Jorge Drexler y una historia sobre décimas, identidad y el culto a las palabras
En 2017 el músico uruguayo grabó una charla TED donde no solo contó la historia de “Milonga del moro judío”, tema en que aborda el conflicto israelí-palestino, sino que además reflexiona sobre el origen de la milonga, las décimas y, por qué no, de nosotros mismos.
El verso de Chicho Sánchez Ferlosio, que Jorge Drexler anotó en el posavasos redondo de un bar en Madrid, reza: “Yo soy un moro judío/ que vive con los cristianos”.
El músico uruguayo que hace más de dos décadas dejó su profesión de cirujano para dedicarse a escribir canciones, le añadió: “No sé qué Dios es el mío/ ni cuáles son mis hermanos”.
Hijo de un judío alemán que consiguió escapar de la Alemania nazi, Jorge Drexler había sido retado por su gran amigo Joaquín Sabina, en el bar matritense, para escribir una canción con los versos prestados de una décima.
“Aquellos versos me impactaron mucho”, cuenta el músico uruguayo en una charla TED grabada en 2017, donde confiesa que no sabía lo que era una décima, pero que tampoco quiso decírselo a Sabina.
Luego sigue: “Entraban justo en algo que yo quería decir hace tiempo y que no sabía muy bien cómo”.
Cuatrocientos años de Espinel
Entonces Jorge Drexler aprendió que la décima “es un tipo de estrofa que existe solo en español y que tiene diez versos”.
El músico uruguayo advierte que es una estrofa “muy compleja”; “quizás la más compleja de las que tenemos en nuestro idioma”, y señala que tiene también una fecha de nacimiento concreto.
“La décima fue inventada en España, en 1591, por un músico y poeta de Málaga llamado Vicente Espinel, el mismo que le puso la sexta cuerda a lo que sería la guitarra española, la bordona”, explica.
Cuenta Drexler que, “desde España, la décima cruza hasta América, al igual que la guitarra española, pero a diferencia de la guitarra española, que sigue viva a ambos lados del Atlántico, la décima, en el lugar en que nació, en España, desapareció, se extinguió. Desde hace un par de siglos que no se practica a nivel popular, pero, sin embargo, en América Latina, desde México hasta Chile, todos nuestros países mantienen algún tipo de décima en su tradición popular”.
“En todos lados le pusieron un nombre diferente, le pusieron una música diferente. Tiene muchos nombres, más de veinte en total en el continente. Le dicen, por ejemplo, son jarocho en México, mejorana en Panamá, galerón en Venezuela, payada en Uruguay y Argentina, repentismo en Cuba o décima peruana en Perú”, añade.
Luego agrega: “Tiene una cosa muy sorprendente, y es que a pesar de que se desarrolló de manera separada en cada uno de nuestros países mantiene hasta el día de hoy, más de cuatrocientos años después de que fue creada, exactamente la misma estructura de rima, de sílabas y de versos. La misma estructura que le puso Vicente Espinel en el barroco español”.
“Dado su carácter eminentemente popular, las temáticas que abordan los poetas en este formato se vinculan a problemas y alegrías cotidianas, utilizando principalmente un lenguaje cercano y coloquial”, dice un facsímil de Icarito sobre las décimas, que añade: “La prolífica artista chilena Violeta Parra es autora de una autobiografía en verso, en donde utiliza justamente este tipo de estrofas para relatar sus vivencias”.
Jorge Drexler explica que una décima se compone de diez versos de ocho sílabas cada uno, en donde el primero rima con el cuarto y con el quinto; el segundo con el tercero; el sexto con el séptimo y con el décimo; y, finalmente, el octavo con el noveno.
“No es tan complicado como parece. Y además es increíble que haya sobrevivido con esa misma estructura más de cuatro siglos”, dice Jorge Drexler en la charla TED y atribuye esa facilidad a la musicalidad de la décima.
