"El Perro". Esa fue la forma en que, con algo de despectiva, los trabajadores del estudio Elstree, en Inglaterra, bautizaron a Chewbacca, uno de los singulares personajes que eran parte del rodaje de una película dirigida por un estadounidense que hasta el momento había realizado dos largometrajes: THX 1138 y American Graffiti. Corría 1976 y el californiano George Lucas, tras no obtener los derechos para hacer una cinta sobre Flash Gordon, se encontraba filmando ahí su propia fantasía espacial. La misma que en el último borrador de su guión, fechado el 28 de enero de 1975, había llamado Aventuras del Starkiller, Episodio I: La Guerra de las Galaxias.
Sin saberlo en ese entonces, ese mismo equipo, que vio con escepticismo el rodaje de la rebautizada Star Wars, Episodio IV: Una Nueva Esperanza, se convertía en parte de la historia cinematográfica. Esto porque dieron vida al pasaje inicial a un recorrido fílmico que se transformaría en icono de la cultura pop y lograría seducir a diferentes generaciones de espectadores a través de tres trilogías. El mismo que hoy llega a su final con el estreno de Star Wars: El Ascenso de Skywalker.
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La última etapa de parte de un complejo mundo que siguió expandiéndose a través de los cómics, la TV y más recientemente por el streaming –con el Mandalorian y su Baby Yoda en Disney+-, pero que tuvo en la pantalla de cine su mejor vitrina. En la oscuridad de una sala se apreciaron mejor sus batallas espaciales, los enfrentamientos con sables láser y los distintos paisajes de los planetas que poblaban esa galaxia muy, muy lejana. Los mismos que hoy son parte esencial del capítulo final de una última trilogía que se ambientó varios años después de los hechos conocidos en El Retorno del Jedi.
En El Despertar de la Fuerza conocimos a Rey (Daisy Ridley), quien de ser una chatarrera pasó a convertirse en la portadora de la fuerza, mientras la Generala Leia Organa (Carrie Fisher) dirigía a la Resistencia en su batalla contra la Primera Orden, grupo inspirado por el Imperio Galáctico, liderado por Snoke y que cuenta entre sus filas con Kylo Ren (Adam Driver), el hijo de Leia y Han Solo (Harrison Ford) que decidió seguir los pasos de su abuelo, Darth Vader. Más tarde, en Los Últimos Jedi, Rey daba con el paradero de un desilusionado Luke Skywalker (Mark Hamill), mientras buscaba su origen y afianzaba un impensado lazo con Ren.
En el cierre de la trilogía nos reencontramos con Rey entrenándose bajo la guía de Leia en la jungla de Ajan Kloss, mientras sus amigos Poe Dameron (Oscar Isaac), Finn (John Boyega) y Chewbacca (Joonas Suotamo) hacen frente a las fuerzas de la Primera Orden, ahora encabezadas por el Líder Supremo Kylo Ren. Este último es quien además descubre la presencia de un personaje clave en el relato final: el Emperador Palpatine (Ian McDiarmid), quien supuestamente había muerto a manos de Vader –en El Retorno del Jedi-, pero todos estos años maquinaba sus planes desde la oscuridad.
El mismo se revela ante Ren como la voz en su cabeza que ha guiado sus acciones, mientras junto a los Sith preparaba a una inmensa flota de naves y poderosas armas, que ha bautizado como la Orden Final y que es capaz de destruir a todos los planetas rebeldes. Y que Kylo podrá dirigir con una condición: que logre dar con el paradero de Rey y la traiga ante su presencia. De forma paralela, gracias a un espía, la Rebelión también descubre la presencia de Palpatine y la amenaza que representa, haciendo que Rey, Finn, Poe y Chewbacca lo busquen, usando claves recopiladas por el desaparecido Luke.
Con esto, el grupo de camaradas da inicio a una búsqueda donde visitarán nuevos planetas y conocerán o se reencontrarán con figuras de su pasado, revelando algunos detalles desconocidos acerca del joven trío protagónico. Así se sabe, entre otras cosas, a qué se dedicaba Poe antes de ser piloto de una nave X-Wing y su conexión con Zorri Bliss (Keri Russell), como también el verdadero origen de Rey. Siempre con Kylo tras sus pasos, algo que se le hace fácil gracias a la fuerte conexión que mantiene con esta poderosa muchacha.
De esta manera se va tejiendo la aventura final de la saga, donde claramente J.J. Abrams homenajea a la trilogía original, ofreciendo un verdadero festín visual, cercano a la trivia cinematográfica, para todos los fanáticos más acérrimos de Star Wars. Un recorrido que, a diferencia de la anterior cinta, Los Últimos Jedi –donde Rian Johnson se dio el tiempo de explorar motivaciones y sentimientos-, tiene como eje su casi interminable serie de batallas y enfrentamientos cuerpo a cuerpo, que hacen de El Ascenso de Skywalker uno de los más ágiles y violentos capítulos de la ópera espacial.