After Life: el año del pensamiento mágico

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La serie británica creada por Ricky Gervais que ha estrenado su segunda temporada en Netflix recuerda por largos pasajes a El año del pensamiento mágico de Joan Didion en su modo de abordar no solo la narración del duelo, sino que la experiencia de perder a un ser amado.


La vida cambia deprisa.

La vida cambia en un instante.

Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba.

Estas son las líneas iniciales de El año del pensamiento mágico, la obra de inicios de los 2000 en que la autora Joan Didion aborda el duelo por la pérdida de su esposo, John, y la enfermedad de su hija, Quintana, pero bien podrían serlo también de la serie After Life, creada e interpretada por Ricky Gervais, donde su personaje, Tony vive los meses posteriores al fallecimiento por cáncer de su joven esposa.

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Ricky Gervais.

Ambas obras abordan el duelo más como una experiencia que como una narración guardando paralelos notorios desde la primera persona. Dice Didion, “El dolor por la muerte de un ser querido es otra cosa. Carece de distancia. Viene en forma de oleadas, de paroxismos, de premoniciones repentinas que debilitan las rodillas, ciegan los ojos y cancelan la normalidad de la vida. Prácticamente todo el mundo que ha experimentado el dolor por la muerte de un ser querido menciona este fenómeno de las «oleadas»”, y ello resuena en la obra de Gervais particularmente en todos esos momentos en que la acidez y el sarcasmo del personaje no parece tener contención. Tony escupe al mundo un enojo y descompromiso que contrasta con el solaz de un pueblo pequeño en Inglaterra -Tambury- donde transcurren sus días.

Un cambio de perspectiva

La personificación de Tony transmite toda la sensación de que se está frente a alguien que se ha como desdoblado de la existencia y en esa parsimonia y ese desacople resuena otro pasaje de El año del pensamiento mágico: “La gente que ha perdido hace poco a un ser querido tiene una expresión peculiar, que tal vez solo reconocen quienes han visto esa misma expresión en su propia cara. Yo la he visto en mi cara y por eso ahora la reconozco en otras. Se trata de una expresión de vulnerabilidad extrema, de desnudez e indefensión. Es la expresión de quien sale de la consulta del oftalmólogo a plena luz del día y con las pupilas dilatadas, o bien de alguien que lleva anteojos y de pronto lo obligan a quitárselos. La gente que ha perdido a un ser querido parece desnuda porque se cree a sí misma invisible”.

Aspectos como la percepción del tiempo, la invasión de recuerdos ante situaciones familiares, la sensación de que todo transcurre como en cámara lenta, son abordados por la autora en su libro y en la narrativa audiovisual -y masculina- de Gervais se comunican de manera peculiar. El metraje de After Life casi no dispone ni de música incidental ni de banda sonora -más allá de las que ocurren en los inicios y cierres de los episodios-, por lo que estéticamente provoca un efecto como de atontamiento, embobamiento, abombamiento. De cabeza abombada.

joan didion
Joan Didion.

Didion reflexiona sobre esto, respecto del duelo de un ser muy cercano, y entrega una clave de lectura para la serie de Netflix: “El segundo tipo de dolor por la muerte de un ser amado era el «dolor con complicaciones», que en la literatura especializada también se denominaba «duelo patológico» y se decía que tenía lugar en situaciones muy diversas. Una situación en que podía darse el duelo patológico, según leí en repetidas ocasiones, era cuando el superviviente y el difunto habían tenido una dependencia inusual el uno del otro. «¿Acaso quien sufre el duelo dependía mucho de la persona difunta para obtener su placer, apoyo o estima?» Este era uno de los criterios diagnósticos que sugería el doctor David Peretz, del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Columbia. «¿Acaso quien sufre el duelo solía sentirse perdido sin la persona difunta cuando se tenía que separar a la fuerza de ella?»”. Ese es el caso de Tony, cuya vida anterior, revisada tanto en flashbacks como en imágenes grabadas en su computadora, parecía sumamente feliz, al punto que, en un momento de la serie, cuando se le pregunta sobre su trabajo absolutamente sin sentido y hasta ridículo como reportero del The Tambury Gazette, responde que su vida era feliz porque llegaba a casa y se sentaba con su esposa en el sofá a permanecer disfrutando la vida.

Descifrando los mensajes de la vida y la muerte

En gran parte de las secuencias de After Life, Tony parece encontrar pequeños sentidos en cuestiones sumamente sencillas y hasta insignificantes, lo que va dotando a la serie de pequeñas epifanías que suavizan y hacen más cariñoso el relato. Una foto, un lugar, un paseo con el perro, y sobre todo los mensajes del pasado que le ha grabado su esposa ya desahuciada como un ayuda memoria y un apoyo a la vida actual de Tony, dialogan fuertemente con algunos de los párrafos más sentidos de El año del pensamiento mágico: “Los supervivientes miran hacia atrás y ven presagios, mensajes que se perdieron. Recuerdan el árbol que se murió y la gaviota que se estrelló contra el capó del coche. Viven por medio de símbolos. Encuentran significado en el aluvión de correo basura que llega a la computadora en desuso, en la tecla de borrado que deja de funcionar, en el abandono imaginado de la decisión de cambiarla. La voz de mi contestador automático sigue siendo la de John. El hecho de que la grabara él fue arbitrario y obedeció únicamente al hecho de que era él quien estaba en casa la última vez que hubo que programar el contestador, pero si yo tuviera que grabar otra vez el mensaje ahora, me sentiría una traidora. Un día en que yo estaba hablando por teléfono en su oficina me puse a pasar ociosamente las páginas del diccionario que él siempre tenía abierto en la mesita de al lado del escritorio. Cuando me di cuenta de lo que acababa de hacer, me quedé afligida: ¿cuál había sido la última palabra que él había buscado, y qué había estado pensando? ¿Me había perdido su mensaje al pasar las páginas? ¿O el mensaje ya había estado perdido antes de que yo tocara el diccionario? ¿Es que yo me había negado a oír su mensaje?”.

Sensibles, sin ser sensibleras, honestas y transparentes, After Life y El año del pensamiento mágico abren a una intimidad y un dolor compartido que deja al lector o a la espectadora ingresar a una experiencia singular que, sin recurrir a moralejas, transmite una faceta de la vida de la que la sociedad contemporánea ha huido.

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