico asistió diariamente durante los últimos seis meses.
De hecho, llegó a vivir a la ciudad de la Región de Valparaíso a fines de abril, instalándose con el tiempo en un departamento ubicado en un condominio junto a su pareja. Por esos mismos días inició un tratamiento integral de rehabilitación centrado en la oxigenoterapia, cuyo eje fue el uso de una moderna cámara hiperbárica situada en el recinto, la misma que permite un mayor suministro de oxígeno en los tejidos del cuerpo y que es comúnmente usada por deportistas de alto rendimiento para superar lesiones difíciles con mayor rapidez. También es ocupada en pacientes con pie diabético, quemaduras, infecciones graves o con problemas como sordera.
En el caso del hombre de "El baile de los que sobran", la faena no era simple: hasta principios de este año lucía paralizado casi la totalidad del costado izquierdo de su cuerpo, incluyendo su brazo, lo que le impedía caminar con normalidad. Según varios consultados, gracias a la medicina hiperbárica, el cambio es notable: hoy el artista presenta evidentes mejorías en su musculatura y en su habla, pudiendo incluso trasladarse con mayor facilidad. El repunte también ha sido elocuente en su estado de ánimo y en su equilibrio.
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"Uno va viendo paso a paso la recuperación, en la forma de hablar, la forma de caminar", comenta Marco González, hermano del músico. "Son cosas que si las pones en cámara rápida solo ves un pequeño cambio, no es como el otorrino que te destapa el oído y empiezas a escuchar claro. Es un proceso bien metódico y pausado, en el que uno va viendo pequeñas señales de recuperación".
Con la ayuda de amigos
La llegada del artista a Quillota es fruto de una silenciosa gestión que involucra a varios cercanos y admiradores de Los Prisioneros. Entre ellos, el alcalde de Recoleta, Daniel Jadue. El político fue quien hizo el contacto entre González y uno de los fundadores del centro médico Oxígeno, Germán Osorio, quien a mediados de los 90 y junto a su hermano Carlos instaló el recinto especializado, por el que también han pasado figuras como Nicolás Massú y Carolina "Crespita" Rodríguez.
Amigos desde hace varios años, y conscientes de la condición de González, Jadue y Osorio se pusieron de acuerdo y planearon una forma de plantearle la idea al músico y a su círculo íntimo. Así, en abril, el alcalde de Recoleta llamó a otro conocido para tratar de ubicar al autor de "Sexo".
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"Recibí una llamada de parte del alcalde (Jadue), diciendo que quería contactar urgentemente a Jorge, a raíz de que tenía la posibilidad de que llegara esta máquina a Quillota, que lo podía sanar rápidamente y con una alta probabilidad de efectividad", cuenta Harley Labra, baterista de Sol y Lluvia.
"Había que aprovechar inmediatamente, porque son pocas estas máquinas y tienen gran efectividad, un efecto súper rápido", agrega.
Así, por esos mismos días, Jadue llamó a González y fue hasta el departamento de San Miguel que por ese entonces compartía con su familia, para detallarle la propuesta y ofrecerle diversas facilidades para su traslado. La mudanza incluía una logística no menor y un cambio de vida importante para el músico, quien debía abandonar Santiago lo antes posible e irse a vivir por al menos seis meses a Quillota.
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"Hay harta gente que nos ayudó a hacer el link con esta ciudad. Entre ellos el alcalde Jadue y la gente de Sol y Lluvia, que nos linkearon con el alcalde. Él terminó yendo al departamento de Jorge a ofrecerle este proyecto y a su vez logró linkearlo con los hermanos Osorio, que hacen cámaras hiperbáricas y han tratado desde los 90 de meter esta ciencia a la sanación", cuenta Marco González. "Así como hay gente negativa destruyendo lo que hacen los artistas, hay otros que están aportando sus conocimientos", añade.
Culto contactó a los encargados de prensa de la Municipalidad de Recoleta, sin obtener respuestas ante la petición de una entrevista al edil.
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Un refugio
Según cuentan algunos de los profesionales que entre mayo y el pasado lunes 11 de noviembre trataron a Jorge González en la clínica Oxígeno -ese día culminó su tratamiento-, una jornada típica en la rutina del músico en los últimos seis meses partía en la mañana con una sesión de 90 minutos en la cámara hiperbárica, seguida de otra hora de terapia física.
Más tarde, todo se concentraba en la fonoaudiología o fisioterapia, dependiendo de la semana, para finalizar con una reunión con la terapeuta ocupacional, la misma especialista que lo ayudó a volver a colgarse y tocar una guitarra. Por lo general, cerca de las 18.00 horas, partía de vuelta a su casa en uber.
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"Estaba prácticamente todo el día aquí en la clínica, 100 por ciento dedicado a esto y siempre acompañado por su pareja", comentan desde el centro médico, donde el artista terminó convertido en un personaje más del cotidiano del lugar y en un amigo de los profesionales del recinto, en su mayoría admiradores de su obra. De hecho, buena parte del equipo dejó otros compromisos de lado, hizo horas extra o no recibió un pago por atender al ídolo.
Por otro lado, la clínica posee dos cámaras de este tipo, donde el instrumentista entraba diariamente. Un armatoste que a simple vista parece un submarino o una nave espacial, y en cuyo interior -a través de una mascarilla- se suministra oxígeno al 100% en un ambiente presurizado. El objetivo es exponer al cuerpo a una presión equivalente a estar a 12 metros de profundidad en el mar, lo que permite oxigenar cada célula y estimular sus funciones vitales.
"El potencial que tienen las células neuronales se va perdiendo en la medida que va pasando el tiempo. El metabolismo de una célula neuronal es muy lento entonces cuesta mucho que se repare, pero lo va haciendo a medida que recibe estímulos y va generando conexiones, recuperando funciones", explica uno de los profesionales de Oxígeno. Sobre su tratamiento, detalla: "Después de tres o cuatro años (del accidente cerebral) va quedando menos potencial, por eso la idea era ir con todo y así tratar de generar las conexiones que van quedando".
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Por lo mismo, desde mayo a González se le fijó un calendario estricto de decenas de sesiones, que cumplió a cabalidad. Recién en septiembre, cuando completó 60 sesiones, se le permitió un breve paréntesis que aprovechó para irse de vacaciones por dos semanas a España.
Pero también hubo otro punto clave para su auspiciosa recuperación: en Quillota, el artista encontró una suerte de refugio. Algo así como un escondite de la gran urbe capitalina, un lugar donde no sufría mayor acoso por su condición de celebridad y donde podía estar tranquilo en el mismo centro médico, situado en un entorno natural y alejado del centro. Incluso junto a su novia se dio el tiempo para adoptar y llevar un gato a su hogar, su animal predilecto.
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Durante algunos viernes recibía a amigos como Pedropiedra o Gonzalo Yáñez, parte de su banda de apoyo. "Desde que tuvo la enfermedad, este es el momento en que mejor veo a Jorge, está feliz y mucho más autosuficiente. Yo bromeaba que en cualquier momento lo iban a empezar a sondear del Barcelona para llevárselo. El tratamiento le ha hecho bien, pero lo principal es la cuestión mental de estar tranquilo y sin presión, sin la tensión de lo que significa Santiago".
Esta semana, González tiene planificado volver a vivir a Santiago y dejar atrás Quillota, ese lugar donde, a sus 54 años, encontró un nuevo empujón para seguir prolongando su vida y su leyenda.
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