“Estaba enamorado de un amor imposible”, “convertí el drama en arte” y “era como Lennon hip hop”: Jorge González repasa Corazones canción por canción

Ilustración: Milo Hachim.

A 30 años del estreno de uno de los álbumes seminales de la música chilena, aparecido el 20 de mayo de 1990, su autor detalla con Culto la agitada trastienda personal de las composiciones y revisa las historias que marcaron cada uno de esos temas. “Aún me enorgullece”, comenta.


La primera imagen que se le ocurre a Jorge González cuando viaja en reversa hacia el álbum Corazones (1990) es una fusión imposible, el abrazo de dos mundos que sólo la fantasía puede reunir.

“Ese disco fue una mezcla de Salvatore Adamo con house. Era un sonido muy cálido hecho con computador. No existía esa mezcla y aún no existe”, define el cantautor, en conversación con Culto desde su encierro en San Miguel y en referencia a ese trabajo que hace tres décadas convirtió sus heridas privadas en melodías para discotecas.

Pero hay otro aspecto de Corazones ferozmente real y donde no caben las ficciones: “Yo estaba enamorado. Mucho. De un amor imposible. El mejor”.

En sus nueve canciones, y bajo la producción del argentino Gustavo Santaolalla en Estados Unidos, el álbum se convirtió en el testimonio de un hombre electrizado por una relación prohibida con la mujer de su mejor amigo y que había decidido renunciar a las letras con acento social que sólo años antes lo habían convertido en una leyenda temprana. 

Ya no era la voz de los 80, sino que la voz de sí mismo en “Estrechez de corazón”, “Amiga mía”, “Por amarte”, “Tren al sur” o “Cuéntame una historia original”. Una nueva década para un país, una era completa distinta para su vida y su carrera.

JORGE GONZALEZ

“No quería nada de rock. Si lo volvía a hacer era gil, obediente. Y no. Hice lo que se me cantó. Algo romántico y techno. Lo romántico era la música de mi madre. Era mi infancia”, cuenta ahora, trazando otro eslabón del álbum, aquel que lo retrata como un conjunto de composiciones centradas en lo femenino y con cierto ánimo antimachista, eternizado por el hit “Corazones rojos”.

“El rock viejo era re machista. Led Zeppelin. Los Stones. Ultra machos. Pero el punk no. Ahí había heroínas”.

¿Eran machistas Los Prisioneros cuando partieron?

“Harto. Éramos de barrio. Pelotudos. Pero llevar a la Cecilia fue muy fuerte. Fue un mensaje. Una mujer. A tu altura, pero bella. Fue una declaración de principios. Era un ‘váyanse a la mierda’. No mires pal lado. Haz lo tuyo. Esa es la única declaración saludable. Además ella era mi amiga. Era muy seria y profesional”.

Ahí el cantante abre otro capítulo dentro de la trama múltiple que significó Corazones: el fichaje en 1990 de Cecilia Aguayo, parte del colectivo artístico Las Cleopatras y quien se encargó de los teclados para la promoción en vivo del álbum.

¿Fue muy difícil que Narea partiera y desde ese momento tener una integrante como ella en la banda?

Musicalmente, fácil. Mediáticamente, muy difícil. Pero me importó mas la música. El tiempo hablaría. Si hubiésemos hecho “Sexo” de nuevo habríamos sido ‘consecuentes’. Pero yo lo encontraba imposible. Ya fue. Lo que pasó, pasó. Yo era feliz y libre. Nunca trabajar. Ese es mi ideal: ser feliz y libre.

Hace un rato dijiste que en ese momento estabas enamorado y que un amor imposible es “el mejor”. ¿Por qué?

Porque nunca decae. Es eterno. Nunca envejece. No es real. Se queda congelado en el flechazo.

Pero pasó que en algún momento ese amor imposible querías que fuera posible, ¿no?

Nunca quise más. Con lo que había era feliz. Estoy contento de que cagáramos así. Romántico. Muy apropiado.

Jorge González Miguel Tapia
González y Tapia, en la primera sesión sin Narea.

¿Por qué crees que fue apropiado que Los Prisioneros terminaran así?

Si hubiese sido por plata o cansancio, qué fome. Vulgar. En cambio, por faldas…

Pero también hay más sufrimiento.

Más doloroso. Más humano. Más real. O habría sido distinto. Así que en el momento más alto, nos fuimos.

¿Te sirvió convertir todo ese sufrimiento en canciones?

Me sanaba. Convertí el drama en arte. Y no sirve sólo para ti. También para el resto. Sin la música, estaría mal. Me dan respuestas las canciones. Sirve hacer arte. Sana. O te vuelves loco. Te deprimes ¿Te das cuenta, en cuarentena, del valor del arte?

