Camila Fabbri (1989) es escritora, dramaturga y actriz. Debutó en la narrativa con el volumen de cuentos Los accidentes (2015), que luego fue reeditado por Emecé Argentina. El día que apagaron la luz (Seix Barral) es, según la contratapa del libro, "una novela de no ficción" que trata de la tragedia de Cromañón, en la que un 30 de diciembre de 2004 murieron 194 personas, en su mayoría jóvenes, que había ido a ver al grupo de rock Callejeros. Pero esa fecha era parte de un pack de la banda que había decidido tocar sus tres discos en vivo para fines de ese año, por lo que muchos fanáticos compraron ese pack, que incluía además de la fecha fatídica el 28 y 29. Camila, de quince años, decidió ir a la fecha del 29, un día antes de la tragedia, y el libro habla de esto, de la inminencia de la tragedia, pero también del sentimiento de peligrosidad que implicó ser joven y que te gustara el rock. Es decir se trata de un libro generacional, de aquellos jóvenes que les gustaba Callejeros y también otras bandas de esa época.
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La reunión es en un bar cerca de la nueva casa de Camila Fabbri en Chacarita. Como siempre en diciembre y al igual que el diciembre de 2004 hace calor sobre Buenos Aires, son los primeros días de calor fuerte. Camila se pide una Coca-Cola, que resultó ser más cara de lo que pensaba, y en un momento le surgió una inesperada alergia. Pero ahora, cuando estamos a punto de empezar la entrevista, bebe despreocupadamente de su Coca y no siente alergia. Cuesta creer que esta mujer con pinta de niña sufra todas las fobias de las que habla El día que apagaron la luz: al fuego (a los fósforos especialmente) y a los lugares encerrados (no va a un recital hace mucho).
¿Cómo surgió este libro, ya no como experiencia personal, sino como experiencia literaria? Quiero decir en qué momento tomas la decisión de escribir sobre Cromañón.
Yo empecé escribiendo ficción y hace pocos años surgió un interés de mi parte por la crónica, por el relato de no ficción. Y como yo tenía una relación muy directa con esta catástrofe que, si bien no estuve en la noche de la tragedia, estuve en la noche anterior. Me llevó muchos años dimensionar lo que había pasado, no necesariamente por mi cuerpo o por mí como individuo, sino también por mis amigos, por mi generación, que en esa época rondaba los quince años. Sentí mucha culpa durante mucho tiempo por no haber estado la noche de la catástrofe, porque además la noche del 29 de diciembre estuve en el piso de arriba y ya tenía ciertas claustrofobias en esa época; pensaba que estar en el piso de arriba me iba a resguardar de alguna manera y en realidad la gente que estuvo ahí la noche del 30 fue a la que más se le complicó salir. Y esas imágenes de encierro y de muerte me persiguieron. Luego supe de los amigos que también habían estado y supe también cómo había sido la vida después de Cromañón, entonces pensé que si tenía la herramienta de la escritura, me surgió el deseo de empezar a entrevistar a estos amigos y poder volcar eso en un libro que lo entiendo como un collage.
El escritor francés Olivier Guez vino al festival de no ficción Basado en Hechos Reales y dijo en una charla que había un nuevo género, que se llama novela de investigación, donde se conjuga la ficción y la no ficción. ¿Podría calzar esa denominación con tu libro?
Investigué sí, pero a la vez estaba muy cercana a los hechos, por eso no lo entiendo como un libro periodístico, porque no intenté informar o dar datos duros acerca de responsabilidades, cifras, actas de sobrevivientes, muertes o heridos, este libro no intenta eso, tal vez intenta enmarcar esos años en los que éramos tan jóvenes y vivíamos en peligro. Hay una idea que para mí guarda cierta hipótesis del libro y es que los cuerpos jóvenes se curan más rápido, de hecho está esta frase que se la dice un médico a un amigo que entrevisté y que dice: "Vos te curaste muy rápido porque tenías quince años. Si eso te pasaba en otro momento de tu vida, probablemente no quedabas repuesto". Y me parece fuerte que este niño de quince años que hoy tiene treinta no tenga vestigios en su cuerpo de lo que pasó, que no haya marcas visibles, solamente están en su conciencia. Y me parecía interesante trabajar algo relacionado a la tragedia sobre lo joven, sobre lo que está creciendo.
