Pablo Alborán (30) carga con el título de ser el relevo, presente y futuro de la balada española. Pues bien. España está en problemas. ¿Y los karaokes en la quinta? ¿Los premios? ¿Los chillidos? Todo eso sucedió tal como en 2016 cuando también se presentó en el festival abriendo la penúltima noche bajo las mismas promesas, segunda visita tras 2013. En estos cuatro años la música urbana puso pie en el acelerador para el mercado latino y por un momento, en el inicio de su número, dio la sensación que la mano venía por ahí, pero no fue más que el arranque con No vaya a ser. Alborán rápidamente se dirigió hacia su zona, la música romántica desde "el escenario que lo lanzó al mundo", como dijo la animadora María Luisa Godoy, en un guiño del libreto a una tradición que se remonta a los días de Julio Iglesias. El festival de Viña como catapulta.

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En esta noche de selfies de jóvenes parejas enamoradas en la Quinta Vergara y corazones enmarcados entre manos como símbolo generacional, Pablo Alborán es el artista preciso. No deja de tener cierta épica y obstinamiento dedicarse a un género como la balada. El romanticismo ha encontrado otros cauces musicales y no quedan muchos exponentes de una cultura que se remonta a la conjunción del tango, el bolero, y los cancioneros pop de Italia, Francia y España de hace más de medio siglo, como bien lo explica Ricardo Martínez en el libro Clásicos AM (2019).

Alborán tiene facha y melodías gratas para abordar el amor generalmente como un chico cuyo corazón late incondicional por la amada. En eso recuerda un poco a Chayanne, otro que ama sin límites ni cuestionamientos, a veces al borde de parecer un pelele con tal de ser querido. "Entre tu boca y la mía un cuento de hadas", canta Alborán en "Pasos de cero", y el público suspira, llueven los autorretratos y se graba el show desde el celular.

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Las canciones enamoradizas se suceden, el espectáculo marca un quiebre visual con el video que introduce "Saturno" -"en Saturno viven los hijos que nunca tuvimos, en Plutón aún se oyen gritos de amor"-, donde el público movió los brazos de acá para allá para seguir con "Tu refugio". Si alguien no conoce a Pablo Alborán esta canción lo grafica: una especie de power ballad bien armada, con los clichés de rigor pero que nunca estalla lo suficiente para remecer. Alborán lo sabe y por eso dedicó segundos al final cantando a solas, sin acompañamiento. Su voz resonando en toda la Quinta Vergara. Y la verdad, no pasa nada. No hay un sello que lo distinga, un rasgo para recordar, un estremecimiento en el ambiente. La gente corea, sí. Exige premios, cierto. Pero el sitio no se viene abajo como ha sucedido tantas veces.

Toda esa tradición a la que se remonta Alborán donde España es sencillamente brillante con figuras legendarias que conducían a la Quinta Vergara hasta el paroxismo -Julio Iglesias, Camilo Sesto, Miguel Bosé, Raphael, Alejandro Sanz-, no crece con su aporte. Está más cerca de la estética musical impuesta en los últimos 20 años por los concursos de talentos en televisión, donde los géneros son filtrados hasta convertirlos en material propicio para un musical. Ha venido tres veces y seguirá viniendo como ídolo generacional. El futuro dirá si sus canciones cogen trascendencia o continúan como sucedáneos.

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