El filósofo Roger Scruton quería ser escritor, pero pensó que una carrera en la academia le podría dar los recursos para serlo. Estudió en Cambridge y más tarde se convirtió en profesor en la Universidad de Londres. Lo fue por dos décadas, desde 1971 a 1991, período durante el cual se mostró como un fiero "conservador" alcanzando figuración pública.
Más o menos en la mitad de esos veinte años de enseñanza fue que lo conoció, como alumno, el filósofo chileno Miguel Orellana Benado, quien estudiaba entonces en Inglaterra (en el país trataría a otras figuras, entre ellas, a Boris Johnson).  En los años posteriores, mientras Scruton se alejaba de la enseñanza universitaria, Orellana se acercaba a ella. Ha sido profesor en varias universidades chilenas desde 1986 y desde 1999 lo es en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Y la "institución universitaria" ha sido el objeto de su atención, en diversos aspectos, en sus libros más recientes: Enriquecerse tampoco es gratis (Usach, 2013), Educar es gobernar (Orjikh, 2016) y, el último, La academia sonámbula (Orjikh, 2019).

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Miguel Orellana Benado.[/caption]

Utopías

Como buen conservador, Scruton no creía en las utopías. En Las bondades del pesimismo y el peligro de la falsa esperanza (2010; FPP, 2018), defendió una visión escéptica de todo proyecto optimista dando cuenta de algunas "falacias" esperanzadoras (suponer lo primitivo mejor que lo desarrollado, lo joven que lo adulto, que lo que pierde uno es porque alguien lo ganó o quitó, la planificación, la agregación de bienes, etc.) que están detrás de las utopías, porque los utópicos consideran todos los presentes y todos los pasados ​​dignos de destrucción, porque estarían en guerra con la realidad.
Sin embargo, él tenía algo utópico, una granja en Wiltshire, donde vivió desde 1993. Toda la utopía que albergaba estaba en lo que llamó "Scrutopia": una casa antigua en un pueblo pequeño en el que formó una familia, una biblioteca y donde vivió con sus libros, su música y sus caballos. Su conservadurismo surgió de la percepción de la fragilidad de algunos de los logros de las sociedades económicamente avanzadas. Sus experiencias en Italia y en Francia pos 68 lo llevaron  buscar una alternativa a la cultura juvenil y la política de la revuelta.  Por otra parte, luchó contra el comunismo no sólo en el discurso sino arriesgando su libertad al educar a los ciudadanos del otro lado del muro, especialmente en Polonia durante los años 80.

Scruton escribió una gran cantidad de libros, con temas sumamente variados. Algunos eran introducciones a la filosofía en sentido técnico, como Filosofía moderna (1994, Cuatro Vientos, 1999), pero también gustaba del enfrentamiento.  Locos, impostores y agitadores (2015; FPP, 2019) fue la revisión de una versión previa publicada en 1985 con otro título, que entonces lo llevó "a  ser conocido entre los intelectuales de izquierda británicos como un destacado opositor de su causa, que era la causa de la gente decente". Cuenta que ese libro fue recibido con burla e indignación y su publicación fue el principio del fin de su carrera universitaria. Pero también lo describe como "una provocación": su ajuste de cuentas con los más famosos intelectuales izquierdistas, con cambios en los autores analizados (saca unos y agrega otros), en diferentes lugares y disciplinas, desde Inglaterra a Francia y desde Norteamérica a Alemania: Hobsbawm, Thompson, Galbraith, Sartre, Foucault, Habermas, Badiou o Zizek.

El ánimo polémico, sin embargo, no lo llevaba a descuidar sus obligaciones académicas, según recuerda Orellana. 

