Bastaron apenas unos segundos. Una ligera sonrisa de nervio y emoción, quizás para tomar el pulso de la noche. En la previa, Mon Laferte había expuesto su lado más social. Entre tocatas en poblaciones, topless en el Grammy y explosivas canciones alusivas al estallido, era una de las cantantes que por un momento, dejó el primer mundo de la industria musical, para hacerse parte de las manifestaciones.

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Parada frente al público, ante las mujeres con flores en la cabeza a imitación de su imagen, las señoras mayores que escuchan sus canciones en alguna destartalada radio o en algún parlante chillón en la feria, quedó en claro que la comunión entre la artista y su gente, es irreductible. Y ella les responde. Con su sonrisa pícara, su natural encanto y una voz  poderosa que parece salirle desde la médula. Mon, la estrella internacional, se mantuvo en la línea que ha expuesto desde el 18 de octubre y ofreció un espectáculo para la gente. A estas alturas, su gente.

Solo pasaron tres años desde aquel debut apabullante en la Quinta Vergara que la confirmó como la cantante chilena de mayor proyección en el siempre competitivo mercado latino. Hoy, como una figura internacional, que se permite tener a la actriz de una película ganadora del Oscar en un videoclip, ofreció un espectáculo en que su raíz popular y la fuerza del colectivo fue el catalizador. Apenas terminó "Mi buen amor" comenzaron los pedidos de gaviotas, las sonrisas, los guiños a ese amor que siempre ha estado allí. Ese romance a primera canción.

Ya lo había anticipado Kramer en su rutina. En estos días muchos tienen miedo. Mon también. Sentada en un taburete para la sección acústica, la intimidad propia del formato dio paso a las confesiones. "Tenía miedo", contó.  Se refiere por primera vez a como se sintió frente al oficio enviado por carabineros a Fiscalía para citarla a declarar, a causa de unas palabras en una entrevista para Univisión."¿Puede ser un delito expresar una opinión?", preguntó. La gente la apoya. Grita consignas contra la institución policial y el presidente Piñera. Contó que tuvo dudas. Que no sabía si venir. Pero en un abrazo colectivo, la gente, su gente, se lo aclaró. Sonrió. "Me he sentido súper fuerte", añadió.

Habla de violaciones a los derechos humanos. De las jornadas de protestas. De su sentir frente a los últimos meses. En las redes muchos recuerdan al show de Los Prisioneros en 2003, esa vez en que Jorge González habló del "curita con el sermón". Porque así de potente suena esa confesión de la viñamarina; habló como ciudadana.

Y como no quería estar sola, invitó a un grupo de cincuenta mujeres cantoras al escenario. Dos cuecas, compuestas por artistas como Daniela Sepúlveda, Cecilia Astorga y otras, sonaron en el momento en que hizo entrar en escena su compromiso con las suyas. Todas bailan, pañoleta verde en el brazo. Porque esta noche no estaba para rodeos. "Con todo sino pa qué", pareció ser el leimotiv convertido en un furioso estribillo en "Plata Ta Tá", su protesta en forma de un reggaetón explosivo, que sonó poderoso, con un público que coreó todo desde el principio. El rating, picaba hasta los 51 puntos.

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Por ella y todas sus compañeras, Mon se permitió mostrarse vulnerable. Tributó a sus influencias con un pequeño homenaje a Juan Gabriel cuando cantó la muy mexicana "Si tú me quisieras"; se mostró desafiante ante el embrollo con la policía uniformada. Su gente la acompañó, la acarició, le dio valor.

En Laferte no parece haber nada a medias. La intensidad conmovedora de su interpretación y un set poderoso -merced a una banda de músicos experimentados y virtuosos que cuenta con gente como Rulo, Sebastián Aracena y Natalia Pérez-, en que pasaron éxitos como "Amárrame", "Amor Completo" y cortes de su último disco -Norma- como "Ronroneo", bastaron para coronar una noche de gloria. Una más. Y el escenario da igual; sea el Palacio de los deportes en el DF, o cualquier otro. Porque mientras haya gente, hay Mon.

Cuando los animadores le preguntaron como se sentía no tuvo palabras. Solo sonrío con sendas gaviotas de plata y oro en sus manos. Pero en un gesto que denota su pensamiento, comentó que entregaría los símbolos de la victoria a quien lo necesitase. "Voy a entregar mis Gaviotas, porque yo no quería venir a celebrar un Festival". De inmediato su gente pidió la Gaviota de Platino y la acompañó a coro al interpretar ese neo clásico de la canción popular chilena, "Tu falta de querer". Ella parecía flotar, incrédula. "Gracias, nuevo Chile", pronunció.

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