La pena eterna de Adelaida

Adelaida

El grupo de rock más vibrante de la escena nacional presenta Animita, un nuevo disco que es el pago a una manda con el asesino Emile Dubois. “Hay palabras que parecen tiernas pero tienen un sentido trágico”, explican sobre el título.


Los militares se mantienen inmutables frente a Jurel Sónico, poseído por los decibeles y efectos de su guitarra. Al fondo del escenario hay una gigantesca bandera de la República Popular China. Verano de 2018 en la ciudad de Pengzhou y Adelaida participa del Chengdu international sister cities youth music festival, que convoca a cientos de bandas y agrupaciones artísticas del mundo entero. Se transmite por televisión y a los miembros del trío que completa Naty Lane al bajo y “Lele” Holzapfel en batería les recuerda el festival de Viña. Entre la lluvia que cae, los militares impenetrables de las primeras filas y las luces, divisan a la masa. El rock mezcla de grunge y shoegaze del conjunto de Valparaíso es del agrado del público que atiende un extraño cartel donde tocan después de un cuerpo de baile hawaiano. “Atrás estaba súper prendido. Igual les gusta el rock. Necesitan descontrolarse más”, sentencia Jurel.

Después de ocho años de carrera y cuatro álbumes -el más reciente, Animita, apareció el pasado viernes 17-, Adelaida tiene carrete internacional. Han grabado en Nueva York, tras China tocaron en Japón, conciertos por Europa, Norte y Sudamérica y sesiones con Jack Endino, el mítico productor del debut de Nirvana. También son profetas en su tierra. Se quedaron con el Pulsar 2018 como mejor banda de rock y puede que Emile Dubois, el célebre asesino francés fusilado en Valparaíso en 1906, considerado milagroso en el puerto, haya tenido algo que ver. Jurel le hizo una manda para ganar el premio y conseguir la gira al Asia. Animita es la moneda de cambio, también el álbum más ambicioso. Sin que la guitarra incendiaria pierda protagonismo hay más sintes, cuerdas, toques acústicos y mayor detalle en las armonías vocales.

Identificados con Valparaíso y asentados en pleno barrio Puerto, el cantante y guitarrista se marchó de la ciudad. “Vivo en Conce desde agosto del año pasado. Grabamos el disco y partí. Más verde todo, árboles, bosque, ando en bici. Está piola. Igual me salen pegas, grabaciones. ¿Por qué me vine? Cambios y tenía mi polola acá”.

A la videollamada se suma “Lele” desde Puerto Montt. Naty no responde. Jurel cuenta que en estos días de pandemia tocan por streaming. “La gente no se olvida que existe la música”, comenta mientras exhala el humo de un cigarrillo hechizo. Para el batero que camina por un paraje rodeado de árboles, la incertidumbre semeja un balancín. “Hay días en que estoy tranqui viéndole el lado positivo. Pero al otro es ‘cuándo voy a tocar, a ver a mis amigos’. Cuesta alejar la ansiedad”.

Grabado en el estudio Mescalina de Valpo con Matías Saldías y Rubén Verdugo, con producción de Jurel y Saldías, Animita cumple la tradición de Adelaida de destilar todo lo posible el material. “Ha sido la metodología desde siempre grabar los demos y decir ‘ya, la canción necesita esto o esto tiene de más’”. El nombre Animita, además de las conexiones con Emile Dubois y el santuario popular alrededor de su tumba en el cementerio 3 de Playa Ancha, implica un doble filo. “Hay palabras que pueden parecer tiernas pero tienen un sentido trágico”, explica “Lele”. “Es una mezcla de devoción y tragedia, esperanza, fe, pero también una pena eterna. Y esa oscuridad mezclada con esa ternura nos pareció ad hoc”.

La complejidad creciente de las canciones entre capas de sonido y nuevas rutas trajo la eterna disyuntiva de los tríos, sumar o no un nuevo integrante. “Por primera vez”, subraya “Lele”, “nos abrimos a la posibilidad que entrara un cuarto miembro para ayudarnos a montar el disco en vivo. Eso nos permitió decir ‘metámosle, total vamos a tener a alguien que nos va a ayudar’”. La nueva integrante en sintes y pandero es Anke Steinhofel, la pareja de Jurel.

Este cuarto álbum es también el primer título de Adelaida con cambio de folio hacia la treintena. ¿Tiene algún significado en la dinámica del grupo? “Cuático igual” sintetiza Jurel, en tanto “Lele” continúa entre fondos verdes. “Para mí es importante. He dedicado diez años a un proyecto y pasar esa barrera tiene que ver con sentirse más maduro. Nos ha servido caleta como personas, como grupo, como amigos. Saber escucharse, respetarse, a entender que somos distintos, que tu compañero de trabajo tiene mañas y tú también”.

Jurel confía en retomar las giras mientras recuerda pasajes de la visita a Japón con público bailando sincronizado y el notable profesionalismo. “En dos minutos una prueba de sonido. Me escuché perfecto al tiro”. En China se dieron un gusto que quedó registrado en Youtube: tocar en la Gran Muralla. La movida fue de una chilena residente que conocía un tramo de la milenaria obra sin turistas. Guardando las distancias por el nivel de producción, el poder de las imágenes con el trío en tamaño sitio evocan a Los Jaivas en Machu Picchu. Adelaida continúa la tradición de las bandas más legendarias del Gran Valparaíso, lista que también integran Congreso y Chico Trujillo. Artistas sin fronteras.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.