"Bienvenidos al último concierto en este hemisferio". Las palabras pronunciadas hace una semana exacta por el cantante Dexter Holland, apenas comenzado el show del grupo californiano The Offspring en el Movistar Arena, resuenan hasta hoy como una profecía y una sentencia.

Desde esa noche del sábado 14 de marzo, y a raíz del avance del coronavirus en el país y en el mundo, la música en vivo dejó de sonar en Chile. Un corte de plazo indefinido que, se estima, se prolongará al menos hasta mayo o junio. Así, tras el anuncio presidencial del viernes 13 -toda una metáfora para el rubro- que prohibió los eventos para más de 500 personas, sumado al estado de catástrofe que se prolongará por 90 días en el territorio nacional, decenas de teatros, clubes, salas, bares y discoteques de este giro apagaron las luces y cerraron sus puertas en medio de la incertidumbre.

Para Fernando Bórquez, presidente de la Asociación Nacional de Empresarios Nocturnos, de Turismo y Espectáculos (ANETUR), los efectos de la pandemia "tienen un impacto demoledor para este gremio, ya que veníamos de un 2019 malo, agravado con un mes de octubre que dejó a varios en mal estado y después viene esto, que no tiene fecha de término".

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El local ñuñoíno La Batuta, clásico de la noche capitalina, cerrado de modo indefinido.[/caption]

Incluso pronostica una temporada de grandes damnificados para sus 1.500 representados, la mayoría arrendatarios de sus locales y con un alto costo fijo. "De las discotheques, clubes salas de espectáculos que representamos, el 50 por ciento no va sobrevivir".

En ese sentido, el escenario es especialmente complejo cuando se trata de recintos medianos o pequeños dedicados a los shows. Locales que viven "al día", y que por tanto -argumentan- no tendrán liquidez para pagar sueldos, por ejemplo. Matías Arce, productor general del Bar El Clan, que cerró sus puertas el lunes pasado, explica que dicho recinto de Bellavista "como todos los espacios que nos dedicamos a la música en vivo en Santiago, somos empresas chicas que vivimos del día a día, sin un gran capital que te pueda sostener un tiempo prolongado".

Ante esta situación, Arce considera que "muchos de estos lugares puede que quiebren, incluyéndonos", y afirma que las medidas anunciadas el jueves por el Ministerio de Economía "no ayudan mucho, te dicen que no pagues el IVA pero qué IVA vamos a pagar si no estamos vendiendo, no es una ayuda real".

La Batuta, otro espacio emblemático del circuito de tocatas capitalino, también dejó de funcionar luego de abrir por última vez el sábado, dejando en la nebulosa el futuro de las cerca de 20 personas que trabajan de manera estable en el local de Plaza Ñuñoa. "Entre noviembre y diciembre pasados deben haber bajado un 50% los ingresos, y en el verano bajó a un 70% de un mes normal, lo que significa que ya estábamos acumulando deudas", detalla Rocío Lineros, parte del equipo de producción de la sala, quien agrega otra particularidad que complica aún más al rubro completo: "A diferencia de otros locales nocturnos no tenemos alternativas intermedias. Un restaurante puede inventar otras cosas, pero La Batuta no puede hacer delivery. De hecho, en otros países los primeros afectados fueron bares, discotecas y centros de eventos", comenta.

Si bien se trabaja con plazos inciertos, en Blondie, otro clásico de la vida nocturna santiaguina -que cerró la cortina el lunes-, se está pidiendo a los productores que arriendan el local para shows que empiecen a reprogramar éstos a partir de segundo semestre. "Dimensionamos una gran pérdida acá, pero no es una realidad que estemos viviendo solo nosotros, basta mirar la realidad de toda la gente independiente", dice su productor general, Ariel Núñez.

Por de pronto, la discotheque de Alameda se las ingenia para sobrevivir durante la pausa obligada, compartiendo contenido online y listas de música con sus seguidores. "Aquí hay que sentarse a conversar qué va a pasar con la cultura y el espectáculo, porque también es parte de la salud mental de la gente. Y creo que de alguna manera la banca se tiene que poner, congelar créditos, dar facilidades, porque tampoco queremos que el día que podamos abrir algunos de nuestros proveedores hayan desaparecido porque no pudieron aguantar tres meses".

La situación no es muy distinta en los recintos de mayores dimensiones. "Obviamente aquí lo primordial es la salud, pero esto nos está pegando bastante fuerte y de prolongarse por 90 días quedaríamos en el suelo", declara José Antonio Aravena, administrador del teatro Caupolicán y el teatro Teletón. En el caso del primer local, de calle San Diego, trabajan de manera estable cerca de 50 personas -300 en los días de concierto-, "pero de mantenerse esta situación hasta mitad de año estaríamos despidiendo al 50% del personal", asegura el empresario nocturno.

El Movistar Arena, con capacidad para 14 mil asistentes y 150 funcionarios estables, tras el show del fin de semana pasado vislumbran una reapertura para tres o cuatro meses más. "Estamos viendo la posibilidad de reagendar todo para el tercer y cuarto trimestre. Tiendo a pensar que desde agosto debería ser más probable volver a hacer shows", señala Cristián Aubert, director del recinto. "Sin duda vamos a tener pérdidas y a tener que evaluar la situación de algunos colaboradores. Si estamos tres meses sin operar evidentemente va a haber cambios, pero por ahora estamos a la expectativa y escuchando a las autoridades", añade.