Noche juvenil en la Quinta Vergara y, de alguna manera, juventud divino tesoro: es la jornada que propició el inicio más suelto y relajado de las cuatro que hasta ahora cuenta la edición 2020 del certamen. Si los días inaugurales merodeó una sensación de dientes apretados, cuerpos rígidos y rostros que casi nunca aflojaron en el caso de los animadores -todo condicionado por la tensión de un certamen en pleno estallido-, ayer la vibra era distinta, precisamente como una juerga armada para descargar el estrés.
En sincronía con ese espíritu, y tras volver de la primera tanda de comerciales en TV, María Luisa Godoy y Martín Cárcamo aparecieron desde el público, bien custodiados y saludando a la audiencia que se agolpaba para observarlos de cerca. Un gesto que se planificó hace semanas y que precisamente poseía la misión de retomar la química con los espectadores, algo diluida en el arranque, como en la segunda jornada protagonizada por Mon Laferte, cuando los animadores resultaron accesorios: casi nadie les pidió el beso, pocos los aplaudieron, a apenas un par le importó que estuvieran dando la bienvenida sobre el escenario.
Lo de anoche en teoría representaba menos riesgo, por lo que precisamente se escogió para que la dupla de presentadores saliera desde las entrañas del recinto. Pero lo que partió como un aperitivo dócil y que no indigesta, derivó en un creciente dolor de cabeza que terminó por alterarlo casi todo.
Alborán, con su pop calculado, fue pura entrega y amabilidad, improvisando incluso una canción para la Ciudad Jardín y llevándose todos los galardones.
Una pausa rápida y la fiesta juvenil continuó. El cuarteto Fusión Humor saltó a escena desplegando su rutina curtida en las calles de Viña; veloz, efectiva, a momentos repetitiva, con cada uno de sus cuatro integrantes -Rulo, Bodoque, León y Cebolla- presentando un historial específico, cumpliendo roles que van desde el combativo y el huérfano hasta aquel que ha hecho de la marihuana un estilo de vida. Pero la chispa propia del humor de esquina la mezclaron con mensajes relativos al estallido, apoyando un cambio de Constitución, criticando a los políticos o lanzando los ya conocidos cánticos contra carabineros. Sobre el cierre, la mejor parte del show, en una batalla de hip hop entre sus integrantes que tuvo dinámica e ingenio.
La Quinta nunca paró de reír y, en lo que se presumía como una velada sin sobresaltos, estalló el minuto inesperado: cuando Fusión Humor se retiró y no hubo bis, el público detonó una sonora y larga pifiadera, gritando "¡sin censura" o "¡qué vuelvan!". Los silbidos subieron su volumen y arremetieron contra los animadores al inicio de las competencias. Más de media hora donde las rechiflas no cedieron y Cárcamo, poniéndose el traje de Vodanovic en esos festivales donde debía apelar al legendario "hagamos un trato" cuando el "monstruo" despertaba, advirtió que Fusión Humor ya "había cumplido su sueño", que estaban en camarines y que "les quiero pedir que nos ayuden". Godoy apeló al "respeto" por los integrantes de las competencias. Las pifias sólo seguían su marcha, cubriendo sin clemencia todas las canciones participantes.
En conferencia, el grupo reveló que se pasaron del tiempo acordado -llegaron a los 70 minutos- y que debieron terminar para no afectar el resto de los shows. Pero la gente quería más: la vitalidad de la juventud casi siempre resulta insaciable.