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Andrés Bello no fue el primer rector de la Universidad de Chile.[/caption]

En su último libro sobre la institución universitaria, usted cuenta que estudió en la Universidad de Londres y que luego, en 1981, fue elegido en Balliol College de la universidad de Oxford. ¿Fue en la primera que conoció a Scruton, no?
Sir Roger fue mi profesor en la Universidad de Londres, cuando cursaba una licenciatura en ciencias, con mención en matemáticas y filosofía, en Bedford College, y me introdujo a Kant. Fue una epifanía. Que la mente conocía un mundo que ella misma constituía, y que por eso se podía probar que ¡del idealismo transcendental se seguía el realismo empírico! Sobrecogedor. Solo volví a verlo una vez después de ese curso. Creo recodar que fue en el Royal Institute of Philosophy en Gordon Square. La conferencia era sobre el deseo sexual, un tema del que, inspirados por la prudencia, casi la unanimidad de los filósofos analíticos guardan silencio. Roger, porque entonces aún no había sido hecho caballero por la corona, habrá tenido treintitantos, se fue poniendo nervioso y, al llegar a la escena erótica cumbre, enderezaba la espalda cada cierto rato, destacando el precioso chaleco victoriano que siempre vestía. En 1999 recomendé a Francisco Huneeus traducir su libro que salió como Filosofía Moderna y redacté un prologo, que presentaba la tradición analítica en filosofía en un país en el que, en general, solo eran conocidas las tradiciones existencialista, marxista y tomista.
¿Cómo era en el trato personal? Hay quienes lo recuerdan alegre y generoso, al menos con los alumnos, porque al perecer no se llevaba bien con sus colegas.
Su trato con los alumnos, en mi recuerdo, era impecable. Teníamos en su curso sobre Kant a un joven rastafari preguntón (es decir, interesado de manera genuina), que lo trataba de "Roger" y no de "Doctor Scruton", como hacíamos los demás. Nunca detecté molestia de parte de Sir Roger por esa falta de respeto académico. Y cada vez que me acerqué a preguntar algo después de la clase tomó tiempo para intentar responder, y asegurarse que lo había hecho. Era un profesor de verdad. No me extraña que sus relaciones con sus colegas no hayan sido buenas, él representaba algo que entonces no existía en la academia británica: ¡un filósofo conservador! No daba examen de bueno ante sus colegas.
¿Era entonces tan conservador como se dice? Porque sus libros antes de los 80 eran sobre temas estéticos o sobre arquitectura, en los que el conservadurismo es algo levemente distinto que cuando se trata de política…
Mi impresión es que Sir Roger siempre fue tan conservador como, más tarde, llegó a ser su imagen pública. Porque un interés en la belleza (en arquitectura o en otros dominios) cuando el tema según muchos sigue siendo la revolución, dejémonos de cosas, suena conservador, en especial en aquel entonces. Por cierto, una vez que triunfó Thatcher, surgió en la vida pública como conservador, por no decir, derechamente de derecha.
Es justamente en 1980 cuando Scruton publica su primera declaración importante sobre el pensamiento conservador. The Meaning of Conservatism que lo transformó en bestia negra del amplio grupo de quienes se consideraban no conservadores.
El contexto, como enseña Frege, uno de los padres fundadores de la tradición analítica con Russell y otros, es lo único que da el significado completo a las aseveraciones.The Meaning of Conservatism, en mi concepto, es la reacción de Sir Roger al Winter of Discontent (el "invierno del descontento" de 1978-79), cuando los sindicatos paralizaron el país en oposición a la política del gobierno laborista, que se suponía era su títere, para frenar la inflación, esfuerzo que culminó con la caída del gobierno laborista de Callaghan y la elección de Thatcher en 1979.

