Más de diez temporadas hoy parece una marca inalcanzable para los títulos más relevantes de la televisión de los últimos años. No las tuvieron Orange is the new black, que se quedó en siete, o BoJack Horseman, finalizada con seis; tampoco la canadiense Schitt’s Creek, que ayer se despidió con su séptimo ciclo.
Amplitud que al final equivalen a años acompañando a los espectadores: en el caso de Modern family su existencia se terminó prolongando por 11 temporadas y más de una década, periodo en que pueden haberse producido tantos giros en las vidas de sus espectadores como en las de los integrantes de la familia Pritchett.
También en esa longevidad el mundo del entretenimiento experimentó vuelcos importantes. Como Friends y Big Bang theory, la comedia con Ty Burrell y Sofia Vergara pertenece a uno de los tres grandes canales de la televisión estadounidense, el origen más tradicional de una ficción hasta hace no tanto tiempo. Once años después, los ojos no están tan puestos ahí como en el streaming, desde Netflix a Hulu, Amazon y las plataformas más recientes, Apple TV+ y Disney+, por lo que su adiós –hoy en Estados Unidos en ABC– también se concreta en un momento más opaco del entorno que la vio nacer. Es en parte decidor que el rating de su más reciente episodio, emitido la semana pasada, alcanzara solo un tercio de la sintonía de su capítulo piloto en septiembre de 2009.
A cambio, hay un factor que puede ser cada vez más escurridizo en la actualidad: la perdurabilidad. En general efectiva en sus risas, la ficción también se componía de personajes desplegados con cariño, un clan que además representaba la diversidad cultural propia de la era Obama, reconocido fanático de la historia junto a su familia.
Con protagónicos que van desde la Gloria de Sofía Vergara a la pareja homosexual compuesta por Mitchell y Cameron y su hija adoptiva, de origen vietnamita, la serie elaboró un universo rico y donde los lazos familiares podían ser del tipo que fuese, siempre tratados de manera entrañable y divertida (todos méritos largamente reconocidos en los Emmy, donde con cinco galardones logró igualar a Frasier como la comedia más premiada en la categoría principal).
Por lo mismo no deja de ser curioso que haya debutado el mismo año que el expresidente de EE.UU. inició su primer mandato y termina emitiendo sus capítulos 249 y 250, los finales, en medio de la incierta realidad desatada por el coronavirus, con Donald Trump a cargo de los destinos del país. Sin posibilidad de realizar una última premiere, las despedidas se han canalizado mediante las redes sociales y, en el caso de su cocreador Christopher Lloyd, a través de unas palabras escritas en The Hollywood Reporter
“No arruina nada contar que en el final de Modern family hay un abrazo grupal tan espectacularmente inseguro para el coronavirus que en menos de dos metros hay reunidas 16 personas”, partió bromeando en relación al contexto, para luego volcarse a corazón de la historia: “Se trataba de amor. Ciertamente, siempre apuntamos a los momentos de alta comedia física (…), pero estos eran adornos en la casa de Modern family”.
Como quien sabe que su historia también despide algo mayor que una temporada final, Lloyd cerró: “Nos vamos con tristeza, por supuesto, pero es una tristeza atenuada por la gratitud. Pasamos 11 años junto a personas que amamos, haciendo algo que amamos. Incluso antes de que el mundo se sumergiera en el aislamiento, era difícil no reconocer cuán afortunados éramos”.