Vestido de blanco, como correspondía a la segunda parte del show, Cerati interpretaba "Lago en Cielo" de su disco Ahí Vamos (2006). Con este tema cerraba una gira por Latinoamérica y Estados Unidos que despegó el 19 de noviembre de 2009 en Monterrey, México, para dar paso al tramo europeo con sus presentaciones en España programadas para octubre.

El campus de la Universidad Simón Bolívar estaba repleto y el sonido había sido magistral -a diferencia del show en Bogotá, donde el anfiteatro de cemento y techo de chapa brindaron una acústica deplorable-. Cerati tomó la guitarra y jugó con ella como quiso, “Lago en el cielo” se extendió por un par de minutos con un solo de guitarra que Gustavo se negaba a dejar ir. "Chao Venezuela ", dijo al público. Los últimos acordes sonaban, lanzó un beso a sus espectadores y cerró con un simple “Hasta la próxima, chao”.

Pero no hubo una próxima, ni en Caracas, ni en Venezuela, ni en ningún otro punto del planeta. El ex Soda Stereo, se retiró del escenario, se dirigió a los camarines y tras comer algo, conversar con parte de su equipo y formar parte de la fotografía grupal; su voz se apagó.

La gira de Fuerza Natural (2009) el quinto y último álbum de Cerati, lo llevó a un viaje de recitales que ya tenía siete meses de camino. Tomaba algunos recesos, pero la rutina consistente en subir y viajar de un avión, los shows en que interpretaba entre 20 y 30 canciones, las noches de festejo tras cada presentación y las dos cajetillas diarias de cigarro, fueron más fuertes.

El cuerpo de Cerati no quería más guerra. Ya le dio una fuerte señal el 2006 con la trombosis en su pierna derecha. Le indicaron que bajara el ritmo, que dejara el cigarro, que comiera más sano e hiciera ejercicio, pero el regreso de Soda Stereo en Me verás volver (2007) y su novia veinteañera -Chloé Bello-, rápidamente lo hicieron olvidar las recomendaciones y que ya no gozaba la fuerza y vitalidad de los 80.

Según relata Juan Morris en el libro Cerati: la biografía (Planeta, 2015), el sonidista Adrían Taverna vio cómo el equipo organizaba una foto grupal dentro de la carpa -como era costumbre al terminar un tramo de un tour-, mientras el baterista Fernando Samalea acomodaba la cámara.

Solo faltaba Gustavo en aquel registro. Alguien le pegó un grito y Cerati llegó a último momento posicionándose junto a Taverna. “El primer disparo de la cámara salió sin flash, así que Samalea pidió que nadie se moviera y se volvió a subir a la silla para reprogramarla. Taverna se dio vuelta para decirle algo a Gustavo y lo vio pálido, con los ojos desorbitados.—¿Te sentís bien? —le preguntó”, registra Morris en la biografía más completa del artista.

El sonidista describió haber visto al hombre de “Bocanada” con los ojos desorbitados e incapaz de pronunciar un sonido, menos una frase coherente. “Entonces la cámara disparó su flash y todo el equipo quedó registrado en la última foto de la gira. A su alrededor el grupo se empezó dispersar y Gustavo caminó confundido hacia su camarín”, dice el escrito.

Junto con Bernaudo -asistente de Cerati- Taverna entró al camarín y vio al cantautor postrado en el sillón, con la camisa desabrochada y la boca entreabierta. Rápidamente llamaron paramédicos sospechando una alta de presión o incluso un infarto. Llegaron dos profesionales de unos veinte años que al ver quién era su paciente, se paralizaron. El kinesiólogo del equipo revisó qué medicamentos portaban en su botiquín mientras les pedía ir por una camilla. Gustavo Cerati se podía mover, pero no podía hablar ni reaccionar con normalidad.

Tardaron una hora en desalojar completamente el recinto. No querían que se convirtiera en grandes titulares. Primero llegaron al Centro Médico Docente La Trinidad, pero estaban sin suministro eléctrico, por lo que fue trasladado a otro recinto médico donde le hicieron diversos exámenes. Una hora después volvieron a La Trinidad donde había vuelto la electricidad.

“Gustavo tuvo una descompensación luego del show en Caracas, pero informamos que se está recuperando favorablemente”, escribió Fernando Travi, mánager de Gustavo desde su teléfono cuando ya estaba seguro que la noticia se filtraría inevitablemente. Sin saberlo Travi mintió en ese comunicado, Gustavo estaba lejos de recuperar la salud.

A la mañana siguiente despertó consciente, pero el cuerpo no le respondía con normalidad. Cuando Taverna llegó a verlo, vio que se tocaba el brazo con curiosidad y se agarraba la cabeza. Tenía la mitad del cuerpo adormecido y no podía hablar.

El músico fue tratado como si hubiese sufrido un problema cardíaco. Al ver que respondía, le sirvieron comida normal el primer y segundo día (caldo, pollo con arroz y plátano frito), y se auguraba el alta para el día siguiente, tal como registró Juan Morris en su libro Cerati La Biografía. Sin embargo, Cerati contenía una bomba de tiempo que nadie anticipó.

El 18 de mayo el neurólogo Vladimir Fuenmayor, informó que el artista "tuvo una isquemia cerebral que venía evolucionando en forma adecuada y en las últimas horas ha llegado a un gran edema cerebral y un deterioro progresivo de sus cuadros neurológicos". Posteriormente, Cerati fue sometido a cirugía para aliviar la presión que su cráneo sufría, pero ya era demasiado tarde. El autor de "En la ciudad de la furia" jamás volvería a ser el mismo.

Su último recital comenzó con 7 temas seguidos de Fuerza Natural, abriendo con el homónimo del disco.

Luciendo un traje negro -y desde la segunda mitad del show un conjunto blanco- repasó las canciones de su carrera solista: de Fuerza Natural retrocedió a Bocanada (1999) con “Perdonar es divino”, para avanzar al futuro con “Uno entre 1000” de Ahí Vamos (2006). Incluyó en el repertorio singles de Siempre es Hoy (2002), Amor Amarillo (1993) y Colores Santos (1992), pero solo uno de Soda Stereo: “Trátame Suavemente”.

Casi como una sentencia, “Crimen” fue la penúltima canción: “Y otro crimen quedará, otro crimen quedará, sin resolver”. Pero el gran cierre fue pedir que fuéramos despacio, para encontrarnos. Cerati solo quería un lago en el cielo.