Interpol: feedback recargado
Interpol sabe que pertenece a la subcategoría del debut insuperable. De tanto en tanto publican algún título meridianamente interesante pero todo palidece cuando se trata de Turn on the bright lights.
Trazar un arco en la memoria entre 2003, la primera vez que vi en directo a la banda neoyorquina cuando Turn on the bright lights (2002) era un álbum de cabecera, y esta noche en el teatro Caupolicán. En la escena siguen inamovibles Paul Banks, Daniel Kessler y Sam Fogarino. Se extraña el carisma del bajista Carlos Dengler, dueño de una estampa de cabaret de entreguerras, pero la banda es esta desde hace mucho y los trajes, las luces, los instrumentos y los amplificadores, son casi los mismos en 16 años contando varias visitas a Chile.
Se mueven exactamente igual lo cual es una paradoja porque suelen mantenerse en sus puestos. En Interpol la fortaleza está en la clase atemporal que irradia su música y la presencia escénica. El sonido mantiene la textura de los inicios como si la voz de Banks se expandiera por un viejo altoparlante y los instrumentos fueran parte de una transmisión AM. No quiere decir que no suene fuerte y contundente, así sucede, sólo que resalta la preocupación por los detalles.
Tal como sucedió el lunes con Patti Smith en una coincidencia neoyorquina de la cartelera en estos agitados días, el público que repletó el Caupolicán gritó en la previa consignas contra Carabineros mientras colgaban carteles sugiriendo "- Piñera + Interpol".
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El show se adelantó a las 20:00 horas. La banda apareció con 15 minutos de retraso y a las 21:40, sino antes, estábamos en la calle con 17 canciones frescas aún resonando. Una maravilla. Ojalá siempre fuera así. Queda tiempo para una ronda, comer o simplemente llegar más temprano a casa.
Interpol sabe que pertenece a la subcategoría del debut insuperable. De tanto en tanto publican algún título meridianamente interesante pero todo palidece cuando se trata de Turn on the bright lights. Quizás como un gesto a Santiago y al momento por el cual atravesamos, es la noche en que han tocado más canciones de su mejor obra entre las últimas fechas de esta gira. Abrieron con "Untitled", esa composición hipnótica y rotunda que carece de coro, seguida de "C'mere" de Antics (2004), provocando saltos en el público. El entusiasmo siguió con "If you really love nothing" de Marauder (2018), el último trabajo, donde Banks se sale de sus marcos vocales de siempre jugando con otros tonos.
"The Heinrich maneuver" fue acompañada por saltos y bailes que mutaron en chillidos para la solemne y melancólica "NYC", una de sus mejores composiciones, sino la mejor. En la antesala de "PDA" el bombo empezó a marcar, pulso que el público aprovechó para gritar "¡el que no salta es paco!", convertido en una pequeña costumbre esta semana en el teatro de San Diego. El cruce de guitarras y bajo con la batería suspendida creando una maravillosa tensión fue uno de los puntos altos de una noche marcada por la energía y la respuesta entre banda y público, en un feedback recargado de cariño y lealtad al grupo. Cuando terminó el tema Paul Banks dijo en perfecto español (idioma que domina) "gracias por venir a rockear con nosotros".
"Evil" fue coreada a saltos como en el tablón, lo mismo "Slow hands". Entre medio "Rest my chemistry" también mereció coros masivos hasta llegar a "Obstacle 1", otro clásico del debut en una versión un tanto acelerada. "Muchas gracias, ha sido un honor", dijo Banks como despedida antes del bis con "Leif Erikson" y "Stella was a diver and she always down". Fue suficiente y preciso. Lo necesario para renovar la fidelidad a Interpol.
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