Política en la sala
En un año cargado de contingencia se estrenan Los fusileros y Un lugar llamado Dignidad, donde los protagonistas son el FPMR y Paul Schäfer, respectivamente. También se rodará Blanquita, inspirada en Gemita Bueno y el caso Spiniak.
Desde un restaurante se puede salir con ganas de dormir una siesta, hacer recomendaciones o, en el peor de los casos, ir directo al baño. Probablemente casi nadie se va con la intención de hacer una película, a menos que el local en cuestión sea cinematográfico. En Chile, el restaurante público de Colonia Dignidad se transformó con el paso de los años en la inspiración que tuvo el cineasta Matías Rojas (1984) para hacer un largometraje.
Es su "primer filme realmente profesional", recalca el director de la anterior Raíz (2013), la cinta que realizó al egresar de Cine de la Universidad Mayor. "Pasé junto a mis padres. Era 1996 y yo tenía 12 años", cuenta el director. "Me llamó mucho la atención el lugar, la atmósfera, la gente, todos el mundo hablando en alemán. Era en la localidad de Bulnes", precisa Rojas, quien pasó siete años en la preparación y rodaje de Un lugar llamado Dignidad (2020), su particular recreación de los hechos ocurridos al interior del lugar comandado por el tristemente célebre Paul Schäfer.
El filme se rodó en tres semanas de mediados del 2019 ("es un tiempo récord", enfatiza Rojas) y tiene un plan de estreno para septiembre u octubre de este año. En el rol de Paul Schäfer está el actor alemán Hanns Zischler, un veterano de amplia experiencia en el cine europeo y con participaciones en el cine de Wim Wenders (Tan lejos, tan cerca) y Steven Spielberg (Munich), entre otros. El centro moral (o, más bien, amoral) de la historia es Schäfer, rodeado además por personajes secundarios a cargo de Paulina Urrutia y Alejandro Goic, entre otros actores.
Pero la contraparte del "tío Paul" (como se lo llama en la película) es Pablo, un niño chileno interpretado por Salvador Insunza, de 12 años. Es la misma edad que tenía Matías Rojas cuando vio aquel panorama surrealista de gente hablando en otra lengua y viviendo en un país dentro de otro país.
"Quería de alguna manera que la película captara la sensación que yo tuve cuando por primera vez vi Colonia Dignidad", explica el director, que insiste en que Un lugar llamado Dignidad está lejos del documental, del periodismo y de los retratos exactos. Es, más bien, una interpretación libre.
"La historia está contada desde el punto de vista de un niño chileno que comienza a relacionarse con Paul Schäfer. Es uno de los primeros que Schäfer permite en Colonia Dignidad y junto con él vamos descubriendo que es lo que sucede ahí dentro", explica sobre la historia que transcurre algunos meses antes del plebiscito de 1988, cuando el "tío Paul" está convencido de que si gana el No los comunistas llegarán al poder y lo primero que harán será borrar del mapa su reducto.
Pero Rojas es cineasta y no historiador. Por eso, Un lugar llamado Dignidad es también un filme atmosférico. "Su título es Un lugar llamado Dignidad, porque me gusta el tono de cuento de esa expresión. Tiene que ver con que la historia está contada como si la relatara un niño, parecido al 'había una vez'".
Los 80 en acción
Dos años antes del plebiscito que tanto atemoriza a Paul Schäfer en Un lugar llamado Dignidad, transcurre Los fusileros, la película de Juan Ignacio Sabatini (1978) basada en el libro homónimo del periodista Juan Cristóbal Peña. Con estreno para octubre de este año y también con la intención de llegar a algún festival de cine internacional, esta es la crónica del fallido atentado del FPMR a Augusto Pinochet en septiembre de 1986.
Pero además es el relato de las amistades, traiciones, grandezas y pequeñeces de los fusileros. "La historia y la investigación de Juan Cristóbal Peña revela a seres extraordinarios que participaron en un capítulo de la historia política chilena. Eso se nota sobre todo en los matices que tienen todos sus personajes", comenta Juan Ignacio Sabatini (co-director del documental Ojos rojos) sobre esta adaptación con guión de Pablo Paredes, Enrique Videla y el propio Sabatini. También adelanta que la producción incorporará elementos de ficción propios. "Sólo con el fin de que la narrativa fluya adecuadamente", precisa.
