Pablo Ortúzar: "Chile es un país malo para las reformas: Chile es un país bueno para la reacción o la revolución"
El investigador del IES aporta con un ensayo en el libro Primera persona singular: reflexiones en torno al individualismo. Ex anarquista y ateo, Ortúzar hoy abraza ideas liberales y cristianas: defiende el mercado pero rechaza los abusos. Dice que para los problemas que enfrenta el país "la perspectiva individualista no alcanza" y formula una áspera crítica a la élite empresarial.
De cierto modo podría considerarse un converso. Pablo Ortúzar dejó el anarquismo de izquierda de sus años universitarios y progresivamente se acercó a posturas de centro derecha. Antropólogo social e investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), él dice que fue más bien una transición intelectual, movida por su desconfianza ante la figura del Estado. Donde sí tuvo una conversión, o una reconversión, fue en la esfera religiosa: abandonó el ateísmo y abrazó la fe cristiana.
"Era ateo y anarquista", recuerda. "Mi idea de Dios era muy infantil, la vivencia de una Iglesia beata y opresiva. Pero me puse a leer antropología del don, las teorías del regalo, y terminé leyendo textos de teología y acercándome a personas muy valiosas", dice. Entre ellas, algunos profesores y su tío abuelo, el jesuita José Aldunate.
El discurso de Pablo Ortúzar hoy se articula en torno a ideas liberales, pero está atravesado de conceptos que provienen del social cristianismo: justicia social, bien común, vida en comunidad. Incluso ha moderado su visión del aparato estatal: "El Estado ofrece seguridad y se supone que protege a los más débiles. No es perfecto, pero si uno lo tiene a raya es positivo para el bien común", afirma.
Apoyado en esas convicciones, Ortúzar reivindica la vida en comunidad y rechaza el individualismo exacerbado. Así lo expone en su ensayo Después de la soberanía individual. Apuntes para un postcapitalismo peregrino, uno de los textos que integran el volumen Primera persona singular. Reflexiones en torno al individualismo, publicado por el IES.
El libro busca conectar con la situación actual del país, y que Ortúzar ha observado de lejos y ha sentido de cerca: desde el Reino Unido, donde cursa un doctorado en política, el columnista de La Tercera escribió y buscó ofrecer puntos de reflexión a través de sus opiniones. Se había trasladado a una casa sin Internet, y de algún modo eso le dio otra perspectiva. "Me di cuenta de que la distancia era valiosa, porque la posición de la mayoría de las personas que estaban acá estaba muy polarizada", dice.
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Manifestaciones en Chile. Foto: EFE.[/caption]
¿Se imaginó el nivel de descontento?
El hecho del estallido fue sorpresa, pero el contenido no. Los problemas en salud, previsión, vivienda nosotros los conocíamos. El dato macro es que la sociedad hoy tiene acceso a bienes o más educación, viajes y servicios que los padres de esta generación no tuvieron, pero a un costo muy alto. Las bisagras del bienestar o las formas en que se accedía, hacían daño y ese malestar se fue acumulando. Y hay otros elementos que hacen que el vaso se desborde. Por un lado está el tema de los abusos y los escándalos económicos, políticos y morales de los últimos 10 años, que han dejado en el suelo a todas las instituciones. Y por otro, hay un tema demográfico que produce un impacto importante: comienza a llegar a la edad de jubilación una generación muy grande, y esas personas pasan a ser dependientes de sus familias por lo precario de su pensión, y son familias que están sumamente endeudadas justamente por esta bisagra que te hace daño, que te permite acceder con un costo muy alto.
En su análisis, Ortúzar resalta el crecimiento de la clase media y la posición incómoda en que se encuentra. "Si uno es de clase media va a la isapre y te ofrecen unos planes de mierda, pero igual tienes más plata que para el sistema público. Generalmente cuando te incorporas al sistema de los ricos, lo haces con mucho castigo, y eso además explica por qué hay tanta invisibilidad de los ricos al malestar, porque los segmentos más ricos están integrados de manera muy beneficiosa para ellos, muchas veces por un tema de proporciones", dice.
Recuerda una exposición que hizo sobre las isapres en la Enade hace algunos años. "Al final un empresario me dice 'oye, pero si las isapres son buenísimas: la otra vez me quebré la pierna en Valle Nevado y me mandaron un helicóptero de la Alemana y no me salió ni un peso'. Ese empresario ni siquiera sabía cuánto pagaba, pero dentro del conjunto de sus ingresos seguramente no era una cantidad significativa y con eso tenía acceso a un nivel de bienestar europeo. Pero uno empieza a ver los planes más ajustados a presupuesto y la oferta es súper mezquina, y eso se refleja en muchas otras instancias: el abuso de las farmacias, por ejemplo. Entonces va a depender del presupuesto que uno maneje qué tanta indignación sienta frente a estos hechos. Para estos problemas la perspectiva individualista no alcanza. Esa mirada más egoísta es muy generalizada en Chile y es la que nos hace incapaces de generar bienes públicos y buscar el bien común y la justicia social", afirma.
