Algunos conocieron a Nemesio Antúnez en la intimidad de la familia. Otros, principalmente artistas, en el Taller 99, el emblemático espacio dedicado al grabado creado por Antúnez en 1956. Hay quienes lo conocieron como director del Museo Nacional de Bellas Artes, donde estuvo a cargo entre 1970 y 1973, y posteriormente entre 1990 y 1993. Varios otros llegaron a él gracias a la televisión y Ojo con el Arte, el programa emitido a principios de los 70 y luego en los años 90.
En esos distintos escenarios, personalidades como Roser Bru, Eduardo Vilches, Rafael Munita, Lea Kleiner, Juan Pablo Langlois, Patricia Velasco, Milan Ivelic, Ricardo Lagos y Sammy Benmayor compartieron con Nemesio Antúnez.
Ahora ellos entregan sus memorias sobre el artista en el libro Cuando conocí a Nemesio... de la historiadora y antropóloga Ximena Vial Lecaros, que será lanzado el próximo sábado 14 de diciembre. La publicación reúne 25 entrevistas hechas por la autora: la lista la completan Ricardo Yrarrázaval, Irene Domínguez, Adriana Asenjo, María Inés Solimano, Mario Irarrázabal, Francisco Oliva, Patricio Court, Mauricio Redolés, Bororo, Isabel Cauas, María de la Luz Savagnac, Juan Pablo Morgan, Verónica Muñoz y sus hijos Guillermina, Manuela y Pablo Antúnez.
"No es un libro para expertos del arte, es un libro para todo público", dice Ximena Vial Lecaros, quien tras salir de la universidad comenzó a involucrarse en proyectos de historia oral. Así, tuvo la idea de escribir un libro que a través de diferentes testimonios abordara la vida y personalidad de Nemesio Antúnez en sus distintos ámbitos.
"Me interesó lo transversal del personaje, es una persona que de alguna manera transita el hilo de la democracia en la historia del siglo XX chileno. Realmente tenía una capacidad de aunar públicos y voluntades, y eso me pareció muy trascendental en términos históricos", cuenta Ximena Vial sobre la decisión de reunir estas memorias sobre el artista.
Nacido en 1918, Nemesio Antúnez, pintor y grabador, tuvo presencia artística, política y familiar en Chile como en el extranjero. En 1943, gracias a una beca Fullbright viajó a Nueva York, donde realizó numerosas exposiciones y se casó con Inés Figueroa, con quien tuvo a sus hijos Pablo y Manuela. Tras dirigir el Museo de Arte Contemporáneo entre 1961 y 1964, volvió como agregado cultural a la ciudad de los rascacielos, donde conoció a su segunda esposa, Patricia Velasco, con quien tuvo a su tercera hija, Guillermina.
El arte de los otros
Para varios de los artistas que compartieron con él, Nemesio Antúnez fue una figura que los apoyó en su desarrollo. "Él fue el que me metió en este mundo al ingresar al Taller 99. Como era una persona tan abierta llegaba gente de todos lados, escritores, arquitectos y artistas plásticos. Era un lugar chiquito, porque era su taller privado", cuenta el grabador y Premio Nacional de Arte Eduardo Vilches en el libro.
En sus distintas facetas, la presencia de Nemesio Antúnez fue relevante dentro del medio artístico local. "El aporte de Nemesio para el arte en Chile es haber sido un catalizador de los artistas. Nemesio tenía la paciencia y la virtud de apreciar el arte que no era hecho por él. Muchos artistas son muy narcisos, entonces mirar el arte de tu compañero y poder decir 'muy bien, qué buen trabajo' o 'qué buena imagen' no es común. Nemesio, en cambio, era de decir ese tipo de cosas y alentarte, y ante eso uno respondía. Era motivación pero al mismo tiempo visión", añade Roser Bru.
Relatos más íntimos y de la vida cotidiana son los que aportan Guillermina (1972), Manuela (1955) y Pablo Antúnez (1948), hijos del artista. "Él tenía su ritmo, una rutina diaria. Iba a trabajar todos los días, pero no se levantaba temprano como alguien que tiene que ir a la oficina", cuenta Guillermina en el libro. "En la mañana se leía todos los diarios, le gustaba mucho flojear en la cama. Se duchaba y se metía al taller todo el día, solo salía para almorzar y su siesta. Un ritmo súper pausado pero concentradísimo", añade.
"Mi papá como persona era un poco dominante pero puro corazón", dice Pablo Antúnez. Tal vez por lo mismo, afirma, la política no era el terreno donde mejor se desenvolvía. "Para la política mi papá era ingenuo: cuando conversaba de política se ofuscaba, se le olvidaba que estabas en un debate político y se tomaba todo a pecho. Yo ya lo conocía, entonces evitaba los temas que lo ponían nervioso".