Se podría adivinar que de cierta forma se tratará de una película coral, sin desbordes de un personaje en particular: "Para mí todo gira en torno al colectivo. Lo importante es el conjunto de caracteres: todos mueven la trama".
¿Habrá acá héroes y villanos? Es, por ejemplo, un esquema que funciona con eficacia en Pacto de fuga, la película de David Albala sobre la fuga de los frentistas en 1990 que ya lleva 200 mil espectadores.
"Evito juzgar a los personajes en las producciones que he hecho. Le dejo esa tarea al espectador. En ese sentido, en Los fusileros no hay héroes ni villanos de antemano", explica Sabatini. Las expectativas del realizador son altas, pero no necesariamente tienen que ver con el clima politizado del país.
"Siempre ha existido el interés de las audiencias chilenas por ver películas basadas en hechos reales", dice sobre al cinta donde los personajes principales son Tamara (Daniela Ramírez), Ramiro (Cristián Carvajal), Ernesto Gabriel Cañas), Sacha (Gastón Salgado), Victoriano (Juan Martín Gravina) y José Miguel (Mario Horton).
La contingencia de los años 80 también interesa a la cineasta Tatiana Gaviola (1962), que el año pasado filmó La mirada incendiada, su ficcionalización del trágico destino del fotógrafo Rodrigo Rojas de Negri. Hijo de madre exiliada, Rojas de Negri tenía 19 años cuando en junio de 1986 fue rociado con bencina y quemado por una patrulla militar junto a Carmen Gloria Quintana cerca de Estación Central. Sólo ella sobrevivió.
En la película, aún sin fecha de estreno, el muchacho es interpretado por Juan Carlos Maldonado, mientras que en otros roles están Gonzalo Robles y Catalina Saavedra.
[caption id="attachment_118747" align="alignnone" width="700"]
Escena de Los fusileros, de Juan Ignacio Sabatini. [/caption]
Gemita en el 2020
Mientras Los fusileros y Un lugar llamado Dignidad estén en exhibición, el realizador Fernando Guzzoni (1983) probablemente vaya ya en el fin del rodaje de Blanquita, una interpretación muy personal del caso Spiniak (2003-2008). Las licencias son muchas, empezando con que la historia se traslada hasta nuestra época. El plan es estrenar en el primer semestre del próximo año.
El director Fernando Guzzoni comenta que todo comenzó en el 2003, período en que investigó la historia y hasta se entrevistó con el ministro Manuel Valderrama, a cargo del caso. Luego el humo se desvaneció y se embarcó en tres cintas muy diferentes: La colorina (2008), Carne de perro (2012) y Jesús (2016), una fuga creativa libre sobre el caso Zamudio.
"La historia se centra fundamentalmente en Gemita Bueno y en el cura Jolo, pero no hay ningún afán historicista en el tratamiento", dice sobre la cinta en que Gemita Bueno pasa a ser la Blanquita del título, a cargo de Laura López.
"Me interesó mucho el caso de una chica que venía de un hogar de menores y que fue capaz de mantener durante 11 meses en vilo a una serie de instituciones y organismos del país, desde la Iglesia hasta el poder judicial, pasando por la prensa y los políticos", dice Guzzoni. El caso Spiniak alcanzó el nivel de escándalo cuando la supuesta testigo clave Gemita Bueno afirmó que conocidos políticos participaban en las fiestas sexuales de Claudio Spiniak, acusado de estar en redes de pederastia. En agosto del 2004 se desmintió a sí misma, específicamente en una entrevista a La Tercera.
"Yo lo veo así: de alguna manera su actitud interpeló a la sociedad de esa época. Fue una suerte de ejercicio extramoral. Es como que Gemita tuviera que mentir para poder contar una gran verdad", plantea el director.
Acerca de la opción de ambientar la acción en el 2020, argumenta: "Es un nuevo país, donde el feminismo popular se ha tomado la agenda, dónde casos de abusos sexuales han saltado a la vista de todos. La realidad del país es diametralmente opuesta".
¿Habrá algún guiño al estallido social? "No queremos incluir referencias de ese tipo, porque sería bastante oportunista. Lo que sí existe es una marcha feminista en la que participa Blanquita", dice sobre el filme que debería estrenarse a inicios del 2021.
Pero a estas alturas quizás ya no tiene sentido disculparse por las pertinencias y los oportunismos. Cualquier película chilena inspirada en hechos contingentes puede ser interpretada como un cable a la realidad o como un discurso en la asamblea.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.