Estos problemas fueron advertidos hace años…
Chile es un país malo para las reformas: Chile es un país bueno para la reacción o la revolución. La gente o quiere cambiarlo todo y partir de cero o quiere conservar la cuestión tal como está porque temen que si comienzas a cambiar algo van a terminar cambiando todo…
La Presidenta Bachelet trató de hacer reformas en esa dirección
Ahí hubo un choque entre gente que quería cambiarlo todo y gente que no quería cambiar ni una coma. El programa de Bachelet tenía una visión anticapitalista y yo no estoy seguro de que este sea un movimiento anticapitalista. Y Bachelet terminó con muy mala reputación y castigada en el voto. No porque ella haya dicho que había problemas, vamos a asumir que las soluciones que planteó fueran las más razonables.
No se atendieron los problemas y el descontento se acumuló
Cuando asumió Piñera, muchos sectores de centro derecha no Chicago dijimos que se necesitaban reformas estructurales, pero no anti mercado. El problema del gobierno de Bachelet es que se basó en el libro El otro modelo, de Fernando Atria, que es anti neoliberal. Y el anti neoliberalismo es igual de extremo que el neoliberalismo, con vicios igualmente radicales. Esa visión radical en la práctica fue mal aplicada y partía de la base que había descontento con el capitalismo.
¿No le parece que hay descontento con el capitalismo?
A mí me parece que el estallido tiene mucho de capitalista, en el sentido de demandarle al mercado que cumpla sus promesas, sus promesas de acceso a los bienes, de competencia, porque cuando uno revisa las principales demandas son contra los abusos en el mercado, pero no son demandas contra el mercado, que son cosas distintas.
Pero se piden reformas de fondo al modelo
¿Lo que la calle está pidiendo es que el Estado intervenga y se convierta en el proveedor de todos estos bienes? A mí me parece que no. Esa es la agenda de parte de la izquierda, pero el sujeto de la calle parece ser más pragmático: lo que se busca son ajustes institucionales que puedan combinar Estado, mercado y sociedad civil de distintas maneras, para que la provisión de bienes sea lo más justa, transparente y democrática posible.
¿Una economía social de mercado?
Pasar de este extremo de desregulación donde los abusos son pasados como si fueran parte del libre mercado a una economía social de mercado donde los mercados se articulan orientados a la provisión de bienes comunes, un régimen que impide que los mercados se vuelvan antisociales.
¿Cómo ha visto a la élite empresarial en esta crisis?
La elite económica en Chile tiene un problema grave derivado de la reforma agraria. Quedaron atrapados en la idea de la pendiente resbaladiza: si uno cede en algo, la cuestión no para nunca. Son profundamente reaccionarios, muy poco colaborativos, y ese es un daño enorme para el país, sobre todo considerando que muchos bienes públicos están en manos de privados. Uno esperaría un mundo privado que esté constantemente buscando mejorar sus servicios. Inglaterra, por ejemplo, es un país con un espíritu reformista muy potente. En Chile es lo contrario: se asume que lo que hay es perfecto y hay una resistencia total a cambiarlo, hasta que viene el cambio, deja la cagá y se parte de cero.
¿El sistema promueve el individualismo?
Obvio que sí. Uno de los temas de la protesta es que no tiene líderes, en buena medida es un estallido de sujetos radicales. El sujeto que protesta en la calle contra los abusos neoliberales es un sujeto neoliberal.
Las manifestaciones han llevado también a la gente a encontrarse y a conectar con el colectivo
Hay una nostalgia de la comunidad, son sujetos que se encuentran y experimentan esta experiencia de lo común, pero la pregunta y el desafío es cómo se traduce esa experiencia de lo común a las instituciones. (Alfredo) Joignant decía en una conversación que el neoliberalismo era frío y yo le decía que el Estado no es calentito. Con un Estado pobre estás sujeto a su prestación y es lo que hay. No es más humano el Estado que el mercado, y los dos se necesitan mutuamente. Es una pareja que pelea pero que jamás se va a separar.
¿Qué rescata de las manifestaciones?
Meterle presión a las élites y aterrizarlas, bajarlas del avión. Si logramos iniciar un proceso de reformas que salve el sistema democrático y a través de reformas sucesivas ir optimizando nuestras instituciones, Chile puede ser de aquí a 20 años un país mucho más sólido para enfrentar otros problemas graves que van a venir, porque el tema del cambio climático va a generar shocks económicos, ambientales, de gran magnitud, y para eso necesitamos una sociedad bien integrada, para enfrentarlos de manera solidaria y orgánica. Este remezón puede ser muy positivo y muy necesario. El tema de la identidad del país, de quiénes somos, se está modificando y eso es parte de un proceso democrático, que cada uno pueda sentir que vale y que la historia no es solo la historia de la aristocracia del siglo XIX y que hoy el país es de todos, y nuestra identidad tiene que reflejar esa diversidad. En la medida que construyamos un orden pluralista y flexible, pragmático, de Estado, mercado y sociedad civil vamos a quedar en mejores condiciones para enfrentar juntos problemas que están a la vuelta de la esquina.
¿Es partidario de una nueva Constitución?
Me preocupa que se cree un exceso de expectativas en torno a la Constitución. Es un error pensar que un cambio constitucional nos va abrir un mundo nuevo lleno de bondades. Y el tiempo que toma puede ser mucho, cuando hay temas más prioritarios. Es una decisión que está bien que se plebiscite. Para mí no es claro. Pero incluso si ganara el no, es evidente que se necesitan reformas.
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Primera persona singular. Reflexiones en torno al individualismo. Varios autores. Instituto de Estudios de la Sociedad, 2019.[/caption]
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