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"Locos, impostores y agitadores", de Roger Scruton (Fundación para el progreso, 2019)[/caption]

Sin embargo, tampoco su relación inicial con el thatcherismo era del todo pacífica. Cuando funda la revista The Salisbury Review (en 1982) defiende un conservadurismo tradicional que la revolución de Margaret Thatcher podía haber erosionado.
-Bueno, un poco como "Jaime", entre nosotros los chilenos, que entró al gobierno del "Tatita" como gremialista (mejor alumno del padre Osvaldo Lira de la Cato) y salió de él como neoliberal (mejor alumno de Milton Fridman de Chicago). Su relación con el gobierno de Thatcher no fue pacífica. Era un profesor con intereses políticos. Puede ser que Sir Roger haya menospreciado a los picantes (desde el punto de vista intelectual) entre los partidarios de Thatcher y que haya sentido que La Lideresa tenía que oírlo más a él. ¿Quién puede saberlo?
Tenía, por otro lado, sus aportaciones de filosofía "técnica" o de historia del pensamiento como se muestra en sus libros introductorios sobre Kant y Spinoza o sobre filosofía moderna.
Sir Roger era un filósofo profesional, quiero decir, que se tomaba en serio sus obligaciones docentes y, como dicen algunos hoy, escriturales (yo diría obligaciones de investigación y de difusión). Sus ensayos filosóficos son de gran calidad y, además, tienen una amplitud de intereses que cada vez son más escasos entre los filósofos profesionales, la mayoría de quienes hoy escriben tienen la mira en los viajes que podrán emprender a presentar sus resultados a sus amigos en países extranjeros, más que en la demodé búsqueda de la verdad. Y, en filosofía, para qué hablar de la búsqueda y la construcción de visiones globales, aún si no unificadas, del mundo capaces de dar sentido a la existencia de individuos diversos, y que buscan promover el encuentro respetuoso, productivo y festivo, cuándo, dónde y cómo corresponda. Con eso apenas si ganas unos puntos en la evaluación académica actual.

Tradiciones

El rango de asuntos que atrajeron a Scruton es muy amplio y va desde la música y el sexo a la cacería y el vino. ¿Piensa que hubo algún tema en el que destacó más?
No puedo jerarquizar sus contribuciones. No creo que haya en ellas un tema básico. Más bien, diría, lo que hay es una actitud (favorable) a la diversidad en el contexto de lo tradicional, es una manifestación de pluralismo ético de raigambre derechista. Esa actitud permea todas sus contribuciones: la valoración de lo que, en la historia, se sedimenta en las distintas formas de vivir, en particular, por cierto, la suya, la inglesa, de ahí su defensa y práctica de la cacería del zorro, que enfurecía a los animalistas; su práctica del piano y la defensa de la belleza como concepto, diría yo, normativo; y la defensa de posiciones derechistas en los asuntos de política partidista así como en los de la política internacional.
Curiosamente, en su prólogo a Filosofía moderna usted le critica a Scruton no ser tan conservador cuando menos en cuanto a las tradiciones filosóficas respecta.
Me sorprendió y dolió enterarme de su muerte. Tenía 75 años, solo una década más que yo. Su muerte me robó una ocasión que siempre pensé tendría: volver a verlo y oír su respuesta mi crítica de ese texto en esos términos, que su intento de caracterizar a la filosofía analítica sufría, justo, de insuficiente valoración de concepto de tradición. Ya nunca sabré cuál fue su reacción a esta objeción de su antiguo alumno. En suma, mi crítica es que, en términos metafilosóficos, no apreció lo suficiente la importancia del concepto de tradición, que es el corazón de la intuición del conservadurismo. Un conservador metafilosófico presenta de entrada a la filosofía analítica como la más reciente de las tradiciones filosóficas que estuvieron activas en lo que creo útil llamar "el largo siglo XX" (1879-1989), junto con las tradiciones anteriores a la revolución en lógica de fines del siglo XIX, es decir, el existencialismo, el marxismo y el tomismo o filosofía cristiana. Esa es la posición conservadora en metafilosofía y, en esos términos, mi recordado profesor había estado en un error.
Alguna vez dijo Scruton que de los filósofos que trató, el que más lo impresionó fue P. F. Strawson, quien, por otra parte, fue supervisor de usted.

