Cuando la I Guerra Mundial (1914-1918) no llevaba siquiera un año, el trinitense Alfred E. Mendes -de 17, por entonces- se enroló en los Merchants' Contingents of Trinidad: efectivos del archipiélago caribeño, por entonces colonia británica, que lucharon "por el Rey y por la Patria". Según relata en su autobiografía, integró la 1ª Brigada de Fusileros de la Infantería, y combatió dos años en el frente belga, recibiendo una medalla por distinguirse en el campo de batalla. Hacia el final de la guerra, inhaló gas venenoso alemán y fue enviado de vuelta al Reino Unido, donde había llegado a estudiar la secundaria en 1912.
Aun si se convertiría en narrador (destacó en la literatura de las Indias Occidentales, y su primera novela la prologó Aldous Huxley), no era de contarle a los suyos las historias del frente. Empezó a hacerlo pasados los 70, y a uno de nietos, el cineasta y director teatral Sam Mendes, esas historias lo acompañaron. En lugar de cuentos de heroísmo, eso sí, el abuelo les habló de la suerte que tenía de estar vivo mientras su mejor amigo moría a su lado.
El realizador de Skyfall cuenta igualmente, en entrevista con la National Public Radio, que su abuelo era de baja estatura para los estándares de la tropa, y que eso lo hacía buen candidato para trasladar mensajes: en medio de la niebla, el enemigo no alcanzaba a distinguirlo. "Y esa fue la historia que descubrí que quería contar", agrega Mendes.
Soldados que llevan mensajes fueron la base de su primer guión, 1917 (en coautoría con Krysty Wilson-Cairns). Uno que se transformó en una película formalmente distintiva, calificada por su director como "un thriller contrarreloj". Una cinta que llega mañana a salas locales y que, contra todo pronóstico, destronó a El Irlandés e Historia de un matrimonio en los Globos de Oro, instalándose firmemente en la recta final por los Oscar (la meta se cruzará el 9 de febrero).
Pie forzado
Estrenada mundialmente en Navidad, 1917 se nos presenta como una película hecha en plano secuencia: un continuo visual donde la cámara sigue cada acción sin que parezca haber un solo corte. Como si los hechos transcurrieran en tiempo real. Y si bien cuenta con un par de estrellas de la industria (Colin Firth, Benedict Cumberbatch), la participación de estas es muy acotada, llevándose el peso mayor dos actores jóvenes, desconocidos para el gran público: Dean-Charles Chapman y George MacKay.
La película arranca en la tarde del 6 de abril del año señalado, con una imagen más bien pastoril de la campiña francesa. El retroceso de la cámara, sin embargo, nos informa que estamos en un escenario bélico, aunque no en plena actividad: los cabos Blake y Schofield descansan en la hierba, a ver si pueden dormir una siesta. Sin embargo, el primero de ellos es conminado a presentarse ante el general Erinmore (Firth) para una misión urgente, debiendo escoger, sin saber aún qué misión es esa, a otro cabo que lo acompañe. Y escoge a Schofield.
La misión improbable que se les asigna consiste en recorrer, a pie, más de 15 kilómetros de trincheras alemanas abandonadas y de tierra de nadie, para llegar donde el coronel MacKenzie (Cumberbatch) y entregarle una carta que le ordena no iniciar el ataque que tiene previsto: los alemanes se replegaron para despistar, y ahora se alistan para atacar de vuelta con más fuerza. Y si la contraparte se le va encima, se expone a una masacre. Para peor, entre los inminentes masacrados hay un hermano del propio Blake.
"Hubo momentos en que pensé: 'Estoy usando cada fibra de todo lo que sé sobre teatro y cine combinados'", ha dicho Mendes sobre una cinta cuyo rodaje comenzó en abril pasado, en Inglaterra, y que estuvo terminada a fines de noviembre. Y si bien no extraña el reconocimiento crítico a un director ya oscarizado (por Belleza americana, de 1999), la recepción ha sido particularmente elogiosa.
Por de pronto, ya hay quien consideraría un insulto que las estatuillas no reconozcan la prodigiosa fotografía de Roger Deakins (Barton Fink, Fargo), la solidez de los actores principales y los espectaculares estándares de producción: "Quizás ninguna película pueda capturar la enormidad de esa guerra, que dejó 17 millones de muertos y generaciones en duelo", comentó la BBC, añadiendo que el director personaliza la experiencia y crea "una película tensa, estimulante y profundamente conmovedora".
Por su parte, The Guardian la llamó la obra "más ambiciosa y apasionada" de Mendes, mientras Variety la consideró uno de los mayores logros cinematográficos de 2019. The New York Times, eso sí, le reprochó demasiado cálculo en su destreza visual, algo que por lo demás puede decirse de casi todas las películas realizadas en un solo plano, o que han buscado dar esa impresión (desde La soga hasta Birdman).
Con el respaldo de Amblin, la productora de Steven Spielberg -a su vez impulsor de la carrera fílmica de Mendes-, 1917 es de las películas que dejan una impresión, más allá de lo conversable de su pie forzado en las formas o del humanismo de su abordaje. Mendes, en cualquier caso, la tiene clara. "La guerra terminó hace más de cien años y aún somos consciente de ella", ha dicho. Y agrega que, así como le impactó ver una gran cantidad de tumbas sin nombre donde se libró la carnicera Batalla del Somme (1916), le pareció muy apropiado que los protagonistas de su película fueran unos desconocidos para el espectador.