En el invierno de 2004, Alberto Fuguet y su equipo rodaron una singular película en un Santiago de Chile sin gente, con la característica arquitectura del centro en blanco y negro, entre libros de Dostoievski y Marcela Paz, y casi sin diálogos.
Se llamó Las hormigas asesinas y hoy sobrevive en YouTube con la siguiente sinopsis: “Paul Kazán no puede dormir. Deambula por calles vacías. ¿Por qué Santiago está vacío? ¿Por qué no hay nadie? De noche Kazán es un DJ en la disco Insomnio, uno de los pocos lugares donde hay gente. Algo está pasando. Algo raro. Hay rumores. Rumores de hormigas asesinas y epidemias”.
“Es cierto que es un corto, pero la razón por la que se hizo fue que yo ensayara como director para Se arrienda”, cuenta a Culto el escritor y cineasta Alberto Fuguet.
“Se hizo casi sin sonido, lo que fue un agrado y con un equipo chico. Jorge González, el director de foto, me sugirió que filmáramos en 16mm y en blanco y negro. Filmamos en invierno con neblina. Aprovechamos una maratón y tuvimos muchas calles vacías. Luego con apoyo policial cerramos muchas calles, como el paso bajo nivel de Bandera. Hasta vaciamos el metro de noche. Fuimos a filmar trozos para insertar en Se arrienda pero tuvimos suficiente para armar un corto antes y eso fue lo que se hizo”, detalla.
-Cuando filmaste ese Santiago vacío, casi distópico, que hoy a la distancia luce engañosamente actual, ¿qué buscabas mostrar exactamente?
-La soledad interna de un personaje, que es un DJ, que vive solo y es un solo pero se dedica a hacer bailar a otros. Es su estado de ánimo que termina dominando el mundo entero. Es casi como una fantasía y es lo contrario de la fantasía colectiva: la celebración masiva, las marchas multitudinarias, la moral Lollapalooza. Quizás por el año en que se hizo, y para hacer un contrapunto con Se arrienda, que iba a ser a color, optamos por hacerla toda en blanco y negro y con un look como polaco o francés durante la Segunda Guerra. La idea era mostrar un Santiago que se detuvo, que se congeló en el tiempo, que no era el de los malls noventeros. Buscamos un Santiago gótico y lo encontramos. Las hormigas asesinas, a pesar de su título B, quiso ser lo más elegante y nouvelle vague posible.
Las hormigas asesinas es también parte de la historia de Se arrienda.
En la película de 2005 se cuenta que el corto fue musicalizado por Gastón Fernández, el protagonista interpretado por Luciano Cruz-Coke. Y una década antes, en Por favor, rebobinar, aparece el dato de que el guión es obra de los personajes Baltasar Daza y Luc Fernández, a partir de una idea original de Andoni Llovet.
-¿Qué significa un Santiago vacío en el universo Fuguet?
-Las hormigas asesinas apareció en 1994 como un largometraje mítico y de culto y maldito en el que participaron de distintas modos algunos de los personajes de Por favor, rebobinar que es una novela coral. En esa novela esa película unió y separó y fue una apuesta que no se entendió. Una cinta muy ajena al signo de los tiempos que se vivía en los 90s donde la idea es salir, consumir, celebrar. Era un país que crecía. La cinta en blanco y negro era el lado B del Chile exitoso de la Concertación, del iceberg, de ese crecimiento desatado. Yo pensé: todos hacen cine cómico, mucho estelar… qué pasaría si hacemos un filme acerca de un Santiago paralizado, al borde, solo, desolado, sumido en una plaga que tiene algo de castigo. Para mí es llevar una cierta obsesión mía: del tipo solo en una pieza, del chico incapaz de conectar, sacarlo a la calle. El protagonista de la cinta en la novela, Paul Kazán, no le afecta tanto la pandemia y la soledad porque ese es su estado actual (el rol se lo dan a un rockero chileno famoso mundialmente llamado Pascal Barros). Visualmente me parecía fascinante, tanto a nivel literario y luego a nivel visual, llevar la soledad interna al terreno de la urbe. Y cuando se ve la parte en blanco y negro cada tanto en Se arrienda captamos que esta cinta tan importante para Gastón Fernández (hizo la música) y que solamente tuvo eco en Polonia, queda claro que Las hormigas asesinas es el inconsciente de Fernández: su lado B, sus miedos. Kazán es Fernández realmente solo y a la deriva.
-¿Por qué Paul Kazán vive tan aislado?
