A sus 50 años Manuel García cumplió un sueño que arrastraba desde la adolescencia, cuando ensayaba los primeros acordes en su guitarra y comenzaba a darle forma a sus primeras composiciones.
“Si a mí me hubiesen dicho que me quedaba un momento de vida, y me daban como regalo elegir con quién hubiese preferido grabar un tema, todo el mundo sabe que hubiese dicho Silvio Rodríguez. Y si me hubiesen preguntando qué canción, naturalmente hubiese dicho ‘El viejo comunista’”, asegura el cantautor, quien cumplió su viejo anhelo y mañana estrena una nueva versión de uno de los primeros éxitos de su discografía, a dúo con el gran referente artístico de toda su vida.
Una colaboración realizada de modo remoto -como casi todo actualmente- que comenzó a gestarse por escrito, con cartas que ambos artistas empezaron a enviarse hace algunos meses, “entre el estallido y el Covid”, cuenta el ex Mecánica Popular. Un diálogo a distancia que se tradujo en una remozada versión del himno a la justicia social que el ariqueño compuso recién llegado a Santiago, hace un cuarto de siglo, y que debutará en plataformas digitales para conmemorar el Día de los Trabajadores.
El single, cuya carátula muestra el rostro de ambos creadores dibujados por el propio García, se presenta a su vez como uno de los primeros adelantos del próximo álbum del chileno, titulado Caminante. Un nuevo LP que será publicado el próximo semestre para celebrar los 50 años de vida de su autor -cumplidos el mes pasado- y que sumará nuevos invitados a una carrera que en el último tiempo acumula colaboraciones con Pedro Aznar, Mon Laferte, Moral Distraída y el español Javier Limón, entre otros.
“En ese contexto hemos estado buscando a algunos hermanos y también a padres músicos que han sido referentes para nosotros. Ocurrió así con Pedro Aznar, que para el disco que hicimos juntos (Abrazo de hermanos, 2019) se entendía absolutamente que yo no estaba trabajando con un par de igual a igual, sino que con uno de mis maestros y una de mis influencias fundamentales dentro de la música”, explica.
En el caso del trovador cubano, el diálogo epistolar comenzó con algo de ruido. “Le mandamos una carta a Silvio Rodríguez pero la escribimos mal, porque la hicimos desde producción, consultando inter oficinas si había una disponibilidad. Silvio mandó una carta muy amable pero muy concisa, diciendo que a él le parecería más bonito si el artista le escribía directamente”, relata el solista.
Subsanado este punto y luego de un mensaje directo del ariqueño, el autor de “Ojalá” contestó “una carta muy bonita, muy sentida también, muy seria, en el sentido de hacerse responsable y ponerse absolutamente a disposición para grabar la canción, ofrecer primeras o segundas voces según fuera lo oportuno y de enviar los ‘pro tools’ (pistas de grabación), porque así como están los tiempos todo se hizo de manera remota”.
En todo este proceso el factor emocional no estuvo ausente en Manuel García, quien más de una vez ha reconocido el impacto que tuvo la obra de Rodríguez en su vida y cómo se acercó a la guitarra gracias a sus canciones. “Más que aprender a tocar la guitarra con Silvio Rodríguez, aprendí con él a re-entender la guitarra o a comenzar a entenderla desde el punto de vista de las preguntas”, precisa. “Cuando joven no solo estaba impresionado sino que comprometido a entender la obra genial de un artista genial. En ese sentido, más que un fan uno se convierte en una especie de discípulo, muy humildemente, de un artista a quien uno está revisando constantemente para poder obtener la posibilidad de ajustar la visión, tanto en la palabra y la música, y también como una manera de dialogar con las perspectivas históricas”.
Aquel diálogo con mirada histórica cobró especial valor en esta nueva lectura de “El viejo comunista”, una pieza que García compuso al poco tiempo de haberse instalado en Santiago, en octubre de 1996, inspirado en gran medida en una canción del cubano titulada “Reino de todavía”. “En estos días de estallido social y de zozobra y existencialismo social a causa de una pandemia, en los que más que nunca estamos tratando de entender quiénes somos como especie, la mirada de este viejo comunista cobra un valor especial”, explica sobre el protagonista de su canción, “quien más allá de su pena rescata en el fondo de su corazón el haberse jugado la vida por lo que cree, y hoy estamos hablando de jugarse más que nunca por lo que se cree y se piensa”.
Separados por 6.500 kilómetros, el diálogo de ida y vuelta entre La Habana y Santiago generó un vínculo entre ambos creadores y profundizó la admiración del chileno por su gran maestro, como parte de una experiencia que describe como “mágica”. “Para Silvio hacer esto es un acto de solidaridad y de cariño, tal como él me lo dijo. Aquí no hubo una discusión de porcentajes, de créditos, sólo de lo estético y lo artístico. Y cuando finalizamos todo el proceso respondió que esto se hace por solidaridad. Son cuestiones importantes de subrayar porque nos devuelven el significado de la relación humana más pura, más transparente, que finalmente es lo que más me emociona: la manera en que un artista trabaja de forma entregada, que es lo que uno creía y esperaba cuando lo escuchaba de adolescente, casi niño, para a través de esa poesía tratar de entender el mundo. Luego te das cuenta que cumples 50 años y esa especie de oráculo sigue ahí, incólume, tal como se veían esos valores que lo fueron formando filosóficamente a uno”, cierra.