Tuve el incomparable privilegio de que fuera mi primer supervisor en Oxford y, años después amigo, Sir Peter Strawson, como pasó a ser conocido cuando la Reina lo hizo caballero. Él era también conservador, pero en la versión anterior a Sir Roger. De joven refutó la principal teoría filosófica de Russell (la teoría de las descripciones definidas), que fue el comienzo de su fama. No sé a qué otros filósofos trató Scruton. Pero al menos una vez escribió con pica de mi primer supervisor en Oxford. Cita a Strawson y comenta con mala leche: esta tesis "even when freed from condescencion ('incluso cuando se libera de la condescendencia'", blá, blá...

En el libro de conversaciones con Mark Dooley (de 2016), Scruton se quejaba de que en las universidades tradicionales inglesas se han perdido las formalidades, "especialmente en lugares de izquierda como Balliol". ¿Era tan de izquierda?
Balliol es el college "progre" de Oxford. Ya en el siglo XIX admitió alumnos de la India (aún hace veinte años, oí cantar del colegio vecino, Trinity College, el desafío usual: "Come on, Balliol, show us you little black man", es decir "Vamos, Balliol, muéstranos tu negrito"). Balliol era liberal y "progre", a pesar de ser el colegio más antiguo de la Universidad de Oxford, el que en el siglo XVIII eligió Becario Snell al gran Adam Smith. Pero, claro, tuvo de Master entre 1965 y 1976, de Rector, a Cristopher Hill, el destacado historiador marxista.

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"Las bondades del pesimismo y el peligro de la falsa esperanza", de Roger Scruton (Fundación para el progreso, 2018)[/caption]

Visto desde fuera parece ideológicamente variado. Después de todo, de ahí salió Boris Johnson. Entiendo que conoció a Johnson por entonces.
Boris vino a Oxford desde Eton para estudiar letras clásicas en Balliol en 1983. Era "un personaje", característica muy valorada en Oxford. Un jabalí rubio. Como he contado en un artículo, nos conocimos en 1984, en una sociedad de debate estudiantil en Balliol que data del siglo XIX y que cultiva el humor. Las mociones son ridículas y los argumentos también. Es un campo de juegos soñado para quien aspira a político. Boris era un orador carismático, ingenioso, bien leído y divertido. Al escucharlo hacer reír a la gente ahí, tuve una corazonada: "Algún día, este tipo será Primer Ministro".

Balliol también figura en la portada de su libro La academia sonámbula. ¿Alguna razón? En el texto menciona también a Adam Smith, quien estudió allí, como un filósofo intrigado por los cambios en el proceso de creación de riqueza material…

La portada de mi libro muestra el primer patio de Balliol College, Oxford. Es un grabado del siglo XIX, pero lo muestra tal como era en los años que Adam Smith pasó ahí. Según él, el comercio en mercados libres de productos que, gracias a la división del trabajo y los nuevos descubrimientos científicos es la nueva fuente de la riqueza (ya no la agricultura ni la guerra, como en el medioevo). Mi librito intenta hacer un balance del éxito de la propuesta de Smith, dos siglos después de Smith. ¿Cuál es el balance? Respuesta: nunca las sociedades ricas habían sido tan ricas como hoy, y nunca su sector dirigente había sido tan pobre en términos espirituales / intelectuales / educacionales. ¿Dónde se ve eso más claro? En su desprecio de la filosofía y la historia. Porque no añaden valor comercial a producto alguno, la filosofía y la historia no valen nada. Nada hay que aprender de ellas. ¿Y hasta donde llega esta distorsión? Hasta el alma de las universidades chilenas más antiguas, que producen y consumen posverdades; en la Universidad de Chile, la mayoría de los que tienen opinión creen a pie juntillas que Bello fundó la Chile, que Bello era masón y que Bello fue el primer rector: las tres afirmaciones son empíricas, pero por lo mismo, son falsas. En la hoy Pontificia Universidad Católica de Chile, los profesores creen que la corporación surgió de una iniciativa de Roma. Pero, en rigor, fue una iniciativa de profesores católicos de la Universidad de Chile, fieles a Bello, y que vieron que, con su creciente poder, los masones terminarían por traicionar a Bello. Durante sus primeras cuatro décadas, la Cato solo sobrevivió por el apoyo, primero, de acaudalados latifundistas liderados entre otros por Ventura Blanco Viel, presidente del Partido Conservador, y más tarde, por incontables herencias de fieles que se preparaban para morir.

