En una entrevista concedida en 2002 Pedro Lemebel comparaba a Gonzalo Cáceres con Paco Jamandreu: "Es el estereotipo del gay peluquero, arribista y fascistón, que se reprodujo también en Argentina". Lemebel dijo en esa entrevista que Jamandreu era el peluquero de Evita, a decir verdad fue su modisto, pero la comparación de ambas figuras es pertinente porque tuvieron acceso al poder.
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Sin embargo, la cordillera acá plantea la primera diferencia: mientras Cáceres es completamente desconocido en Argentina, Paco en Chile lo es en menor medida, porque fue una figura a nivel mundial, y es que precisamente esa diferencia radicaba en que la señora Lucía no estaba a la altura de Eva Duarte de Perón. De ella no se hizo ópera rock (con Madonna interpretándola), ni hay un movimiento político con su nombre ni un edificio con su figura iluminada por las noches sobre la Avenida 9 de Julio.
Tampoco Gonzalo Cáceres escribió algo como Evita fuera del balcón, en donde Paco Jamandreu relata su relación con algo más que la primera dama argentina. Los dibujos del modista trasandino eran, además, alabados en todo el mundo: en 1980 en un ranking publicado en Roma figuraba segundo.
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Paco Jamandreu.[/caption]
Este año se cumplen 25 años de la muerte de Jamandreu. La editorial cordobesa Caballo Negro, con motivo del centenario de su nacimiento, reeditó el año pasado este libro, donde además de su relación con Evita entrega su visión histórica-artística de este fenómeno de la política trasandina. Porque para él había dos Evas: la artista y la política. Una vino después que la otra, pero la artista le prestó mucho a la líder política.
Eva, proveniente de un pueblo de provincia, había llegado con casi dieciséis años a Buenos Aires, con la idea de convertirse en una gran artista. Entre las actrices que admiraba estaban Libertad Lamarque, Tita Merello y Alicia Vignoli. Su carrera fue meteórica, convirtiéndose en actriz de teatro, cine, publicidad y radioteatro. En 1944, un año antes de su retiro de las tablas que coincidió con su matrimonio con Juan Domingo Perón, Evita mandó a llamar a Paco Jamandreu. Ambos eran de la misma edad, pero Evita lo trataba de pibe o pendejo. Para esa fecha Eva ya estaba de novia con Perón, pero Perón aún no era Perón.
En aquel primer encuentro, Evita le dijo a Paco: "Estoy en el lugar, el justo lugar, en que mi camino se abre en dos, el que siempre soñé, el cine. El otro al que me llevan las circunstancias. En el primero todavía no tengo y quizás pueda elegir los directores, en el otro ya está el hombre". Evita aún no sabía qué camino recorrer, pero sabía que uno era excluyente del otro.
Pero aquel día además Paco conoció a Perón, a quien vio tirado en una cama comiendo un sándwich de chorizo. Eva trató de que el joven modisto no se desconcentrara y rápidamente le dijo que necesitaba un traje para la conmemoración del primero de mayo. Perón era secretario de Trabajo y Previsión, y con Evita harían su primera aparición en público para esa fecha, por lo que el vestido debía ser especial. Sin vacilar Paco Jamandreu respondió que ese vestido tenía que ser un tailleur príncipe de Gales, con doble abotonadura y cuello de terciopelo.
Evita quedó conforme con la idea, pero necesita conocer más a este pendejo, por lo que lo invitó al otro día para que fueran a una villa miseria. Aquel domingo en el que llegaron en auto la gente, especialmente las mujeres, la reconocía del radioteatro. Jamandreu no pudo olvidar cómo "sus mocasines blancos se hundían en el barro gradoso" y cómo entraba en varias casillas, saludando a los nenes y preguntando por sus padres. Después se fueron a almorzar a un restaurante de estirpe y ahí Eva le propuso otro trabajo: se trataba de una gala para el Teatro Colón hasta donde iría toda la burguesía de Buenos Aires. "Así", escribe Jamandreu, "nació un vestido de raso negro de enorme pollera con corsage y largas mangas hechas en tiritas muy finas de terciopelo negro con una azabache en cada cruce".
