A Hollywood le gustan los regresos en grande. Forma parte de su narrativa autoimpuesta y respetada por años. Grandes personalidades un día, que han pasado al silencio y que han renacido casi de las cenizas. Pero la distancia y el tiempo no destruye a los mejores; ya lo decía Gloria Swanson en el clásico de Billy Wilder El ocaso de una vida: "Sigo siendo grande, son las películas las que se han hecho pequeñas".
Uno de los regresos más aplaudidos del último tiempo es el protagonizado por Renée Zellweger en el drama biográfico Judy, dirigido por el inglés Rupert Goold y que el jueves llega a salas, acerca de la vida de Judy Garland, la estrella juvenil que alcanzó la fama y que fue masticada y digerida por una industria insaciable.
Es el año 1969 y los días dorados de actriz amada y admirada han quedado atrás. A los 47 años Judy Garland está en la bancarrota, por lo que decide aceptar una serie de presentaciones en Londres. Una vez en Europa, en la soledad y con la presión de las shows en sus hombros, los demonios nunca exorcizados comienzan a hacer su aparición.
Utilizando algunos flashbacks de la juventud de Judy Garland, Goold nos presenta a aquella joven que siendo sólo una quinceañera firmó un contrato con MGM, lo que la llevaría a protagonizar clásicos como el mencionado Mago de Oz (1939) y Cita en San Louis (1940). Y también transformaría y dañaría su vida de manera irreparable. El entonces jefe del estudio, Louis B. Mayer, tomó especial cuidado con el producto más valioso con que contaba. Controlando la vida de Garland, desde lo que vestía, con quién salía y qué comía, pronto la hizo adicta a anfetaminas y barbitúricos.
La pesadilla del estudio duró por 15 años, hasta que en 1950 logró rescindir el contrato y quedar libre. Pero la libertad siempre es relativa y la suya estaba ligada a los traumas y adicciones con los que tuvo que vivir el resto de su vida y que nunca le permitieron vivir en libertad.
Concentrando la historia en el tiempo poco antes de su muerte por sobredosis, Goold se enfrenta a una diva en decadencia, adicta e inestable. Una diva que ya no está en la plenitud de sus condiciones y que ha perdido algo de voz. Zellweger está impecable al captar los manierismos de la actriz y sabe utilizar sus aptitudes de cantante a la perfección. Tanto director como actriz han declarado que no buscaban una imitación perfecta de Garland, más bien pretendían canalizar quién era ella. En ese sentido es una actuación que se aleja del trabajo hecho por Rami Malek en Rapsodia Bohemia, quien se transformó en Freddy Mercury. Zellweger no busca ser Garland, pero sí quiere comprenderla y entregarle una vida teñida de su propia experiencia en Hollywood.
Comenzando en 1992 con esporádicas apariciones en serie de televisión, Zellweger logró su primer protagónico en un largometraje en 1995, aunque la cinta era de dudosa calidad. El Regreso de la Masacre de Texas la protagonizó junto a un joven Mathew McConaughey y a pesar del decepcionante resultado, un año más tarde estaría junto a Tom Cruise en Jerry Maguire. El año 2000, el connotado director Neil Labute la eligió como protagonista de la comedia negra Persiguiendo a Bett, lo que trajo consigo buenas críticas a su trabajo y una popularidad que sólo iba en aumento, pero nadie nunca imaginó que ésta explotaría hasta la estratósfera.
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Renée Zellweger dice que no buscó imitar a Judy Garland (a la izquierda) sino más bien comprenderla.[/caption]
El estreno de la comedia inglesa El Diario de Bridget Jones en 2001 supuso su primera nominación al Oscar y su transformación en un ícono de la cultura pop. Amada por todos, su siguiente proyecto fue el musical Chicago (2002) y su segunda nominación a Mejor actriz, premio que por fin ganaría al año siguiente por Regreso a Cold Mountain. Trabajadora incansable, pronto vendría la segunda parte de Bridget Jones, El luchador junto a Russell Crowe y luego la crudeza de enfrentar la realidad: buenos roles para mujeres no abundan y el trabajo duro pasa su cuenta. Es así como el 2010 optó por alejarse de Hollywood.
El escrutinio
"Me estaba mintiendo y no sé porqué", declaró a The New York Times. "No vi el lado extenuante. Hubo un momento en que dejé de darme cuenta que debía cuidar de mí misma". Decidida a hacer cosas que le dieran real satisfacción se preocupó de su familia, escribió y apoyó causas benéficas.
En el 2014 apareció con un rostro nuevo producto de las cirugías, y las críticas, el escrutinio público y el sexismo al que se vio enfrentada la llevó a escribir un ensayo publicado en el 2016 en el Huffington Post titulado We Can Do Better (Podemos Hacerlo Mejor), en el cual habla de la cultura de los rumores y especulaciones bañadas en discriminación.
Un hiato de seis años fue el que la actriz se permitió alejada -en parte- del ruido mediático. Volvió el 2016 con la tercera parte del personaje que más la identificó, Bridget Jones e hizo su ingreso en el gigante del streaming, Netflix, con el thriller What/if. Ambas apariciones le valieron críticas mixtas, y no fue hasta el estreno de Judy en que Zellweger puede decir "estoy de vuelta".
Aquí brilla de nuevo, al unir su vida al de aquella diva triste y vapuleada. Un rol que excede al resultado de la cinta y que la tiene de vuelta en las grandes ligas con las mejores críticas de su trabajo en un largo tiempo. Un regreso con fuerza, de esos que Hollywood ama.