En la población Rocío de la Esperanza, en el sector de Gómez Carreño en Viña del Mar, los vecinos suelen hacer sobremesa después del almuerzo. En los extensos pasillos que separan un block de otro, se pueden escuchar -a los lejos- las conversaciones entre familiares y la música juvenil proveniente de algunas habitaciones, mientras otros residentes cuelgan sus prendas en los tendederos, para aprovechar el sol que pega fuerte desde el poniente. El movimiento no se detiene entre la geografía algo seca y árida que rodea el entorno.
La Normita -como aún le dicen las vecinas a Mon Laferte, debido a su nombre real, Norma Monserrat Bustamante Laferte- habitaba cada espacio de este laberíntico lugar: llegó ahí cerca de los 3 años, vivió toda su infancia y precisamente en estos rincones dio sus primeros pasos artísticos, el amanecer de la figura más internacional de la música chilena en el último lustro y que hoy vuelve como el plato estelar de Viña 2020.
Por ejemplo, desde el departamento que habitaba junto a su familia, salía al colegio con su hermana menor, Solange, o se encerraba en sus momentos de soledad. Cuando no estaba en las escaleras que llegaban al tercer piso de la torre donde vivía, figuraba en la calle, donde se celebraban las fechas más importantes para la junta de vecinos. Incluso, frente a su casa se sentaba con su guitarra a componer canciones que, según prometía por esos días, esperaba que algún día vieran la luz.
Ya han pasado varios años desde que Mon Laferte dejó su antigua casa, asegura Gladys Letelier, una de las vecinas que la conoce desde que "llegaron junto con su familia en 1986". En ese tiempo, cuenta que ya tenía aptitudes artísticas: "Ella era compañera de curso de mi hijo Roberto y en ese tiempo también participaba en los festivales que se hacían en el mismo colegio. Tengo muy buenos recuerdos de ella".
Hoy sus antiguas vecinas esperan que brille en el evento más importante de la ciudad donde nació. "Yo ya me estoy preparando para verla acá en la casa, me alegra mucho donde está ella, y es un orgullo para todos los chilenos", dice Paola Carmona, quien vive en el departamento 31, a unos pasos de la vivienda de Laferte. Ahí, la cantautora vivió con su hermana, con su madre -Myriam Laferte Herrera- y con su abuela Norma, a quien en el barrio conocían como "la Meche".
Para ningún vecino es extraño que ella haya influido en el futuro de la pequeña Mon: "La Meche, claramente, influyó en la Normita, porque ella cantaba música folclórica. Sacó lo artístico de su abuela. Incluso el tema 'El cristal' está inspirado en ella", dice Priscila, quien la conoció desde muy joven. Esto incentivó una faceta que la llevó a presentarse en fiestas navideñas, el Festival del Cantar Vecinal y en eventos que organizaba la vecindad para niños y niñas en la cancha del barrio.
Gladys, quien se niega a decirle Mon Laferte -"porque nosotros la conocemos como la Normita" - relata que "acá hacíamos la celebración de Navidad, y ella cantaba, el número artístico era ella. Siempre hacía cosas para los niños". Mientras indica un espacio de la calle, frente a su puerta, cuenta que "se hacían en este pasaje y en la cancha, donde se armaba un escenario y cantaba, también participó en el Cantar Vecinal de Viña y en la escuela Orlando Peña de Gómez Carreño, en su enseñanza básica".
Pese a que Laferte ya es una figura global y a que su familia ya no vive ahí -se cambiaron hacia otro sector de la ciudad hace sólo dos años-, todavía va a visitar a algunas vecinas cuando pasa por Chile.
"Ella vino a vernos en septiembre del año pasado. Siempre viene. La recordamos como una niña súper esforzada, que ayudó a su mamá y a su abuela, que está en un pedestal. Salía bien temprano a trabajar, iban a la feria con su hermana para ayudar a la casa. Algunas veces también cantaba en pubs, era bien trabajadora", explica Gladys en torno al pasado de la artista: su turbulenta vida familiar -su padre, el pintor Francisco Bustamante, dejó el hogar cuando ella tenía seis años- la obligó desde chica a buscar una forma de mantener a su clan.
Para muchos, ese pasado explica el alto activismo social que ha sostenido la artista desde que comenzó el estallido chileno, con declaraciones en la prensa, mensajes en redes sociales, participaciones en actos callejeros, su recordada protesta en los Grammy Latinos y hasta una canción, "Plata ta tá".
"Se respeta la opinión que tiene ella, sus comentarios, y está bien lo que ella hace. Tiene una opinión sobre lo que está pasando en Chile", dice Paola. Mientras que Priscila piensa que "ella está representando a muchas personas que no se atreven a decir públicamente lo que piensan. A nosotros no nos molestó que mostrara sus senos, porque fue en señal de protesta, no era una ofensa. Ese es su sello".
En los últimos días, sus vecinas esperan una nueva visita de Laferte, porque quiere desarrollar un proyecto para pintar murales en los edificios del sector. "Ella ha venido varias veces porque quiere hacer unos murales, pero hay gente que no quiere, creen que son graffitis y esto es arte urbano. Acá hay gente que no la conoce bien, ella es muy sensible con esas cosas", asegura Gladys, quien espera que hoy la hija pródiga de su barrio vuelva a obtener un triunfo mayúsculo.