Hace poco más de una semana falleció uno de los bateristas más emblemáticos y creativos de las últimas décadas. Puede que no sea un nombre tan conocido como el de Neil Peart, Keith Moon o John Bonham, pero Tony Allen fue pionero en la creación de nuevos ritmos a principios de la década de los setenta, para después desarrollar una extensa carrera donde pudo participar en una treintena de discos tanto en su natal Nigeria, como también durante sus estancias en Francia e Inglaterra.
El músico, que curiosamente se presentó por vez última hace un mes y medio en “La iglesia del sonido”, en Londres, interpretó canciones de su último disco Rejoice, editado el año 2018 en conjunto con el trompetista sudafricano Hugh Masekela.
A continuación, cuatro características claves del baterista que fusionó distintos géneros para lograr un estilo nunca antes replicado.
Inventor del Afrobeat
“Sin Tony Allen no habría afrobeat”, decía el cantante e ícono cultural de Nigeria, Fela Kuti. Juntos mezclaron funk, jazz y otros estilos africanos para dar con el insigne afrobeat, que sería popularizado en todo el mundo por la banda de Kuti de la cual Allen era baterista: Africa 70. Los ritmos quebrados y contratiempos suaves en la caja, iban a ser determinantes en el nacimiento de este nuevo género musical, que destaca por sus ensambles con muchos músicos y una fuerte efervescencia que mezclaba baile, catarsis e incluso protesta en cada una de sus presentaciones.
Groove ralentizado: "Todo es muy sutil, extremadamente sutil. Eso saca a relucir la batería", comentaba en un especial de Boiler Room del año 2015 donde por una hora Allen le enseñó parte de sus secretos a Moses Boyd, joven baterista londinense y una de las figuras prominentes del jazz de esa ciudad.
Allen se caracterizó por componer grooves tocados de forma muy suave, con una predominancia de variaciones en el hi hat y con un ritmo desarmado que extrañamente le da un feeling distinto a la música. Ese “retraso” fundamental en algunos golpes ha sido una fuerte influencia para el reggae y el hip hop, donde las bases también tienen un ritmo que busca cambiar el sentido percusivo de que cada golpe ejecutado en el instrumento.
Colaborador de Damon Albarn y otros músicos destacados: el icónico vocalista de Blur canta en el coro del sencillo "Music is my radar", “Tony Allen got me dancing (Tony Allen me hizo bailar)”.
Esa frase haría eco en el baterista que lo invitaría a grabar años después junto al rapero Ty en su disco HomeCooking (2002):
Sería el preludio para que Albarn lo invitara ser parte de la superbanda The Good The Bad And The Queen, que además contó con la participación de Simon Tong, ex guitarrista de The Verve y Paul Simonon, el emblemático bajista de The Clash. Su última colaboración antes de morir la hizo justamente con Gorillaz en el tema "How far", estrenado hace solo una semana y que también cuenta con la colaboración del rapero Skepta.
Otros de sus principales admiradores son el productor Brian Eno, quien catalogó a Allen como “probablemente el mejor baterista del mundo” tras escuchar el disco de Fela Kuti, Afrodisiac (1973):
También la cantante y actriz francesa Charlotte Gainsbourg, que lo invitó a participar en su disco 5:55:
Y Flea, el influyente bajista de los Red Hot Chilli Peppers y alguna vez compañero del baterista en la banda African Express durante la década pasada.
Gran reversionista del jazz: a pesar de la gran variedad de géneros musicales que ha explorado a lo largo de su discografía, Allen nunca tuvo dudas en mencionar al jazz como su principal influencia.
Admirador desde su infancia en Lagos, Nigeria, de los bateristas Max Roach y Art Blakey, el músico hizo un meticuloso trabajo en varios de sus discos como solista al reversionar clásicos del estilo con su tocada afrobeat, en medio de instrumentos de bronce y cuerdas que se acoplaban desde la base del jazz, entre medio de ritmos africanos y poco ortodoxos de un baterista que, a lo largo de su carrera, supo cuestionar los cánones establecidos de la música popular, y crear un estilo propio desde su forma de tocar.