La universidad y la historia

Vamos por partes. ¿Cómo se da esa "paradoja educacional": sociedades ricas con sectores dirigentes intelectualmente pobres?

Por ejemplo, ignorar que estamos viviendo la era digital, un tiempo histórico distinto a la modernidad. S. E. partió a presidir el cumpleaños de un nieto en un restaurante en Vitacura sin que nadie de su equipo le advirtiera del riesgo que corría, ni del enorme costo que tendría esta decisión cuando las imágenes de la fiesta se viralizaran en las redes sociales. Todo esto al inicio de una hoguera que, tres meses más tarde, no parece querer morir. Otro ejemplo, en las universidades, la remuneración de los profesores es función de las disciplinas que enseñan, como si el valor de una ciencia se midiera en dinero. ¿Cómo lo hacen? Remunerando a los profesores según los ingresos que obtendrán sus estudiantes al graduarse, al salir de la universidad, y desempeñarse en las distintas profesiones en el "mundo real". Es decir, la lógica comercial, que tiene su lugar en la sociedad fuera del ámbito educacional, ha penetrado hasta las universidades. Creer que el valor de una disciplina lo determina el dinero que ganan quienes, formados en ella, se desempeñan en una profesión es una demostración de ignorancia supina, y una bofetada en la cara de filósofos, historiadores y de un larguísimo etcétera.

Su libro tiene una vertiente histórica, en el que señala una línea de continuidad la universidad chilena de cuatro siglos e indica que en sus orígenes la Universidad Católica no era tan pontificia y la universidad de Chile lo era bastante, por lo menos hasta 1925.
Las dos universidades chilenas más antiguas (la ahora "Universidad de Chile" y su "primera hija ilegítima", dado que esa voz perdió su carga de odiosidad jurídica, creo que ahora podemos llamar a las cosas por su nombre) son fábricas de "fake news" respecto de su propia historia. En la Cato venden el relato que habrían surgido de una iniciativa romana (es decir, de Dios por interpósita persona). Pero, ¿que persona sensata e informada podría pretender que en 1888, cuando la Universidad de Chile era aún "pontificia", Roma pudiera haber tenido interés en fundar una segunda universidad católica en Chile? Misterio insondable. La iniciativa fue de chilenos, profesores de la única sede que entonces tenía la institución universitaria chilena, que eran católicos fieles a Bello, que se fueron al comprobar el irresistible ascenso de la masonería en la Universidad.
Es decir, la Universidad Católica es fundada, señala usted, por un grupo de profesores de la Universidad de Chile en el contexto de los conflictos ideológicos nacionales de fines del siglo XIX, sin intervención alguna de la Iglesia.
Basta con leer las memorias de Abdón Cifuentes, abogado que era a la sazón miembro académico de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile para ver la reticencia de las autoridades eclesiásticas a fundar la "Universidad Católica de Santiago". Por cierto que el obispo firmó un documento canónico menor. Pero sospecho que fue por la presión del sector de la sociedad tradicional que respaldó el diagnóstico de los ultramontanos al interior de la Chile: la Chile está perdida a los masones. Pero eso es muy, pero muy distinto a sostener que la iniciativa vino de Roma. Eso es pura siutiquería. A estas alturas, la universidad pontificia de Santiago de Chile no necesita adornarse con ficciones, tiene ya suficientes realidades que lo hacen.