Como dices, el libro se propone como uno generacional y ahí hay una potencia. No eres solamente tú en la tragedia, sino que es un grupo más grande, que incluye a tus amigos, a tu círculo.
Hay varias partes que son mías, sobre todo en la primera parte, y también hacia el final vuelvo a mí, pero tenía la necesidad de ver qué pasaba si narraban otras voces, y vi que mi forma de escribir, centrada en mí, se transformaba en otra cosa, porque cuando aparecen esas otras voces surge otra forma de narrar, y yo ahí no podía meter mucho mi forma de escribir. Por eso digo que es como un collage.
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Hay una parte que es una llamada telefónica y que la reconstruyes. ¿Esa reconstrucción es textual o hiciste una edición?
Hay algunas modificaciones, sobre todo en los relatos de los entrevistados, donde hay muchas modificaciones en verdad, eso incluye la llamada telefónica. Después el capítulo que se llama como la novela son todos mensajes de audio de WhatsApp que fui recibiendo de distintas personas que me contaron qué estaban haciendo la noche de la tragedia y ahí es donde digo que se vuelve algo experimental, porque ese capítulo se vuelve un poco coral, en el que no sabemos quién habla, pero esa persona está contando lo que hizo y son varias voces que narran lo mismo.
Hoy se puede trabajar con audios de WhatsApp, cosa que antes no se podía hacer, había que ir a la persona y grabarla, o estar en una redacción y usar esos chupones que grababan las llamadas, hoy en cambio tienes esta facilidad.
No digo en todo caso esto es un audio de WhatsApp, pero sí de repente se transforma en un coro de voces, que están recordando, que es lo que ocurre con las tragedias memorables. Es decir todos recordamos qué hacíamos esa noche, cómo nos enteramos, qué hicimos al respecto o qué no. Incluso como yo también hago teatro, me parecía que había algo de esa experimentación que se podía transformar en otra cosa después. Porque además hay un personaje que dice "esa noche nadie estaba durmiendo".
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Foto: Alejandro Guyot.[/caption]
La tragedia siempre sucede para un grupo acotado de personas, la podemos socializar, pero quienes la viven de manera más directa son la que más la sufren. Pero en tu libro hay afectados de manera indirecta, que es esa generación que se vinculaba con el rock de Callejeros y que se dan cuenta de que ir a un recital puede ser la muerte. ¿De qué manera te volviste a vincular con el rock?
Hay algo de la tribu urbana, de defender esa bandera. Para mí hay también algo peronista en esa defensa, como la vida por Perón, la vida por la banda de rock. Y en ese sentido había una cosa en el "en vivo", de ir a ver a tu artista preferido, que era una defensa a capa y espada. Ahora yo nunca me alejé del rock en realidad, escucho mucha música y a veces bromeo con eso y digo que cuando era chica pertenecía a la tribu urbana rollinga y tengo la sensación de que algo de eso perdura en mí todavía. Defender lo que me gusta, ya sea escritores, músicos, lo que sea, es algo que no perdí, y los que pertenecimos a esa tribu urbana tampoco perdimos esa actitud defensora y de querer contagiar a los otros de lo que nos gusta. No es que siga escuchando las bandas que menciono en el libro, pero hoy me parece que más allá de la culpabilidad o responsabilidad y de lo que me pueda doler escuchar un disco de Callejeros a veces los escucho y me transportan a lo que era yo en ese momento.
Pero tampoco te es indiferente la condena mediática y judicial que cayó sobre la banda.
No me es indiferente, y por supuesto que me importa. Creo que una forma de no hablar de eso es una opinión también. A mí me parece muy grave lo que pasó, entiendo que son culpables, pero también entiendo que probablemente tuvieron mala suerte.
Es decir que son responsables legalmente pero no quisieron quemar gente.