La noche de la gala en el Teatro Colón Evita estaba deslumbrante con su vestido. Perón había conseguido que el evento, o mejor dicho el debut de Evita en la alta sociedad, fuera cubierto por revista El Hogar, la misma donde Borges escribía: "Yo no sabría decir ahora, tantos años después, quién me impresionó más, si la muchacha de pollera paisana, con los pies hundidos en el barro de una villa, o la bella figura, casi de cera, que entró al Colón, ante el comentario y el murmullo de la noche del 24 de mayo". De todos modos la impronta de Evita, si bien destacaba por el vestido, era un conjunto compuesto de muchas cosas prestadas: estola, joyas de fantasía y desde luego su propia figura.
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Eva Perón.[/caption]
El trato de Paco Jamandreu con Eva, en el que fueron amigos y confidentes, se dio en ocho intensos años, entre 1944 y 1952, año de la muerte de Eva. Entre medio se casó con Perón, llegó a ser primera dama y luego la líder política que se conoce hasta ahora, y finalmente enfermó, aunque la enfermedad no la detuvo en el trabajo de su fundación.
Según Jamandreu, la rutina de Eva, con Perón ya en el poder, arrancaba a las seis y media de la mañana, a veces poco después lo llamaba a Paco por alguna urgencia; luego venía Julio Alcaraz, el peluquero de toda su vida, que, como Paco, tenía a su entera disposición; desayunaba frugalmente, con té y casi no tocaba las dos o tres galletitas que Irma, su mucama, ponía para ella; cada dos días se hacía las manos; un secretario entonces entraba para informarle lo que tenía para hacer en el día, y a eso de las diez partía a la fundación.
La fundación, que arrancó con un capital de diez mil pesos argentinos (US 2.500 dólares de la época), tenía como misión distribuir los regalos que le hacían a ella y a Perón, pero se cuenta que había muchos regalos que ella exigía a los empresarios, como bicicletas, siempre pensando en los chicos. El capital inicial de la fundación se acrecentó con donativos de los grandes empresarios y terratenientes. E incluso "se ha llegado a comentar que ella misma revisa bolsillos de embajadores, ministros y diputados y acepta para su fundación todo el dinero que en ellos encuentra".
Pese a lo obsesiva que es con su fundación, según su modisto, "su mira es Trabajo y Previsión; allí se transfigura y realmente da una imagen total de entrega a los que recurren a ella. Filas y filas de gente con problemas que atiende con infinita paciencia; toma nota, da órdenes". El impacto por su compromiso social entre la gente es inmediato y pasa a ser el complemento perfecto para Perón, convirtiéndose en la intermediaria entre el pueblo y Perón. Según Jamandreu, "si uno analiza la cantidad de desaciertos de Juan Perón desde el momento mismo en que muere Eva Perón tiene, no puede dejar de hacerlo, que creer que el genio fue Eva Perón". Puede que el modisto exagere, pero esta apreciación es el resultado de la admiración que le tiene, más allá de sus coincidencias políticas con el peronismo. En otras palabras, Paco Jamandreu fue un "evista".
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El 17 de octubre de 1945, cinco días antes de su matrimonio con Perón, Evita se encuentra con que su futuro marido está detenido. Ese día, que hoy se conmemora como el día de la lealtad peronista, Evita es una de las incitadoras de una huelga general, que llevó a exigir la liberación del ese entonces coronel Perón; huelga y movilización que desembocó en la Plaza de Mayo. Era la primera vez que los famosos descamisados o las "patas", gente de la clase obrera y popular, se daba cita allí: "Y a esos momentos del 17 de octubre en el que se juegan nombres, acusaciones, muertes a mansalva, Eva, que ya es Evita, decide su destino y el del país". Porque fue ella la que arengó a la gente, fue a los barrios y condujo un hito histórico en el país trasandino.
Con los años, este hito en poesía fue inmortalizado por La saga del peronismo (1964), de Darío Cantón, y Las patas en las fuentes (1965), de Leónidas Lamborghini. También con los años el papel de Evita en ese 17 de octubre sería relativizado por los historiadores, porque aún ella no tenía los contactos con los sindicatos que luego sí tendría.
