Punk para niños y pasteles a la cara: la última navidad de los Sex Pistols
Un nuevo libro muestra las fotografías originales que retratan el último show de la banda en Reino Unido, antes de sucumbir en una penosa gira por Estados Unidos. Aquí están, en su gloria y decadencia, cuando eran tan ruidosos como escandalosos.
Acostumbrados a los excesos, las pendencias y hacer de cada cosa una noticia de escándalo, que los Sex Pistols estuviesen a punto de ofrecer un concierto para un grupo de niños, parecía una más de sus excentricidades. Más si en sus antecedentes ya tenían una escandalosa aparición en televisión, peleas en sus presentaciones y un álbum debut (Never Mind the Bollocks, Here's the Sex Pistols) cuyo nombre provocó que las autoridades de Nottingham le metieran un juicio a una tienda de discos por promocionarlo, echando mano a una ley de publicidad indecente que databa de 1889.
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Pero no. Ese mañana, en la previa de la nochebuena de 1977, el cuarteto se presentó en un local llamado Ivanhoe's, en Huddersfield, ante los hijos de una compañía de bomberos en huelga. No parecía gran cosa. Pero en realidad, no tenían mucha más opción.
Como una costosa factura por su fama de tipos duros, a los Pistols cada vez les resultaba más difícil conseguir locales para tocar en vivo y cuando lo lograban, no era mucho mejor. A principios de diciembre agendaron su primer gran concierto en Londres, en la Universidad de Brunel. Pero fue un casos. La amplificación fue defectuosa por lo que el grupo apenas se escuchaba. La gente se quejaba. Los ánimos se caldearon.
Pero esa jornada en Huddersfield parecía una instancia en que por fin podrían tocar sin temer por un desmadre.
"Allí estábamos, supuestamente la banda más dura del mundo, tocando con niños de siete años en una sesión matinal -recuerda el cantante John Lydon en su autobiografía La ira es energía (Malpaso, 2015)-. Para hacer eso, tienes que despojarte de muchas cosas. Para empezar, yo pensaba: '¿Cómo diablos voy a cantar aquí 'Anarchy' con integridad?'. Pero los niños siempre te ponen en tu sitio. 'Si eres como nosotros, un niño grande y estúuupido'".
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Apenas sonó la introducción de "God Save the Queen", los adolescentes comenzaron a agitar sus cuerpos con movimientos cortos, como si sintieran la presencia del inspector escolar. Pero con el pasar de las canciones, se dejaron llevar por el torbellino punk rock. De alguna forma, conectaban con la irreverencia del tipo que les estaba cantando que no había futuro. "Booooooody I'm not an animal, Muuuuuuuummy, I'm not an abortion", cantaban los chicos con frenesí, mientras chocaban unos con otros. Lydon acabó con su cara en una torta.
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Sex Pistols en Huddersfield. Foto: Kevin Cummins[/caption]
"Luego empezaron a volar trozos de pastel y se convirtió en algo loco y genial, como de película del Gordo y el Flaco. Nos permitió mostrar nuestro lado más relajado y se convirtió en una especie de 'Hable usted con los Sex Pistols' (...). Los niños tienen la capacidad de volver a ponerte los pies en el suelo. También hicieron que Sid abandonara su pose. Iba todo el rato de rockero duro, pero no puedes ir de duro cuanto tienes la cara manchada de tarta".
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La banda regresó a la noche para tocar un set para los adultos. La noticia había llegado a oídos del fotógrafo Kevin Cummins, quien trabajaba para New Musical Express. Las instantáneas que tomó en el show componen el nuevo libro Sex Pistols: The End Is Near 25.12.77, publicado por Acc Art Books. Este trae 77 fotografías en blanco y negro, además de 15 a color.
Cummins ya conocía a la banda. Les había visto en el Lesser Free Trade Hall, de Manchester, algunos meses atrás. Es aquel famoso concierto que tuvo entre sus asistentes a futuros integrantes de Joy Division, The Smiths, Simply Red, A certain radio y Buzzcocks.
Por ello, el fotógrafo decidió asistir en la noche al show para los bomberos. La idea le trajo problemas. Como si no fuera suficiente escándalo familiar el saber que iba a ver a los mentados Sex Pistols, además Cummins se marchó en plena cena navideña familiar, por lo que se perdió la entrega de regalos y el tradicional discurso de la reina. En la introducción de su libro, cuenta que su padre no le habló por tres semanas.
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Sex Pistols en Huddersfield. Foto: Kevin Cummins[/caption]
Y allí estaban. Lydon con su mirada a medio camino entre la locura y la pose de estrella -y el cabello seboso todavía con restos de merengue-, cantaba con una pinta de cerveza en mano. Sid Vicious, el ángel desgraciado del punk que morirá poco más de un año después, luce sus clásicas muecas de desgano que casi lo hacen ver como uno de los chicos de la mañana. Steve Jones, lanzando cañonazos de distorsión desde la guitarra, luce los ojos enrojecidos. El baterista Peter Cook aparece en pocas imágenes. Acaso como una presencia que se impone más por fuerza que apariencia. Hacia el final, Lydon se pone una boina que le da un cierto aire artístico, bohemio.
Sería el último show de la banda en Reino Unido.
Luego vendría la acontecida gira por Estados Unidos, que el mánager Malcolm McLaren había programado con su habitual olfato para la provocación, en el sur. Los chismes, las intrigas, y las maquinaciones habían minado las relaciones internas en el grupo. Sid Vicious y Lyndon no podían verse. El bajista parecía más escandaloso y complicado que nunca. Estaba en lo más profundo de una espiral de autodestrucción que se lo llevaría a la tumba meses más tarde. Agotados, Cook y Jones viajaban por su cuenta. Y así, en un país que los recibió como extraños, la banda se acabó. Fueron como un fogonazo en la escena pop. Pero lo suficientemente luminoso para pervivir en la memorabilia de una sociedad orgullosa de sus héroes musicales (aunque Lydon fustigue a la BBC por no programar a los Pistols). Al final, sí hubo futuro.
https://www.youtube.com/watch?v=yqrAPOZxgzU
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