Streaming killed the radio star
La consagración del streaming y las plataformas dejaron fuera de juego a las radios que por casi un siglo dictaminaron lo que la gente oía. Con la música al alcance de un clic en el dispositivo que sea y cuando quieras para elegir en una amplia discografía virtual, perdió sentido definitivo el ansia por escuchar la canción de moda en la estación favorita o informarse sobre novedades.
UNO.
Los últimos retazos del siglo pasado se desvanecen en la industria musical recién concluida la década. Viejos símbolos de un antiguo orden y cultura para definir los gustos de la mayoría, en especial los jóvenes, marchan en retirada. La consagración del streaming y las plataformas dejaron fuera de juego a las radios que por casi un siglo dictaminaron lo que la gente oía. Con la música al alcance de un clic en el dispositivo que sea y cuando quieras para elegir en una amplia discografía virtual, perdió sentido definitivo el ansia por escuchar la canción de moda en la estación favorita o informarse sobre novedades. La costumbre se arrumba en desuso junto a otras viejas tradiciones como ver video música en MTV y sus distintas señales. Aún existen, están ahí disponibles. También prescindibles.
DOS.
En 2019 se vendieron más vinilos que cedés en Estados Unidos por primera vez en 33 años y se cierra un círculo, el triunfo de un retorno imposible como parecía la vuelta del viejo long play, formato que se remonta a 1948. Paradojalmente no fue una década de discos memorables porque los mecanismos de promoción regresaron a la fórmula del single antiguamente imperante, hasta que Los Beatles impusieron el valor del álbum como obra completa por sobre los sencillos.
TRES.
Si la radio cedió en su hegemonía histórica algo parecido ocurrió con el pop en inglés acostumbrado a dictar los gustos globales. Su reinado retrocedió y pactó haciendo dúos ante un mestizaje que proviene de la música urbana latina con epicentro en Colombia y Puerto Rico, mientras el K-Pop lanzó su conquista planetaria con tal éxito que el ranking Billboard no pudo obviar el impacto cultural y comercial de la factoría surcoreana que en materia musical no inventa nada (creativamente es mucho más conservadora que el reggaetón y el trap), sino que traza otros contornos presentando a cada integrante de estas boys y girls band como personajes anodinos mezcla de cómic y teleserie, junto con realzar el espectáculo en directo. Un show de K-Pop es un asunto serio de impecable factura más cerca del musical que del concierto tradicional, con un escuadrón de chicos y chicas carilindos de edad indefinida en constante movimiento.
CUATRO.
Fue esta también la década en que los jóvenes perdieron interés en otro viejo símbolo del siglo pasado como la guitarra eléctrica. Las marcas legendarias tuvieron que reacomodar todo el negocio para no ir a la quiebra. El rock, sinónimo del instrumento, desapareció de las listas confirmando su decadencia en popularidad a partir de este milenio. La única relevancia del género sigue siendo en directo —las giras, los espectáculos, el sentido teatral—, pero los exponentes envejecen junto a su público y no hay relevo artístico sub 40. Difícil que se extinga como cultura —aún vende la actitud asociada al rock—, pero su supervivencia mediática se resentirá cuando los grandes nombres concreten el retiro.
CINCO.
El streaming trae algunos efectos colaterales. Las cifras se han vuelto astronómicas por las reproducciones. Repasar una gacetilla de prensa de algún nuevo lanzamiento de Drake por ejemplo, equivale a leer un informe económico con datos irremediablemente millonarios y aburridos. De música se habla poco y nada, solo si el rapero canadiense logra vencer alguna marca de The Beatles y cómo se tatuó la icónica imagen de los fab four cruzando Abbey Road con él liderando. Enternecedor. Como si la música fuera estadística.
SEIS.
El futuro del pop seguirá en el mestizaje y pendiente de las mujeres. La década fue definida por Lorde, Billie Eilish, Dua Lipa, Ariana Grande, Taylor Swift y Rosalía. Por cierto Mon Laferte tiene altas probabilidades de escalar hasta la consagración planetaria en los años venideros, no se parece a ninguna de las anteriores. Es una época en que las individualidades destacan lejos por sobre las viejas bandas, otro formato que inexorablemente cede en relevancia en un negocio que muta y regresa sobre viejas tácticas.
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