-¿Por qué tantos viven aislados? Internet no era tan clave cuando lo filmamos y no existía el 94, pero sí: vive aislado. Vive solo. Hay mucha gente sola. Algo bueno de esta crisis es que está visibilizando la soledad, la necesidad de conectar, etc. Kazán era como era yo un poco: aislado, encerrado, fóbico, incapaz de salir y conectar. Uno veía a todos rodeados de gente pero yo era incapaz. Con el tiempo capté que muchos de los que estaban rodeados de gente estaban igual de solos. Y que muchos estaban solos en su casa. Kazán de pronto capta que su soledad no es mal vista. Que nadie lo mira porque no hay nadie. Y luego capta que hay muchos solos por todas partes. Y la ansiedad es el verdadero enemigo.
-Dice Blaise Pascal, desde el epígrafe: “La infelicidad del hombre se basa en una sola cosa: que es incapaz de quedarse quieto en su habitación”. ¿Estás de acuerdo?
-Es una gran frase. O sentencia. O diagnóstico. Y es cierta. De hecho ahora mismo uno los temores es a estar solo, aburrido, más que que te falte algo. Si se analiza bien la frase, no es tanto acerca de no poder salir a la calle sino de lo complicado que para muchos es estar consigo mismos. Y para actualizarlo un poco: lo difícil que para muchos es estar con otro. Porque para estar con alguien debes ser capaz, primero, de estar contigo. Ese es el caldo en que se hirvieron las ideas de Las hormigas asesinas. Es lo que algunos llaman mundo interior. Quedarte en casa, o en tu pieza, y no desesperarte.
-En el corto aparece otra frase que hoy cobra cierta vigencia: “El mundo no se va a acabar, lo que se va acabar es la gente”. ¿Qué onda?
-Como nunca había escrito un guión, sumé a Francisco Ortega al guión de Se arrienda y Las hormigas asesinas. Recordamos la frase de Alien: “En el cielo nadie te escucha gritar”. Y la cinta tiene algo de cinta muda con carteles. Y claro: incluso hoy no me cabe duda que, a pesar de las frases y deseos apocalípticos, el mundo como planeta no se acaba. Nunca lo ha hecho. Recordemos que los dinosaurios alguna vez anduvieron por acá. Es la gente la que puede desaparecer o mutar. O como parece ser lo que sucede ahora: una suerte de détox. El planeta pide que pare para descansar. La sociedad, los sistemas, todo, deben tomar esto no tanto como el fin del mundo pero sí como el fin de un modo de vida. Es, si se quiere, una oportunidad aunque sea tremenda y aterradora. Una pandemia a nivel metafórico poco tiene que ver con terremotos o erupciones volcánicas. Que afecte a todos y en todas partes es algo impensable y ahora no paramos de pensar en esto.
-En revista Acné (otro guiño a Por favor, rebobinar) escriben que Las hormigas asesinas “es una obra acerca de la imposibilidad de amar y de lo inútil que se vuelve todo al no haber eso que llaman amor”, ¿el aislamiento en la película es una metáfora del amor?
-No lo tengo tan claro. La idea fue siempre que pudiera tener varias lecturas. Como las cintas B de los 50. ¿Por qué esos monstruos hacen lo que hacen? ¿Es una metáfora política o social o literal o…? Sí Kazán averigua que los que mueren son los que nunca han podido amar o, lo que es lo mismo, abrirse, compartir, dejar entrar, sacrificarse. Kazán, como muchos, pensaba que amor era follar, tirar, atinar, salir, pero capta que eso no es una vacuna. Y claro: aislarse, cuidarse, estar tranquilo en tu hogar, no tener que salir, es un poco una metáfora del amor. No hace falta estar con tantos o estar tan al tanto, lo que te salva es tener un lugar donde llegar y tener a alguien. Era clave no ideologizar la plaga: los que mueren son los que confiaron o se abrieron o fueron muy narcisos.
-Hay otra escena de Las hormigas asesinas que recuerda a las catacumbas de Matrix donde la resistencia se une en el subsuelo para bailar. De hecho alguien en el corto dice “es mejor morir bailando que encerrado en tu pieza... o en ti mismo”. Como canta Café Tacvba, ¿el amor es bailar?
-¿Eso dice? Yo lo veo ahora como los que no son capaces de quedarse quietos y siguen zorroneando, o yendo a piscolear, playas, spring breaks, matrimonios. Esa disco está llena de ansiosos que no son capaces de quedarse solos y se van a refugiar a estos antros secretos subterráneos donde, en efecto, todo puede pasar, hay libertad total, pero capaz que mueran bailando. Es una opción. Otros quieren salvarse y eso implica quedarse en casa leyendo a solas.