Por supuesto que no. Y entiendo que en esa época había muchas bandas que repetían la misma tradición de tener fuegos de artificio en sus presentaciones y que un poco era una lotería, ¿no? ¡Es terrible igual!
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La otra cosa no tan conocida es esto que hablas del pack completo: 28, 29 y 30 de diciembre eran los días en los que se presentaba Callejeros. El fanático iba a las tres fechas, pero tú elegiste el miércoles 29.
El segundo disco de la banda era el que más me gustaba y por eso fui ese día. Por eso está esta sensación de "si hubiera ido", que se transformó en un motor para escribir el libro. Tengo la sensación de que hay algo con la relación con lo trágico que perdura, y que es como una herencia. En Los accidentes ya hay un germen de esa relación con lo trágico y poner el ojo ahí es otro motor por donde se desprende El día que apagaron la luz.
Y en ambos títulos hay algo de que algo anda o salió mal.
Sí, yo creo que hay algo del ojo en lo oscuro que sigue estando inquebrantable. Y probablemente en el libro que viene, y en el que retomo la ficción, se vuelve a reunir algo de la juventud, de la niñez, de lo que está creciendo. Evidentemente son los asuntos de cada uno, por eso a veces me preguntaban por qué escribiste este libro si no tiene ninguna relación con lo que venías haciendo y yo creo que es todo lo contrario, que tiene toda la relación. Ahora decidí contar algo propio, decidí ir por una no ficción que es universal, porque hay un entorno que es mucho más grande y que principalmente involucra a mis amigos y a mis amigas.
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En los agradecimientos aparece María Moreno, ¿ella fue una guía para este libro?
Fue una clínica de dos reuniones que tuve con ella y tuve otras cinco reuniones con Ivana Romero, que también está en los agradecimientos. Hay algo interesante que surgió en esas reuniones y es que yo tenía cierta obsesión por entender a qué género pertenecía el libro y María Moreno recuerdo que me decía que eso no era importante: "Este libro no tiene un género, es un híbrido". Y es verdad, porque hay una narración en primera persona y luego aparecen otras voces, es experimental y es también una forma de abordar el tema. Y aquí vuelvo a pensarlo como una obra de teatro.
¿Y el tema finalmente es la tragedia o la juventud?
Yo creo que esos temas van juntos, que de vuelta es lo que a mí me quita el sueño: la tragedia reunida con la juventud. Yo creo que hubo algo de eso que a mí personalmente me signó: entender que a los quince años podés ir a ver una banda de rock con tus amigos, que tiene que estar repleta de felicidad pero que eso también puede ser la muerte. Entender la muerte a esa edad, ir a velatorios, ir a ver a esos amigos con los que estabas y verlos en cajones…
Es crecer de pronto…
Es crecer de pronto, de golpe, dejar de crecer, ese mutismo que te deja la situación. Porque cómo se nombra lo que pasa.
¿Qué ventajas o descubrimientos encontraste en la no ficción?
Hay muchas cosas que a mí no se me hubieran ocurrido solas, por suerte o no sé si suerte muchas me las contaron. Y ahí hay algo del género de la no ficción que me parece generoso y es que el imaginario de uno es muy chiquito al lado de lo que empieza a pasar cuando uno puede poner el oído en las historias de otros y otras.
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¿Antes de esto había leído no ficción, eras una lectora del género como dices?
Sí, me gustan muchos escritores y escritoras de no ficción: Leila Guerriero, Gabriela Wiener, Josefina Licitra, que fue quien presentó el libro, David Foster Wallace, J. R. Moehringer, que escribió la biografía de André Agassi. Y también me gustan los documentales que cuentan vidas, como los de Ayrton Senna, Amy Winehouse.
Se termina la entrevista y Camila me cuenta que el libro va a salir en México, que cuando le dijeron preguntó si se iba a entender, y que la respuesta fue que se puede entender sin saber lo que fue Cromañón exactamente, porque el libro va más allá de la tragedia que contaron los medios. Y en ese sentido, es verdad: El día que apagaron la luz no tiene nada de periodístico.