Scottie Pippen: ser segundo no es igual
La docuserie The Last Dance trae una sorpresa extraña: es mezquina con el eterno escudero de Michael Jordan, juzgándolo en lo personal, poniendo la luz en episodios controvertidos y recalibrando una narrativa que alguna vez, para los ojos de los fanáticos, los puso a ambos en la misma frase.
Treinta años son mucho tiempo, pero hay algunos detalles que no se olvidan, aunque sean triviales. Como este: para los niños a los que nos gustaba el básquetbol, Michael Jordan y Scottie Pippen eran uno. Como Oliver y Tom, aparecían como una dupla intercambiable en el orden: ambos —Jordan y Pippen, Pippen y Jordan, el 23 y el 33— eran los Chicago Bulls, las estrellas de un equipo de la NBA cuyo merchandising lo hizo global —cómo olvidar el polerón negro con su logo que me acompañó por más de una década—. No había duda de que Jordan era el más talentoso, y eso se ratificaría con su segundo triplete, pero siempre eran los dos parte de la misma oración.
Quizás por eso llama la atención que el escudero de Jordan salga tan mal parado en The Last Dance, la serie de diez capítulos que cuenta el último año de ese gran equipo, pero que en verdad termina convirtiéndose en un documental para entender a uno de los deportistas más grandes de la historia. Parece un gusto extraño: ¿había necesidad de tratarlo de “egoísta” y poner en duda su capacidad de liderazgo, sobre todo en un documental donde el que se supone era su compañero de equipo tiene todo el control?
Pippen ha hablado poco y nada, pero incluso algunos de sus partners de esa época han sentido la necesidad de salir a defenderlo por lo que estiman como algo injusto. "Es difícil para Scottie cuando la gente le dice cosas negativas. No le gusta. Sigo diciéndole: 'No tienes nada por lo que disculparte. Eras uno de los mejores'", afirmó Dennis Rodman, otro de los ejes de ese equipo, quien aseguró además que para él el alero es el segundo mejor jugador que ha visto en una cancha, detrás de Jordan.
El caso de Rodman es, precisamente, un buen argumento sobre lo peculiar que es la postura sobre Pippen en la serie. En el capítulo que se dedica al “Gusano”, se lo eleva a la calidad de uno de los elementos indispensables del equipo, un cohesionador y un hombre que tenía una de las cosas más esquivas del deporte: la confianza en Jordan. Y, a modo de anécdota, con todos riendo, se cuenta que en medio de la temporada final se mandó una escapada por 100 horas a Las Vegas con Carmen Electra, de la que tuvo que ir el propio “Aéreo” a sacarlo del hotel para que regresara con los Bulls.
A Rodman se le entiende, a Pippen se le juzga. El segundo episodio de la serie se centra en la decisión del “33” de operarse justo antes del inicio de la temporada, perderse los primeros partidos y negarse a apurar su retorno para renegociar un contrato que en esos momentos lo tenía como una de las estrellas peor pagadas de la liga. Es ahí cuando Jordan dice una de las frases que va a ser más recordadas del documental, cuando afirma que su compañero estaba siendo “egoísta”.
Y luego, en los capítulos 7 y 8, cuando se analiza el regreso de Jordan desde el béisbol, se dedica un largo tiempo a un incidente en la serie de los playoffs de 1994 con los New York Knicks, donde Pippen se rehusó a participar de la última jugada de un partido porque su entrenador —el mítico Phil Jackson— decidió darle el tiro final a Toni Kukoc en vez de a él.
El impacto del incidente es dudoso, más allá de una rencilla de vestuario. Kukoc metió la canasta, le dio el triunfo y los Bulls pelearían esa serie hasta el último partido, cayendo 4 juegos a 3. Hay otro episodio en esos partidos, de hecho, que hasta hoy es recordado por los hinchas de los Bulls: una muy dudosa falta cobrada a favor de los Knicks en los segundos finales del quinto partido, con la serie empatada a dos juegos y Chicago en ventaja de un punto faltando un par de segundos. Pippen hasta hoy asegura que ese momento selló el destino de la serie, porque New York terminaría ganando tras marcar los dos tiros libres. Pero eso ni siquiera aparece.
Si la serie logra algo, es hacer sentir lo que quizás en la cancha, por el flujo, no era evidente: Pippen es el dos, el que no fue capaz de ganar un torneo solo, el líder benevolente —la antítesis del duro y hasta cruel Jordan— pero que no logra resultados y traiciona a su equipo y compañeros. Ya no son una oración: Jordan es Michael, y Pippen va en otra parte, como justificando por qué Jordan tenía que ser lo obsesivo y posesivo que era con todos los demás, porque su estilo sí daba resultados.
El siempre locuaz Rodman lo planteó hace unos días abiertamente. “Lo que me gustaría saber es, ¿a Scottie realmente le gusta Michael? ¿Se preocupa por él? ¿Lo despreció en algún momento de su carrera?”, señaló. “Se lo pregunté de diferentes maneras: ‘¿Qué pasa contigo y con Michael?’ Realmente nunca me respondió”.
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