En 1946 Perón asume como Presidente y un año después Evita viaja a Europa. En el aeropuerto de Barajas, con un calor de 42 grados, ella desciende las escalinatas de su avión luciendo un vestido de encaje rojo y un sombrero con plumas: "En el trayecto de Barajas a Palacio recibe piropos de salerosos madrileños, las manos se baten en palmas a su paso". La recibe Carmen Polo de Franco, la esposa del dictador español, y juntas recorren hospitales, museos e iglesias. Cuando llega a Francia, el recibimiento es mucho más frío, ya que los franceses no logran comprender su función política, aunque sí resaltan su belleza y juventud. Pese a ello, captará la atención del modisto Christian Dior, quien no dejará de mandarle vestidos a Buenos Aires, algunos de los cuales serán adaptados por el propio Jamandreu. En El Vaticano la recibe el Papa Juan XXIII.
Para este viaje Evita tenía 28 años, y "en Buenos Aires los telegramas y fotos que llegan de Europa son comentados en distintos tonos". Con esto se ganó a la clase media, que la resistía, pero también se convertía en una figura nacional, más allá de lo artístico y lo político.
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En cuanto a su salud, nunca fue robusta. Por ejemplo, detestaba tomar sol, pero una vez cuando vio que toda la gente lucía un tono de piel dorado decidió hacerlo, se quedó una hora al sol y las consecuencias no se hicieron esperar. A la noche tenía cuarenta grados de fiebre y su piel estaba quemada. Desde aquella vez nunca más volvió a exponerse al sol. Pero su salud ya no será la misma. Surge el cáncer.
Poco antes de su muerte dicta La razón de mi vida, un libro que por muchos años se le atribuyó pero que en realidad escribió un periodista español. Según muchos ese testamento político fue intervenido por Perón. Martín Kohan señaló en un ensayo que "si Evita viviera sería montonera, sin embargo Perón no permite esa conjetura, porque él desató la represión contra montoneros. Por otro lado, Isabel Perón vive, pero para muchos está muerta; es decir Evita muerta está viva". Para Jamandreu, el libro "no enriqueció para nada su trayectoria, no le hizo ganar adeptos, como lo ha logrado su obra". Sin embargo llegó a ser texto escolar. En definitiva si uno quiere conocer a la verdadera Evita vale más ver sus películas o leer textos como los de Paco Jamandreu, que sin ser históricos relatan de primera mano lo que fue una vida.
Eva Perón murió un 26 de julio de 1952, a los 33 años, y sus funerales fueron organizados por Perón. Quizá por eso, como escribió Fogwill en un cuento, su velatorio en el Congreso Nacional fue tan multitudinario; ni el del propio Perón veinte años después fue tan multitudinario. El cadáver de Evita fue embalsamado y llevado a la Confederación General del Trabajo (CGT), donde en 1955 fue secuestrado y profanado por la dictadura de la Revolución Libertadora, reapareciendo diecisiete años más tarde.
Como consigna Evita fuera del balcón, la Revolución Libertadora quiso rematar 536 vestidos de la ex primera dama. En general el lote eran casi puros vestidos de fiesta, así que con eso simbólicamente se estaba rematando a Evita, cosa que fue leída por sus seguidores, pese a la proscripción que pesaba sobre el peronismo. Sin embargo, los ejecutivos del Banco Municipal de Buenos Aires (hoy Banco Ciudad), encargados del remate, informaron inesperadamente que no se llevaría a cabo. Pero la suspensión, que había tenido en vilo a los partidarios de Evita, entre ellas actrices de televisión que la admiraban, lejos de calmar los ánimos, los exacerbó: "Aparecieron entonces patrulleros de las seccionales séptima, octava y novena, un carro de asalto de la guardia de infantería y una ambulancia". La protesta de la gente se basaba en que una vez muerta Evita, sus prendas le pertenecían al pueblo.
En 1975, cinco años antes del libro de Paco Jamandreu y un año después de la muerte de Perón, se estrenó la ópera rock Evita, creada por Andrew Lloyd Webber y Tim Rice. En 1996 Madonna interpretaría el rol protagónico en la película musical del mismo nombre, que dirigió Alan Parker.
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