"Así es como gano", le dice a otro personaje Howard Ratner, de lentes oscuros, revestido en joyas y con una sonrisa que termina en una mandíbula firme. Más tarde, ante la mirada irascible de sus enemigos, pone una expresión similar y junta las puntas de sus dedos para manifestar, sin necesidad de palabras, lo mismo: "Así es como gano".
Para el actor que lo interpreta y lo hace vibrar en la pantalla, los 135 minutos de Uncut gems son una completa declaración de victoria. Aunque cargue con un mote de cómico irregular y, en el peor de los casos, difícil de soportar, Adam Sandler (53) se alza en la película de los hermanos Josh y Benny Safdie como un actor prodigioso, capaz de pasar por estados de furia, vulnerabilidad, delirio y hasta enamoramiento. Probablemente como nunca antes en su carrera, se esfuma la figura del actor y timbra una interpretación con todos los ingredientes de un personaje icónico, memorable, gigantesco.
Su último rol también ha funcionado con eficacia en la taquilla en Estados Unidos. Siendo una película de escala pequeña (si es que puede serlo un filme producido por Martin Scorsese y con un elenco que incluye a la exestrella de la NBA Kevin Garnett), lleva recaudados US$ 46 millones desde su debut a mitad de diciembre, más del doble de su presupuesto.
Si el éxito en Hollywood lo define la mezcla de una gran película con buen rendimiento comercial, Uncut gems puede pelear perfectamente el puesto de cumbre de la carrera de Sandler. Sin embargo, el rey de la comedia entre fines de los 90 y buena parte de los 2000, odiado y amado en dosis similares, sigue siendo rechazado como "actor serio" por parte de la industria. Pese a Embriagado de amor (2002), de Paul Thomas Anderson, o títulos más que respetables como Reign over me (2007) o la dramedia Funny people (2009), hay quienes no ven redención posible para una carrera lastrada de al menos una decena de películas de cuestionable calidad, y encumbrada como la segunda con más galardones y candidaturas a los premios Frambuesa a lo peor del cine.
Podría interpretarse de esa manera que los votantes de los Oscar lo omitieran de las nominaciones a la edición que se entrega en febrero. Little Nicky (2000), Mr. Deeds (2002), Jack & Jill (2011) y un puñado de vapuleados títulos de Netflix no pasaron colados para la institución, quizás convencida de que el "daño" que ha provocado es irreparable para la historia del cine. De manera anónima, un miembro de la Academia tildó de "arrogante" y "falta de respeto" al actor, a causa de una declaración de diciembre que nadie podría tomarse en serio. En medio de la lluvia de elogios en torno a su papel, declaró en entrevista con Howard Stern que si no le daban la estatuilla dorada haría una película "tan mala a propósito solo para que todos paguen".
Fuera de las discusiones sobre los méritos de su actuación y la seriedad real de los Oscar (que le concedieron cero candidatura a Uncut gems, pese a ser una de las películas más aclamadas del año, tal como ocurrió con otras celebradas apuestas independientes, como The farewell y El faro), quizás su omisión instaló un tema más interesante y enigmático: qué hay detrás de su compulsión por hacer historias que provocan comentarios generalmente negativos, sobre todo en los últimos años, lejos del humor que pudo haber funcionado en Happy Gilmore (1996) o El cantante de bodas (1998) o de la chispa de sus comienzos en Saturday Night Live.
La periodista Jamie Lauren Keiles, de The New York Times, pasó dos días junto a Sandler en octubre para escribir un perfil sobre él. En 23 años, tiempo en que el actor logró tanto odio como fascinación, fue la primera vez que dio ese tipo de acceso a un medio. Allí sus mejores amigos, los mismos con los que ha hecho películas que han arrasado en los premios Frambuesa (de Rob Schneider a Steve Buscemi), lo describen como leal y se declaran dispuestos a todo por él. Además, las imágenes que evoca el texto lo retratan como un buen tipo, un hombre de familia y un amor con sus fans. Cuesta imaginar en alguien que lo pase mejor haciendo películas que Sandler con su productora Happy Madison y su círculo habitual.
Pero en las últimas semanas ambos mundos han colisionado. Como cuando en los premios SAG Jennifer Aniston -su dupla en la película de Netflix Misterio a bordo- lo reivindicó los últimos segundos de su emocionado discurso. "Tu interpretación es extraordinaria y tu magia es real", dijo. Algo similar a lo que pasó con Drew Barrymore entregándole el galardón a Mejor Actor en los premios del National Board of Review, por su rol en Uncut gems.
También es cierto que, para lo prolífico que es, hay cierta aversión a unirse a proyectos que lo alejen de la comedia familiar. Luego de años intentando convencerlo, los hermanos Safdie solo lograron que aceptara protagonizar Uncut... cuando en el Festival de Cannes de 2017 vio su película anterior, Good time, que además de tener el mismo nervio que los ha hecho una dupla consular del cine independiente norteamericano, contaba con una actuación consagratoria por parte de Robert Pattinson, otro actor alguna vez vilipendiado.
En una coincidencia clave, Sandler figuraba en la principal sección de Cannes con The Meyerowitz stories, la anterior buena película que hizo durante la década que acaba de terminar. Su rol del hermano de Ben Stiller e hijo de Dustin Hoffman, bajo la dirección de Noah Baumbach (Historia de un matrimonio), le reportó buenas críticas. Hasta logró nominaciones como Mejor Actor de Reparto a los Critics Choice Awards y a los Gotham Independent Film Awards (que también lo consideraron este año por su último protagónico), pero de nuevo no le alcanzó para pelear fuerte en la temporada de premios.
Aceptando que nunca habrá consenso en torno a Sandler, habría que marcar una ruta. Para sus devotos, que tal vez esperan una tercera parte de Son como niños o una nueva reunión con Barrymore, este año habrá una nueva película junto a Netflix, Hubie Halloween, donde interpreta a un tipo "centro de burlas para niños y adultos por igual" que termina implicado en un asesinato en plena celebración de fines de octubre. Es la sexta película en seis años con la plataforma, parte de un vínculo al que le restan dos más con su productora.
Pero para los que alucinen con su Howard Ratner, está Goldman V Silverman, el cortometraje que los hermanos Safdie liberaron de manera sorpresiva la semana pasada en internet. De noche en Times Square, Sandler es un artista callejero pintado de dorado que defiende su lugar de otro tipo que quiere arrebatárselo, interpretado por Benny Safdie. Son solo seis minutos que extienden la temporada más dulce de Sandler, esos meses en que hasta el retirado Daniel Day-Lewis se rindió a sus pies.