La historia de Makiza es la historia de cuatro cabezas. Ana Tijoux, Seo2, Cenzi y DJ Squat formaron un sólido bloque durante su breve período de actividad conjunta, entre 1997 y 2000, materializado en el legendario caset independiente Vida salvaje y en el fundamental disco Aerolíneas Makiza. La posterior encarnación del grupo, recordemos, tuvo a otros integrantes y siguió un rumbo distinto. El despolitizado Casino Royale fue más bien el debut en solitario de Ana Tijoux acompañada de Seo2, Sonido Ácido y Nakeye. Los conflictos entre Ana y Seo, de hecho, se originan en aquella existencia posterior. Sin embargo, con su formación clásica, Makiza siempre respondió a una lógica grupal. Cuando el reputado productor argentino Gustavo Santaolalla quiso ficharlos en su sello, Surco (casa de éxitos noventeros como Bersuit Vergarabat o Molotov), lo que impidió cerrar el acuerdo fue su propuesta de poner a Tijoux en primer plano y al resto en segundo. Lo que el cuarteto quería era que todos brillaran por igual.
La historia de Makiza es la historia del hip hop chileno de los noventa. Si la primera camada venía de los ochenta en la calle Bombero Ossa, la segunda emergió en la década siguiente desde la Estación Mapocho, donde Ana Tijoux deslumbraba con su freestyle y los otros integrantes cocinaban desde fanzines hasta fiestas. Parafraseando a Juan Sativo, eran todos como amigos: la tónica de las reuniones era compartir lo aprendido para que así cada uno de los asistentes siguiera diseminando por su cuenta la buena nueva. El impacto de los encuentros en Mapocho se hizo sentir en todo Santiago. Cuando apareció Vida salvaje, el ruido en torno a Makiza era inescapable en la comunidad hip hop. Se trataba del mejor producto salido de todas las cruzas que se daban ahí, y que no eran pocas. Un dato rosa: antes de ponerse en contacto con Squat, su compañero de colegio, Ana tenía un dúo con Zaturno.
La historia de Makiza es la historia de los hijos del exilio. Francia, Suiza, Canadá y Ruanda son los países desde donde llegaron Ana Tijoux, Seo2, Cenzi y DJ Squat, respectivamente. La suma de sus acervos culturales se volvió un rasgo fundamental a la hora de distinguirlos del resto. Ana no solamente era una mujer rapera, algo muy novedoso en su momento, sino también una artista que se expresaba sin el miedo de los que vivieron la represión dictatorial. Seo2, en tanto, sobresalía por ser un gentleman de elegante pluma, en contraste con letristas de menor bagaje literario y un repertorio más limitado de conceptos. Por su lado, Cenzi tenía el cerebro lleno de música: fue uno de los que volvieron a Chile cargado de cedés que rápidamente serían pirateados por doquier, además de una colección de samples y conocimientos de piano clásico. Desde las tornamesas, DJ Squat, que venía de un mundo con gran sensibilidad artística, se reveló como un temerario de los platos, siempre inclinado a probar técnicas distintas en búsqueda de nuevas formas de abordar el scratch.
La historia de Makiza es la historia del boom del rap en Chile. Luego del éxito de Ser humano, todos los sellos querían tener su propio Tiro de Gracia. De ahí el apuro en firmar nombres tan disímiles entre sí como La Frecuencia Rebelde o Rezonancia, para probar suerte en un mercado ávido de rimas y beats a juzgar por la reacción multiplatino al trabajo de Juan Sativo, Lenwa Dura y Zaturno. Las miles de copias que vendió Aerolíneas Makiza son el testimonio del enorme interés del público local en el hip hop, que pronto se volvería una moda removida de sus cimientos. "De repente, personas que nunca en su vida conocieron a Public Enemy andaban declarándose raperas después de escuchar "El juego verdadero" y "La rosa de los vientos", recuerda Cenzi. El documental Makiza: Hijos de la rosa de los vientos da cuenta de la rapidez con la que el grupo se hizo famoso, un ascenso que mareó a la autoexigente Ana, incómoda con el impresionante éxito de un proyecto al que, según su apreciación, todavía le faltaba pulirse para alcanzar su potencial.
La historia de Makiza es la historia del descontento chileno. En su libro Hijo de la rosa de los vientos, a medio camino entre unas memorias y una biografía de Makiza, Cenzi rescata un viejo texto de Seo2 que describe con precisión la apuesta del cuarteto: "Hip hop relajado y con conciencia, comprometido y decidido a encontrar soluciones a problemas sociales actuales. Música con temperamento y fuerza". En el plano discursivo, el nivel de Aerolíneas Makiza era algo inédito en el rap chileno. La rabia de siempre nunca había sido articulada con semejante finura y tacto, ni tampoco con un sentido musical tan exquisito. Sus canciones de protesta impusieron mensajes contestatarios en la alta rotación de las emisoras juveniles noventeras, donde, salvo casos excepcionales, la música de alto calibre político no tenía mayor cabida (aunque probablemente era más que ahora). En la letra de "En paro" hay señales del mismo descontento que explotó el 18 de octubre, mientras "La rosa de los vientos" profundizaba en dilemas existenciales y delicados asuntos identitarios cuyo origen era claramente el exilio de sus padres durante el régimen de Pinochet. Ni hablar del espesor de sus canciones sobre el valor de la mujer ("Tu luz + su luz") o el abandono familiar ("In loco parentis"). Mientras siga existiendo fricción en Chile, las rimas de Makiza nunca pasarán de moda por mucho que el rap y sus tendencias cambien de un lado a otro.