No está planeada una fiesta. No se contrató a un disc-jockey y, todo parece indicar, nadie eligió un vestido blanco. Pero vaya si merece un brindis. Este 24 de febrero, Gourmet Musical cumple quince años de vida. El balance la encuentra a todo motor: la editorial especializada tiene sesenta y un títulos publicados (varios con más de una edición), una notable cantidad de proyectos en diferentes etapas de trabajo y una red de distribución en permanente expansión. No ha sido un camino sencillo. La editorial no solo ha debido competir contra la catarata de novedades de las majors, sino también contra la escasez de políticas culturales y la permanente ciénaga económica que significa publicar libros desde Argentina. ¿Cómo ha llegado hasta aquí? La respuesta está flotando en el viento. Como la música.

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Gourmet Musical.[/caption]

"No cambió el proyecto de hacer una editorial especializada en música de la mayor diversidad de tipos, géneros, lugares y épocas posibles, con textos que combinen las mejores herramientas de investigación con formas de expresión que no sean solo para especialistas, que se puedan leer tanto en un aula de una universidad o en la playa de vacaciones y que sus libros estén accesibles al público en general —dice Leandro Donozo, su director—. Lo que fue cambiando es la forma de lograrlo, los modos de distribución, de venta, de producción, de organización y profesionalización. Fue creciendo también el abanico de autores de diversas extracciones y formaciones que se interesan en publicar con nosotros y el público al que llegamos, lo que nos fue permitiendo ampliar esos horizontes iniciales de una manera maravillosa".

Desde su gambito de apertura, su catálogo creció como una selva. Cuantitativamente —eso era más o menos esperable— y también —esto resultó inesperado— en direcciones extraordinarias. Así, Gourmet Musical pasó de publicar clásicos del rock local (Cómo vino la mano, de Miguel Grinberg), trabajos académicos (Estudios sobre la obra de Astor Piazzolla, compilado por Omar García Brunelli) y enciclopedistas (Diccionario bibliográfico de la música argentina, del propio Donozo) a libros de humor gráfico (Desgracias totales, de Gustavo Sala), artefactos dadaístas (Por, de Eduardo Berti) o cuadernos de bitácora del underground (El Coso del rock, de Alejo Auslender). Una línea no cierra a la otra; cada libro habilita un mundo. "No diría que fue un desplazamiento sino más bien una ampliación de esos límites —dice Donozo—. Fue un lento trabajo de ir proponiendo a los autores y a los lectores una manera de hacer y de leer libros sobre música que no es ni la académico-musicológica dura solo para expertos ni tampoco la condescendiente de un dossier de fotos posadas y chismes para fans adolescentes. Eso permitió encontrar autores con diferentes formaciones, experiencias y perspectivas que combinaran las formas de trabajo y los cimientos que pretendemos para nuestros libros con temas que le pueden llegar a públicos más amplios y desde diferentes estéticas y géneros literarios".

A esta altura, algunos de sus títulos ya tienen status como referentes. Esta noche toca Charly, el titánico trabajo de Roque Di Pietro sobre los recitales de García entre 1956 y 1993, es fuente de consulta obligatoria: un ensayo ejemplar de crítica dedicado a la parte sumergida del iceberg (si la discografía es la parte a la vista). La hermenéutica de Mara Favoretto dedicada a Spinetta sigue vendiendo como pan caliente y Vendiendo Inglaterra por una libra, el primer volumen de la historia social del rock progresivo británico, es otro título ineludible. En este último caso, firmado por Norberto Cambiasso. En contra de la música de Julio Mendívil y Grandes del jazz internacional en Argentina de Claudio Parisi cumplen, por diferentes razones, idénticas funciones. Sin embargo, buena parte del atractivo y la importancia de Gourmet Musical radica en otros libros que de antemano suponen una venta lenta pero continua. Libros casi caprichosos. Verbigracia: Xul Solar, un músico visual o el ensayo de Pablo Gianera dedicado a la música y el lenguaje titulado Componer las palabras.

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"Creo que falta encontrar mejores maneras de llegar a los lectores —aporta Donozo—. De hacerle saber a quienes no leen habitualmente libros sobre música que estos no son solo para fanáticos y que no se puede ignorar la música a la hora de pensar el resto del mundo; que alguien que lee sobre historia, sobre política, sobre filosofía o simplemente literatura se está perdiendo de mucho al no darse una vuelta por la sección de libros de música en las librerías y dejarse tentar por libros que no imaginó antes. Y a la vez hacer entender a los más melómanos que en la música el sentimiento no está en contra de la razón, sino que, por el contrario pasión y conocimiento se potencian y mejoran aún más la experiencia musical, estética y humana".

La reflexión parece contradicha por algunos impulsos del mercado. En los últimos años, los libros de música (desde las meras memorias hasta los ensayos académicos, pasando por todo lo que hay en el medio y a los costados) se fueron convirtiendo en un stand importante de todas las librerías. A pesar de las urgencias económicas y los temas de coyuntura, la editorial de Donozo parece buscar más allá del horizonte inmediato. "Como lector tengo que sentir que aprendo algo cuando lo leo, que me aporta algo nuevo —dice el editor—. Y cuando hablo de aprender lo digo en el sentido más lúdico, placentero y estimulante y no escolar o prescriptivo posible. Como editor tiene que abordar un tema que me resulte interesante y relevante, y contar algo nuevo, aportar algo diferente a lo ya conocido o al menos a lo escrito en otros libros anteriores. Tiene que estar bien investigado, escrito lo más correctamente posible, estar hecho con vocación de ser leído y en transmitir algo a otros. Además tengo que poder imaginar que hay al menos mil o dos mil personas más que querrían ir a uno de los lugares donde se venden estos libros y elegir ese, de entre todos los muchos otros disponibles para comprar, y tiene que interesarme lo suficiente su contenido como para decidir qué voy a ser yo el que intente hacerlo llegar a esos otros lectores".

Si eres uno de esos dos mil lectores, más vale que levantes la mano.

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