Milonga del moro judío
Para componer su tema “Milonga del moro judío”, incluido en su disco Eco (2004), y donde el músico desliza su opinión sobre el conflicto israelí-palestino, Jorge Drexler no solo empleó la forma de la décima.
“Yo acababa de volver de dar un concierto en Israel y venía muy conmovido por un problema que me toca muy, muy de cerca, que es el conflicto israelí-palestino”, contó el autor.
“Les explico: la familia de mi padre es judía, la familia de mi madre es cristiana no practicante y yo me crié en una casa donde las dos tradiciones convivían de manera más o menos armoniosa”, sigue Drexler.
Luego agrega: “No era raro ver a mi abuelo judío vestido de Papá Noel, por ejemplo, o a mi abuelo no judío en la sinagoga con su kipá en la fiesta de la familia, poniendo la misma cara de que entendía todo cuando me dijo Sabina que tenía unos versos en décimas para mí”.
Según el músico: “Para quien se cría en un entorno así, es particularmente doloroso ver la dificultad que tienen dos partes en un conflicto de ponerse uno momentáneamente en el lugar del otro. Sobre eso escribí”.
Ahora que “ya tenía la letra, la forma, que era la décima, y el contenido; entonces tenía que escribir la música”.
De todos lados un poco
No hacía mucho de la anécdota en el bar con Joaquín Sabina, Jorge Drexler se había ido a vivir desde Uruguay a España, “y estaba con la nostalgia muy a flor de piel”, cuenta.
“Quería que mi canción fuera muy uruguaya —continúa—. El género más uruguayo: la milonga. Ahora claro, yo había estado estudiando la historia de la décima, y después de ver que todo el mundo reclama la décima como propia, todo el mundo cree que la inventó, me pregunté: ¿qué quiere decir que la milonga es uruguaya?”.
Entonces, como tomando un bisturí de su antigua profesión, la desarmó como un juguete por explorar.
“La milonga —detalla Drexler— tiene un patrón rítmico que nosotros los músicos le decimos 3 3 2 y tiene un acento característico. Este patrón rítmico característico viene desde África; de antes del siglo IX se lo encuentra en los burdeles de Persia; en el XIII, en España, desde donde cinco siglos después cruza a América con los esclavos africanos; mientras en los Balcanes se junta con una escala gitana y da, en parte, origen al klezmer que los inmigrantes judíos ucranianos llevan a Nueva York y lo cantan en sus salones de fiesta”:
Según Jorge Drexler: “Su vecino, un niño argentino de origen italiano, llamado Astor Piazzolla, lo escucha, lo incorpora y transforma el tango de la segunda mitad del siglo XX”:
“Piazzolla tocaba además en su bandoneón, un instrumento alemán del siglo XIX, creado para las iglesias que no se podían permitir comprar un órgano, y que increíblemente termina el río de la Plata constituyendo la esencia misma del tango y de la milonga. Al igual que otro instrumento igual de importante que el bandoneón: la guitarra española”, cierra el círculo el músico uruguayo, “a la cual Vicente Espinel en el siglo XVI le había agregado la sexta cuerda”.
Al cierre, Jorge Drexler se pregunta: “¿Qué aprendí yo en estos 15 años desde que nació la canción y de recorrer el mundo con estos cuatro versos escritos en un posavasos de un bar de Madrid?”.
Y responde: “Las décimas, la milonga, las canciones, las personas; cuanto más uno se acerca a ellas, más compleja es su identidad, más llena de matices, de detalle. Entendí que la identidad es infinitamente densa, como una serie infinita de números reales que, aunque uno se acerque mucho y los amplíe, no se acaban nunca”.
Luego concluye: “Las cosas solo son puras si uno las mira desde lejos. Es muy importante conocer nuestras raíces, saber de dónde venimos, conocer nuestra historia. Pero, al mismo tiempo, tan importante como saber de dónde somos es entender que todos, en el fondo, somos de ningún lado del todo y de todos lados un poco”.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.