Hace una semana Simón Soto (38) llegó desde México tras presentar Matadero Franklin en la Feria del Libro de Guadalajara por la colección Bordes del sello Planeta. Aparecida hace un año en Chile, la novela va en su quinta edición (casi 10 mil copias). En sus páginas, ambientadas en la década del 30 y 40, ficciona la juventud del narcotraficante Mario Silva Leiva, conocido como el "Cabro Carrera", entre matarifes y estafadores.
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"Matadero Franklin es una novela de dura poesía proletaria, sabia imaginación histórica y oscuridad resplandeciente", señala el escritor mexicano Julián Herbert en la contratapa de la edición de Bordes.
La primera novela del guionista y escritor Simón Soto, quien había publicado los cuentos Cielo negro y La pesadilla del mundo, no solo ha recibido elogios. Fue elegida entre los mejores libros de La Tercera en 2018; en noviembre obtuvo, en categoría obras publicadas, el Premio Literario del Ministerio de las Culturas, y ahora se adjudicó el Premio a mejor novela José Nuez Martín, que otorga la Facultad de Letras de la U. Católica. Soto recibirá un monto equivalente a 200 UF ($ 5.518.600).
"Este tipo de repercusiones, como los premios, son muy sorprendentes y desestabilizan de alguna manera", señala Simón Soto. "No hay que esperar nada de la literatura: ni dinero ni elogios, porque es un oficio que se realiza por una convicción casi espiritual. Es una necesidad vital y cuando uno se atreve a publicar algo, a veces solo se las quiere sacar de encima", agrega.
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¿Cómo nació Matadero Franklin?
Siempre me pareció muy atractiva la figura del Cabro Carrera, cuando aparecía en la prensa, en los 90, por la "Operación policial Ana Frank", descrito como un gran hampón versus este anciano de boina. Cuando empecé a investigar, en un momento apareció el mundo del Matadero. Hay una biografía muy interesante de Ignacio González Camus, Los cien rostros de don Mario, donde habla de la orgánica del barrio, lo que tuvo mucho que ver en su formación. Crecer en un mundo donde todo está mezclado: el comercio, los prostíbulos que giraban en torno a ese espacio imponente que era el Matadero.
¿Cuánto queda de ese mundo descrito en la actualidad?
Tal vez en la clase trabajadora más proleta, todavía existen ciertos códigos relacionados, pero es un mundo que está mutando. Hay un orgullo de clase que hoy es más difícil percibirlo. La novela tiene mucho también de una masculinidad antigua, con lo bueno y con lo terrible que eso significaba, donde se ejercía el poder desde la violencia. Esos recuerdos vienen de mis abuelos, hombres muy precarios emocionalmente, muy machistas, pero muy rigurosos con el trabajo y con la lealtad hacia los núcleos familiares.
El acta del jurado del Premio Nuez Martín señala sobre la novela que "si bien continúa la tradición vinculada a la representación del mundo delictual, no rescata al bandido como un sujeto libertario".
Creo que tiene mucho que ver con el modelo del capital hoy. Hay una figura del teórico cultural Max Fisher, que habla del "Emprendedurismo", la idea de asentarse, del sujeto que la quiere hacer y que eso le permitirá borrar la precariedad del pasado. Y el personaje Torcuato Cisternas representa un poco eso, formar empresa a toda costa, aunque sea una empresa delictual. Por eso aparece la cocaína. No quieren ser emprendedores, sino empresarios a toda costa.
¿Es cierto que la productora de Andrés Wood compró los derechos de la novela?
La más interesada fue María Elena Wood, que es socia de Andrés. Hay un acuerdo en el que ellos están manejando los derechos de la novela y el trato es que haremos juntos la adaptación. Pero es un proyecto costoso y la industria local es pequeña. Si resulta sería extraordinario.
¿Cómo ha visto el desarrollo del estallido social?
Es imposible mantenerse al margen. Es muy extraño como se dio ya que hace cuatro meses la gente se estaba encalillando para ver el eclipse. El estallido tiene un largo origen histórico y lo gatillan las desatinadas frases del ex ministro de Economía (Juan Andrés) Fontaine, quien decía que la gente se levantara más temprano para ahorrar en el metro y del ex ministro de Hacienda, Felipe Larraín, quien decía que compraran flores porque habían bajado su precio. Estaban tan confiados de sus privilegios que se dieron el gusto de reírse de la gente en la cara.
¿Desde la literatura se puede registrar el movimiento social?
Yo creo que lo primero es que la literatura no se debe a nada. Lo otro es entender que es imposible que esto no te afecte. Aún así, el escritor que está ansioso por escribir la novela sobre el estallido social probablemente termine en un desastre. No es posible recoger toda la realidad. Esos grandes relatos, del terror estalinista, de la Segunda Guerra Mundial, de la tragedia de Vietnam, esas sensaciones uno las puede palmar en los grandes narradores. Por ejemplo, en El origen de Thomas Bernhard.
¿Está escribiendo algo nuevo?
El próximo año saldrán los relatos La sangre y los cuchillos, que giran en torno al mundo de Matadero Franklin. Hay un cuento largo, un western estilo Cormac McCarthy sobre la guerra del Pacífico, que lo narra en un bar un viejo matarife a Lobo Mardones y Torcuato Cisternas cuando eran amigos... Y también el próximo año saldría un libro que tiene como título provisorio Todo es personal, diarios de Ramón Huerta (Ediciones UDP). Son diarios que yo llevo hace tiempo, pero hace dos años cuando dejé de tomar y jalar, al abandonar los vicios se intensificó esa escritura, entre la angustia y la crisis familiar. Lo otro es terminar una novela muy pela cable que escribo hace tiempo sobre Tito Fernández, El Temucano.
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