"¿Escribe aún? ¿No escribe ya? ¿Por qué no ha publicado más después de La última niebla y La amortajada?", se preguntaba el crítico Alone en los años 60, dos décadas antes de la muerte de la escritora María Luisa Bombal, ocurrida en 1980, a los 69 años. "¿Ha muerto? ¿Es un caso como el de Rimbaud?", apuntaba Alone sobre la narradora, que antes de los 30 años dio a conocer esas dos extrañas novelas, que alumbraron el camino de la literatura nacional hasta entonces conocida por sus historias realistas.

Bombal luego publicaría algunos cuentos memorables, como El árbol (1939), pero no mucho más. Después vino el silencio, y tras vivir en París, Buenos Aires, Washington, ser madre de una hija llamada Brigitte, que se volvería un fantasma en su vida, y compartir amistad con Neruda, Mistral, Borges, pasó sus últimos años en Chile, atrapada por el alcohol, sin que nunca llegara el Premio Nacional de Literatura.

"Intenta dejar de beber muchas veces. Consigue vivir algunos meses de abstinencia, pero no duran demasiado. Sigue bebiendo, pero siempre discreta, silenciosa, a pesar de que todo se hace insostenible", escribe Diego Zúñiga en María Luisa Bombal, el teatro de los muertos, perfil biográfico que ahora publica Ediciones UDP.

A 40 años desde su muerte, el nuevo ejemplar aclara varios mitos de la "escritora romántica", que intentó suicidarse por ese amor no correspondido que fue Eulogio Sánchez, al que luego, en 1941, disparó en pleno centro de Santiago. Bombal fue una compleja creadora, que solo abordó como telón de fondo los conflictos sociales en sus libros y que diría del feminismo: "No me inspiró para nada el feminismo, porque nunca me importó".

La Bombal, aquella mujer que reunió a Borges con Augusto Pinochet en la Universidad de Chile, cuando el escritor argentino recibió el doctor honoris causa, el 21 de septiembre de 1976, el mismo día que en Washington explotaba una bomba en el auto del excanciller chileno Orlando Letelier.

A pesar de haber sido una autora oficialista, Bombal no recibió el Premio Nacional de Literatura. "No era una escritora que fuera a eventos. No tenía una presencia pública tan fuerte, pero se sabía que apoyaba la dictadura. Ahora, que fuera mujer y, además, dueña de una obra rara, así era imposible que recibiera el Premio Nacional", cree Zúñiga, quien en 2016 comenzó a perfilar a la Bombal cuando la editora argentina Leila Guerriero le pidió aquel texto para el libro Extremas (2019). Finalmente, por un asunto de tiempo, el periodista y autor de novelas como Camanchaca, solo después pudo concluir el volumen María Luisa Bombal, el teatro de los muertos, que abre con un epígrafe demoledor de Josefina Vicens: "Yo no quiero escribir. Pero quiero notar que no escribo y quiero que los demás lo noten también".

El fin en el Hospital del Salvador

Nacida en Viña del Mar en 1910, su madre, Blanca Anthes, le leía desde pequeña cuentos de Andersen. A María Luisa, claro, y a sus hermanas, las mellizas Loreto y Blanca. El padre, Martín Bombal, murió cuando la escritora tenía nueve años. Es cuando la madre decide partir a Francia.

Es la década del 20, con Ezra Pound, T.S. Eliot y Hemingway recorriendo las calles de París. "En París descubriría a los clásicos franceses del XIX -Balzac, Flaubert y Stendhal-, también el impacto de leer Werther siendo una adolescente es algo que nunca olvidó", anota Zúñiga de la autora, quien se formó en La Sorbona. También ingresó a una escuela experimental de teatro, donde fue compañera de Antonin Artaud.

A los 21 años regresó a Chile y pronto hizo amistad con Marta Brunet y Pablo Neruda. "Es la única mujer con la cual se puede hablar seriamente de literatura", solía decir el poeta. En 1933 decide partir a Buenos Aires, donde estará siete años. Neruda ejerce labores de cónsul y vive en su hogar. Pero la Bombal hará sus propias amistades y así conoce a García Lorca, Borges, Oliverio Girondo, Norah Lange, Victoria Ocampo y publica en la revista Sur. En Argentina aparece su primera novela, La última niebla (1934) y luego vendrá La amortajada (1938). Ambos títulos serán reeditados en Chile, con tiradas de 40 mil ejemplares.

Después de Buenos Aires, Bombal regresa al país y vive el drama de Eulogio Sánchez, un amor fatal. "Está perdida, no habla, no logra salir de esa pieza oscura que es su cabeza", anota Zúñiga sobre los momentos posteriores al disparo contra su amado en calle Agustinas. Eulogio no muere, y ella será derivada a la Casa Correccional de Mujeres.

Poco tiempo después, en 1944, se va a EE.UU. Primero en Washington, después vive en Nueva York. Se casa con el conde francés Raphael Saint-Phalle. Ese mismo año, el 44, nació su hija Brigitte. La escritura vuelve a iluminar sus días y publica la novela House of mist (1947) por Farrar, Straus and Company. Vende 100 mil ejemplares y es traducida al francés, checo, alemán, sueco y japonés.

En Nueva York hace amistad con Gabriela Mistral. En 1967 la postulan por primera vez al Premio Nacional. Intenta ser una buena madre, pero no resulta. "Brigitte sería una historia incómoda; un relato doloroso, lleno de silencios, de desencuentros, de una distancia irrecuperable", anota en el volumen Zúñiga, quien entrevista al exalcalde y político Carlos Bombal, el único que conserva material de su tía escritora.

En agosto de 1973 Bombal regresa a Chile desde EE.UU. Deambulará en casas de amigos entre Viña del Mar y Santiago, y morirá, tras ser diagnosticada de cirroris en el Hospital del Salvador, en mayo de 1980. "Cuando regresa al país, cada vez que aparece su nombre en la prensa se relaciona con el Premio Nacional", comenta Zúñiga. "Ella necesitaba el dinero, no tenía la estabilidad económica. Hay imágenes terribles, como que están los amigos con copas de champagne esperando que reciba el premio y no se lo gana", agrega.

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María Luisa Bombal, el teatro de los muertos. Diego Zúñiga.

Ediciones UDP,

135 págs.

$ 12.000[/caption]