Un gato persigue a un ratón. "¿Y qué de diferente se puede hacer con una historia así?", es la pregunta que hizo Fred Quimby, productor de la compañía Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), cuando le presentaron la idea embrionaria de lo que después sería Tom y Jerry, y es quizás la pregunta que cualquiera hubiera hecho ante una de las rivalidades más célebres del mundo animal.

A fines de los años 30, William Hanna y Joseph Barbera trabajaban en una de las unidades de animación del estudio y, para mostrarle los dientes a Disney y para entregar nuevo material en el ese entonces competitivo mercado de los dibujos animados, crearon el cortometraje Puss gets the boot, donde Jasper, un felino tan neurótico como torpe, intentaba dar caza sin demasiado éxito a un pequeño roedor café. La producción se estrenó hace 80 años, el 10 de febrero de 1940, sin mayor esperanza de parte de sus mentores.

Hasta que una distribuidora cinematográfica de Texas le envió una carta a MGM para preguntarles sí seguirían facturando nuevas tiras de la historia -debido al éxito que había conseguido- y, sobre todo, hasta que la crítica alabó su dinamismo y cierta rudeza casi inexistente en otros personajes de ficción: aquí había caídas, arañazos, humor, persecuciones, zarpazos y un protagonista que casi siempre quedaba en ridículo, marcando distancia con la imaginería más dulcificada de Disney.

De hecho, para los especialistas, los años 40 -debido a la llegada de plumas más jóvenes y a una huelga en Disney que provocó la partida de varios dibujantes con hambre de renovación- propiciaron la irrupción de historietas más osadas e incorrectas, incluso con una pizca de rebeldía y sadismo. ¿Otra pareja de esa misma era que se ama y se odia en medio de golpes, puñetazos y dinamita (aunque esta vez marca ACME)? El Coyote y el Correcaminos, creados en 1949 por Chuck Jones. Pero Tom y Jerry ya habían dado el primer salto. "El gato y el ratón cambiaron el curso de la producción de dibujos animados de MGM", reseñó el crítico Leonard Maltin en los 80.

Tras ese sorpresivo golpe inicial de 1940, Puss gets the boot fue nominado al Oscar en Mejor Cortometraje animado y obligó a MGM no sólo a darle continuidad a los personajes, sino que también a bautizarlos con un nombre definitivo, lo que se logró mediante un concurso interno donde el animador Jon Carr se ganó US$50 por sugerir que el gato debía llamarse Tom y su némesis sería Jerry. A partir de ahí, Hanna y Barbera se consagraron a tiempo completo a la caricatura, produciendo 114 cortometrajes entre 1940 y 1958. Trece de ellos fueron candidatos al Oscar en su categoría, ganando en siete oportunidades y dominando por casi décadas el género.

En ese lapso, la dupla de creadores fue incluso más allá y en 1956 estrenó el corto Blue cat blues, donde el gato y el ratón se unen en su desazón amorosa y terminan quitándose la vida en las vías del tren: ambos están perdidamente enamorados de pretendientes que los abandonaron por otros con mayor dinero y estatus en el mundo animal. La entrega debió ser editada, pero también sembró sobre Tom y Jerry un par de sospechas que durante esos años merodearon su trama, como que se trataba de dibujos animados violentos, poco infantiles o que perpetuaban estereotipos racistas -críticas habituales de esos días contra las caricaturas-, sobre todo por el personaje de Mammy Two Shoes, esa empleada doméstica a la que nunca se le ve el rostro, pero configurada como una mujer negra, robusta y de acento tosco.

A fines de los 50, MGM cerró su estudio de animación -una consecuencia de que los dólares estaban desde ese momento en un nuevo aparato, la TV, y no el cine- y vio partir a Hanna y Barbera, originando quizás la sociedad de productores más afamadas en la historia de los dibujos animados, una verdadera marca que después dio vida a clásicos como Los Picapiedra, Los Supersónicos y Scooby-Doo. Tom y Jerry siguió despachando nuevos episodios a partir de los 60, pasando por distintas manos -incluyendo un estudio checoslovaco donde se hicieron lo que sus seguidores han calificado como los peores capítulos de su historia, hoy considerados de culto- y extendiendo una sombra presente hasta hoy.

Al propio Barbera, fallecido en 2006, le costaba encontrar un argumento para explicar el suceso de su mayor creación, apelando sencillamente a que es una trama básica y a que cualquier persona podía disfrutar con el fracaso infinito de un animal grandote y poderoso que nunca podía derrotar a su enemigo más diminuto. Incluso producciones más contemporáneas lo tomaron como referente: Los Simpson crearon una parodia con Itchy and Scratchy y la cinta ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988) parte con una caricatura inspirada en el vértigo de Tom y Jerry.

Eso sí, Barbera miraba con recelo a la animación actual: postulaba con respecto a South Park que "parece que hoy todos los que no saben dibujar tienen un programa de televisión", y en torno a Los Simpson advertía: "Ese cuento de la familia yo ya lo hice con Los Picapiedra". Parece que seguía añorando la simpleza que encarna un gato correteando a un ratón.