Jovencitas de nuevo cuño
Mujercitas reivindica la nobleza y la versatilidad de sus personajes, dejando atrás la idea de "película familiar" y proponiendo un retablo dolido, asordinado y a ratos muy luminoso. Por eso la película resulta entrañable y por eso la adaptación asoma necesaria, aparte de original.
Volver a un clásico como Mujercitas supone validar la perdurabilidad de lo escrito hace un siglo y medio. Y supone, aunque no sea indispensable, tener desde el cine una relectura que aportar. Esto viene al caso con un libro entre cuyas no pocas adaptaciones hay al menos un par de filmes sobresalientes, si no clásicos: la versión de George Cukor (1933) y la de la australiana Gillian Armstrong (1994), con Katharine Hepburn y Winona Ryder, respectivamente.
Quien toma ahora esta posta es la actriz, guionista y directora Greta Gerwig, que hace un par de años rompió la burbuja indie con Lady Bird. Nominado a seis estatuillas, incluyendo Mejor película, el filme debe ser el que más licencias se ha tomado respecto del material de origen.
La historia de base sigue siendo la de las cuatro hermanas March, que viven en Concord, Massachusetts, iniciada ya la Guerra de Secesión: Jo (Saoirse Ronan), Meg (Emma Watson), Amy (Florence Pugh) y Beth (Eliza Scanlen). Con el padre en el frente de batalla, la madre abnegada (Laura Dern) hace lo que mejor puede para mantener el hogar a flote, mientras Jo cultiva sus dotes de escritora y "Laurie", vecino vividor y acomodado (Timothée Chalamet), se convierte en uno más de la casa. Eso sí, el abordaje es distinto.
Por de pronto, no hay acá la linealidad cronológica de la novela, así como tampoco el off del filme de 1994, que sumaba elementos a un tono "familiar". Lo que hay es una reformulación temporal que centra el interés y el discurso en una Jo que apenas disimula su condición de alter ego de Louisa May Alcott. Una joven intensa, sensible, independiente y testaruda, que quiere abrirse un lugar en el mundo sin cargarlo todo a su corazón ni a su belleza ("Prefiero ser soltera y remar en mi propia canoa", dice).
Tanto Jo como Amy encarnan una idea de feminidad empoderada que no solo se ajusta a los tiempos que corren. También reivindica la nobleza y la versatilidad de sus personajes, dejando atrás la idea de "película familiar" y proponiendo un retablo dolido, asordinado y a ratos muy luminoso. Por eso la película resulta entrañable y por eso la adaptación asoma necesaria, aparte de original.
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