Poco ortodoxa: el judaísmo jasídico en boca de todos

Poco ortodoxa, la nueva serie de Netflix

La serie de Netflix se ha convertido en uno de los sucesos del año, mostrando los hábitos de las herméticas comunidades ultraortodoxas. Aquí, desde uno de los asesores de la historia hasta un especialista en judaísmo dan sus opiniones.


El barrio neoyorquino de Williamsburg destaca fácil entre los vecindarios más singulares del planeta. En pleno Brooklyn, parece un lugar diseñado por mundos antagónicos que deben convivir separados por un cruce de calles.

Por un lado están esas cuadras que semejan pasarelas con parroquianos exhibiendo estilizada ropa de segunda mano, con camisas caleidoscópicas, bigotes bien rasurados en barberías cercanas y perritos que podrían publicitarse en un catálogo de mascotas, la definición de lo cool, la capital de otro anglicismo amplificado a partir de esos mismos rincones: la subcultura hipster. Solo un poco más al sur, ese mismo paisaje pareciera decolorarse en tonos más opacos y plomizos en la zona donde habita la mayor comunidad de judíos jasídicos -una de las ramas de la variante ultraortodoxa- de la ciudad, con sus ropas formales, sus tiendas donde no existe la moda o el diseño, sino que las pelucas para las mujeres y los sombreros de ala ancha para los hombres, propiciando una monotonía visual que desvanece todo rasgo distintivo.

Una colisión de opuestos que podría ser parte de una observación sociológica. O también de una serie. Al menos ese es uno de los ejes de Poco ortodoxa (Unorthodox), una de las producciones de Netflix más comentadas de este año y que en cuatro capítulos narra la vida de Esty Shapiro (la actriz israelí Shira Haas), una joven de 19 años que pertenece a la comunidad Satmar -un grupo ultraortodoxo nacido en Hungría, instalado en Brooklyn tras la Segunda Guerra Mundial- y que decide escapar de su vida conservadora, de un matrimonio pactado y de un destino que espera a las mujeres como jefas de hogar a cargo de una prole numerosa.

Huye rumbo a Alemania, el país que encarna el mayor trauma para el pueblo judío, pero donde encuentra la liberación. En las estimulantes calles de la Berlín laica y ondera conoce a nuevos amigos, despliega su pasión por la música al inscribirse en un conservatorio, tiene sexo sin el matrimonio como telón de fondo y se desprende de su vestimenta ultraortodoxa, desde la peluca hasta las faldas largas, el calzado plano y las blusas que cubren todo el brazo.

En parte, es la historia de la escritora Deborah Feldman, cuyo libro Unorthodox: el escandaloso rechazo de mis raíces jasídicas (2012) fue adaptado de forma más libre para la serie.

Pero también podría ser la vida de Eli Rosen, uno de los cerebros de la producción: un actor de cine y teatro nacido en un grupo jasídico de Williamsburg, pero que de igual manera renunció a su origen para abrazar un credo distinto. Eso sí, gracias a sus profundos conocimientos de las costumbres ultraortodoxas y sobre todo del yiddish, el idioma que aún se habla en la comunidad Satmar, se transformó en el asesor clave de Poco ortodoxa. También interpreta a uno de los rabinos. Y algo más: su bagaje fue esencial para que escenas como las del matrimonio entre los protagonistas, con bailes y rituales tan poco conocidos para el resto del mundo, tuviera una credibilidad a prueba de críticas.

Poco ortodoxa
Eli Rosen en su rol en la producción.
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Eli Rosen representa a un rabino en la serie.

O también para incluir detalles fundamentales, aunque inadvertidos. El primer episodio se inicia con un alambre roto que cuelga sobre un poste. Es el llamado eruv, un cable casi invisible para cualquier transeúnte, pero que durante los sábados –el día sagrado para los judíos- delimita en qué zonas se pueden mover portando objetos en sus manos, desde coches con niños hasta las llaves de la casa. Fuera de ese perímetro, no es posible ir con algo a cuestas, por muy pequeño que sea.

Como en la serie el alambre está destrozado, las familias judías no pueden salir a la calle con sus coches y sus bebés, no tienen los límites demarcados con claridad. Se ven obligadas a seguir encerradas.

Por lo demás, los Satmar tienen algunos de los dogmas más ortodoxos dentro del judaísmo, el que incluye para las mujeres raparse el pelo después de casarse, en señal de respeto al marido. El acceso a internet es restringido, muchas veces sólo habilitando en sus celulares páginas religiosas o relativas a la comunidad. Y reportan una altísima tasa de natalidad, con un promedio de ocho hijos por familia.

“Mis padres eran cariñosos y tuve una infancia feliz. Mis razones para renunciar fueron mucho más personales e ideológicas. Luché con mi fe durante mucho tiempo y emprendí un viaje de búsqueda del alma y autodescubrimiento que me llevó a varias sectas ultraortodoxas y jasídicas que culminaron en mi partida. Finalmente, un día me encontré fuera de la comunidad en términos de mis progresivas creencias sociales y valores personales”, dice Rosen a Culto a modo de introducción.

