Bélgica Castro: una mujer fundacional

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Aunque solo la intelectualidad lo comprendiera al comienzo, un nuevo teatro había aparecido y Bélgica participó activamente en aquella renovación artística desde el primer momento.


Era, con seguridad, la última sobreviviente del grupo que originalmente llevó a cabo la apuesta de fundar el Teatro Experimental de la Universidad de Chile en 1941, dirigido por Pedro de la Barra. Su misión era superar los espectáculos de la vieja escuela teatral que había cumplido una misión importante a comienzos del siglo XX, pero que a casi mediados del mismo siglo ya se derrumbaba por obsoleta. Aunque solo la intelectualidad lo comprendiera al comienzo, un nuevo teatro había aparecido y Bélgica participó activamente en aquella renovación artística desde el primer momento. Este cambio comprendía, esencialmente, aportar con un repertorio clásico, universal y chileno, una profesionalización y disciplina en los modos de actuación y la actualización en las modernas técnicas escénicas (iluminación, movimiento, escenografía, coreografías, musicalización, entre otros aspectos).

Según cuenta Bélgica, "Era la escuela del rigor y la disciplina, mucha pasión por conseguir un buen resultado en un trabajo colectivo. Un teatro que se formó para defender este quehacer como una rama del arte. Es decir, tener algo que comunicar y comunicarlo bien. Eso nos hizo creer profundamente en la solidez de una estructura, porque estábamos convencidos de que todo arte necesita una estructura y el dominio de una técnica. Por eso creíamos en el texto escrito y por eso fundamos una escuela donde sistemáticamente se preparaban artistas para esta actividad".

Una segunda etapa fundacional en la vida artística de Bélgica fue la inauguración de la compañía independiente Teatro del Ángel, que en 1971 formó con su esposo, Ana González y Luz María Sotomayor, en una sala del centro de Santiago. El nombre se debió a que en el momento de la compra de aquel teatro, notaron la figura de un ángel de yeso caído y arrumbado en un rincón. Decidieron que ese era su nombre. Su primer estreno fue La mantis religiosa, de Sieveking.

En esta segunda etapa de Bélgica, en un exilio no deseado, junto a Alejandro Sieveking recorrieron varios países latinoamericanos y, finalmente, se instalaron en Costa Rica. Allí, la compañía mantuvo los mismos principios artísticos que en Chile, es decir, la búsqueda de un repertorio de teatro americano e internacional y una calidad escénica de alto nivel. Además, se creó ahí un núcleo de actores, directores y dramaturgos que dejó huella en la escena costarricense. A su retorno en 1984, la pareja no cejó en su oficio, en sus ideas y en su vocación, obras que aún se mantienen en nosotros.

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