No todo el público se aventuró el viernes a asistir. Pero pese a ser día de manifestaciones callejeras, un publicó numeroso llegó hasta el Municipal de Santiago para ser partícipe del inicio de la Temporada de Conciertos y dejarse envolver por una gloriosa cantata. Porque gracias a Alexander Nevsky la noche fue esplendorosa.
Adaptación de la banda sonora que compuso para la película homónima de Sergei Eisenstein –un vigoroso fresco sobre la defensa de Nóvgorod contra la invasión de la Orden Teutónica en 1242-, Prokofiev estructuró la cantata en siete escenas con acentuados tintes épicos y música de gran brillo y poderío. Cualidades que el director Juan Pablo Izquierdo, frente a la Filarmónica y los coros del Municipal y del Crecer Cantando, tradujo con un abanico de texturas, con controlada sonoridad, claros contrastes anímicos y una profunda lectura.
Llevó a la orquesta y coros con fineza y cuidados matices por momentos sombríos y depresivos, de desolación y opresión (Rusia bajo el yugo mongol), por siniestros acordes y un coral de estilo gregoriano (Los cruzados de Pskov), por una nítida y amenazadora representación de los ejércitos enfrentados, donde a los rusos los representó con gran virilidad (La batalla en el hielo), para terminar con un poderoso y resplandeciente canto de alabanza (La entrada de Alexander en Pskov). El articulado y balanceado grupo coral se sumó con enérgica fortaleza y la mezzo Evelyn Ramírez finalizó su escena de El campo de la muerte con justa intensidad y dramatismo.
La obra de Prokofiev fue parte de un programa que tuvo, en primer lugar, a Beethoven y su Concierto para violín en Re Mayor Op. 61. A pesar del sonido limpio que impregnó Izquierdo, fue una pálida versión, pues adoleció de sustancia y de diálogo con el instrumento solista, a cargo del concertino de la orquesta, Richard Biaggini. Con todo, fue un inicio de temporada que terminó en gloria y majestad.