“Por supuesto que en Poco ortodoxa hay similitudes con mi historia”, completa después. “Siempre fui diferente y no encajaba. Al igual que Esty, fingí ser como todos los demás, pero siempre supe que irme era una cuestión de tiempo. Y al igual que ella, también pensé que el matrimonio era una oportunidad para la independencia y un nuevo comienzo, pero eso finalmente nunca funcionó. Me relaciono de muchas maneras con lo que muestra la serie”.

Además, Rosen cuenta que la buena recepción de la historia no solo es un asunto de quienes recién conocen el cosmos ultraortodoxo. “Sorprendentemente, un buen número de jasídicos la han visto y me han escrito sobre cuánto se conectaron con los personajes y cuánto les encantó ver sus historias en TV. Por supuesto que la mayoría de ellos dirá que esto se trata de un caso extremo y que la mayoría no son realmente así. En parte, eso es cierto. No todos son así. Mi familia no es así”.

“Siento que Hollywood siempre ha tergiversado a la comunidad jasídica y tiende a caricaturizarlos o romantizarlos. Esto se debe a que, a diferencia de otras minorías, hay pocos o ningún Satmar que participe en el entretenimiento popular y pueda prestar su voz a tales proyectos”.

“Lo que ofrece Unorthodox es una visión realista de muchos miembros en el grupo –continúa Rosen- y son las pautas y reglas establecidas por el rabino y el liderazgo institucional. Por supuesto hay muchas personas que rompen las reglas y tienen acceso a internet, pero la mayoría lo hace en secreto y no lo admiten. Hay una pequeña minoría en crecimiento que está tratando de liberalizarse y ser menos insular, pero desafortunadamente no tienen poder sobre las instituciones”.

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Eli Rosen es un destacado actor de cine y teatro.

En la vida real y en Israel

Jeffrey Gurock es uno de los mayores especialistas de la historia de los judíos en EE.UU. y también vio la serie. De hecho, uno de sus libros más aclamados se titula Judíos Ortodoxos en América (2009).

“Es notable como los actores, sin ninguno ser jasídico, capturaron la filosofía y el estilo de vida de este grupo religioso separatista. Es un universo tan intrigante, que por eso mismo ha llamado la atención de un gran público en Estados Unidos y, por lo que veo, también en Chile. Ahora, si tuviéramos que situarnos en la vida real, sabemos de desertores jasídicos que han levantado sus propias comunidades religiosas. De hecho, si uno pensara en la realidad, Esty podría haber encontrado un lugar seguro y valioso con tales grupos en Nueva York", postula.

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Jeffrey Gurock, profesor y uno de los mayores especialistas de historia judía en EE.UU.
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La obra de Gurock, una amplia mirada acerca de la historia judía en EE.UU.

Por su parte, Rosen asegura que en Israel la serie también ha generado un progresivo atractivo. En ese país, los ultraortodoxos -10% de la población- creen que el sionismo es una herejía y se oponen a la construcción del Estado de Israel. Por tanto, un importante sector de sus habitantes critica el disciplinado estilo de vida que poseen, considerándolos arcaicos y poco integrados, debido a que muchos no trabajan, no se alistan en el ejército, se consagran exclusivamente al estudio religioso y reciben subsidios de parte del gobierno.

“Mucha gente me ha contactado de Israel y se ha mostrado muy positiva con la serie. También se conectan de manera similar: nuestros estilos de vida no son tan diferentes y muchos aspectos de la comunidad jasídica son universales en todas las sectas y regiones. La comunidad jasídica es muy grande e influyente en Israel, aunque no la mayoría, pero sigue siendo de muchos cientos de miles. Tienden a tener mayor influencia política porque votan como un bloque unido”, puntualiza Rosen en torno a la escalada política que los grupos jasídicos registran en Israel desde hace un tiempo.

Israel Diament, docente de judaísmo precisamente en Jerusalén, también accedió a Netflix en las últimas semanas y le puso play a Poco ortodoxa: “Tengo una prima que vive en las comunidades de Nueva York y su vida es bastante más policromática que la vida de la chica de la serie. Finalmente es una sola vida desarrollada dentro de una comunidad completa. No todos son iguales”.

Gabriel Ben Tasgal, periodista especializado en Medio Oriente y quien también vive en Israel, agrega tras haber visto en su TV la historia de Esty Shapiro: “La serie está bien fundamentada. Dejando a un lado hasta qué punto refleja exactamente lo que sucede entre los judíos ultra-ortodoxos de Brooklyn o de Jerusalén, está claro que el punto más importante es que muestra el rechazo hacia la modernidad, hacia la amenaza que esta representa y el dilema al que se enfrenta una mujer que, por distintas razones, no encaja con lo que se espera de ella. Considero que el nivel de adaptación a las tecnologías modernas entre dicha población es mayor o bastante mayor a lo que se muestra en la serie. La ortodoxia en Israel, y en Estados Unidos, no es un frente monocorde”.

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