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"La academia sonámbula", de M. E. Orellana (Orjikh, 2019)[/caption]

Y en la Universidad de Chile se procuró borronear su pasado católico y su primer rector clérigo...
Sí, en la Chile venden el relato que habríamos sido fundados por Bello, que habría sido masón y el primer Rector: pero, ¿como pudiera fundar una institución un extranjero pobre, muy pobre, llegado a Chile casi a los 50 años? Bello, además, fue siempre católico y, como lo prueba el decreto de Prieto que creó la Universidad de Chile en 1839, su primer Rector y hasta la instalación de 1843, fue el rector de la "extinguida" Universidad de San Felipe de la República de Chile, el presbítero Juan Francisco Meneses. En 1893 Barros Arana inició la operación. Conmemoró los 50 años de la instalación de la Universidad de Chile  (mucho después de muerto Bello) como la fundación de la institución universitaria chilena. Medio siglo más tarde, el Rector Juvenal Hernández, en 1942 conmemoró como el centenario de la Universidad de Chile, era en realidad el centenario de la ley que le dio presupuesto fiscal a la institución... desde entonces esa quedó como la fecha de fundación, 
Señala en el libro que la principal limitación que sufre la universidad actual es el "sonambulismo" y que eso va más allá de lo que ocurre en Chile.
Estamos viviendo, en todo el mundo, un descomunal incremento en la riqueza materia en la era digital. Pareciera que nuestra capacidad científica de predecir el futuro es lo básico. Hacerlo bien ahí nos hará más ricos. Pero si toda la riqueza viene del futuro, el pasado nada vale. La institución universitaria mundial hoy acepta esta tesis. Por eso, en Chile, fue posible eliminar la prueba de historia del proceso de selección universitaria y ¡no pasó nada!
Pero la falta de interés y cultivo de la historia se puede apreciar ya en los cambios curriculares en la enseñanza, ¿no?
Esa es mi impresión. Se puede anular la prueba de Historia que se pedía para ingresar a las universidades, pero no se haría lo mismo con la de matemáticas. Pero también se comprueba este fenómeno en la manera cómo se determina la compensación económica de los profesores. El criterio de las autoridades superiores no cuenta, sólo cuenta lo medible en términos de publicaciones de artículos y su "índice de impacto".
En las consideraciones más generales señala que existe una desorientación en cuanto a lo que llama "el objetivo último de la educación". ¿Podría decir algo al respecto?
La educación, toda educación (familiar y, luego, institucional) tiene un propósito moral. En esto estoy en completo acuerdo con Scruton, mi antiguo profesor. Mi respuesta a qué corresponde promover menciona, primero, el encuentro respetuoso entre las personas: al menos, quienes aceptan que, en un sentido abstracto, somos todos iguales; que en un sentido más concreto, algunos somos más iguales a otros que a todos los demás; la tesis de los cerdos de Orwell, y que en un sentido empírico máximo, cada uno de nosotros solo es igual a sí mismo. En segundo término promover que el encuentro sea además de respetuoso, productivo, tanto en lo espiritual/intelectual/educativo como en lo material. Y, por último, que el encuentro sea del mayor número de personas y que sea festivo cuándo y cómo corresponde en cada escenario concreto.
Scruton dijo que siempre se sintió un extraño en la academia. ¿Cómo se habría sentido en la universidad actual? 
Todo académico de verdad, creo yo, se siente un extraño en el mundo, en particular, en la universidad. Es esa sensación la que despierta su curiosidad, la que motiva su acción. Pero la transformación de la institución universitaria (y de la educación en general) en un mero ejercicio comercial pone el incentivo en otros aspectos, que hace que sea cada vez más difícil encontrar genuinos maestros en las universidades. Y Scruton, más allá de sus posiciones en asuntos controvertidos, era un maestro que, en la universidad actual, hubiera estado cada vez en una posición más amenazada. De hecho, se salió de la institución universitaria y dedicó sus últimos años sólo a la lectura y la escritura.