Claro, la música nos está permitiendo tener algo de respiro estos días. 

Los artistas cumplimos necesidades. Somos de valer. Somos vitales. Hacemos sentir. Por eso el sistema los trata de locos. 

Después de esos años que rodearon a Corazones, ¿te has vuelto a sentir enamorado?

Ahora siento eso. En el otoño de mi vida. Más dulce. A buey viejo... pasto tierno.

Tras vincular el ayer y hoy, Jorge González acepta ahora el desafío de repasar Corazones canción por canción y de intentar rememorar cada una de las historias que dieron vida a su sonido y sus letras.

Tren al sur

“El charango de la canción pa mi era norte. Y Gus (Santaolalla) me hizo ver que pal mundo es sur. Fabulosa producción. Gus sugirió ese charango y lo tocó. Yo lo encontré y lo encuentro genial. Hermoso”.

Amiga mía

“Gran letra. Exacta. Ese ‘siempre te amaré’ es mentira de hombre. Un poco puto. Pero era lo que sentía. Una canción muy lograda que me hace sentir muy satisfecho”.

Cuando se le pregunta por aquella frase del tema "Si lo único cierto y lo único claro/ es tu firme, salvaje y bendito amor”, el ex Prisionero asegura: “Es verso. Hay muchos amores. No lo sabía. Ahora lo sé. Pero es mas romántico creer en uno. Queda más lindo”.

Con suavidad

“La canción que incomodó a la banda. A Miguel (Tapia) igual después le gustó. A mí me gusta. Es media Rick Astley. Canchera. De un mino bacán. No me sentía así. Pero lo era”.  

“No sé por qué incomodó a la banda. A lo mejor pensaron que na que ver. Y tenían razón. Na que ver. Pero era lo que me salía. No era ‘El baile de los que sobran’. Fui demasiado lejos. Esa era mi idea. Con la Ceci sonaba mortal en vivo”.

“Quería cantarle al amor. No me arrepiento de haber llegado demasiado lejos”.

Corazones Rojos

“Mi orgullo. La vida misma. No soy así, pero esta es una canción calla bocas. Muestra la verdad. Nos enseñan de un dios rubio, macho, de ojos azules, pero no existe. Es manipulación”.

“La idea era vernos al espejo. Reivindicar a la madre. Ella vale. Es el 50% mío y el 50% de todos. El mundo es femenino ahora. Démonos cuenta”.

Cuéntame una historia original

“Esa historia pasó tal cual. Es mi vida. Me llamó, me habló. Y todo el mundo vive sufriendo como nadie más. Gran pequeña canción”, describe en torno a una letra que parte así: “Suena el teléfono y yo sé quién eres/ quieres encontrarme en alguna esquina/ para conversar de que te sientes harta amiga mía”.

“Sólo tuve que mirar la realidad. Y te deslumbra. Brilla. Me gusta mucho”.

“Es como Lennon hip hop. Me mataba el rap. Me mata el rap chileno. Hay mucho hip hop en Chile, aunque la onda real es la cumbia. Me encanta la onda villera: los Pibes Chorros”.

Estrechez de corazón

“Un himno. Alharaca. Me costó un huevo cantarla. Muy difícil. Muy alta. Es inhumana. La evité en lo posible. Parece Camilo Sesto. Todo era difícil en ella y tiene mucha onda”.

Por amarte

“Una bella canción. La más modesta del álbum. La más humilde. Pero convive con Tren al sur. Tiene un vibráfono al medio. Fue una gran idea de los productores. Es grosa. Puede que se merecía más. Pero es una misión cumplida”.

Noche en la ciudad (Fiesta)

“Esta canción es el hoy: todos guardados. Y sospechosos. Quién sabe lo que se hace en la noche cuando estamos todos encerrados”.

González también cree que es un retrato de esa vida paralela que existe en la sociedad chilena, donde las apariencias camuflan toda clase de problemas, sobre todo en aquella parte que dice: “Es una noche ideal en la ciudad/ la gente reza en sus mesas con gran piedad/ todas las cosas que se hacen son por amor/ y solo esposos y esposas bajo el signo del señor/ Control remoto y el sillón la tranquilidad/ al final de la jornada que comodidad/ sin elementos negativos salvajes y tal/ que nos alteren el programa que elegimos usar”.

Hoy el sanmiguelino reconoce: “Es la doble cara (de Chile). O triple. O cuádruple. No van a parar esto. Los sobrepasa. Pero hacen lo que sea por no perder. Ya perdieron. No hay vuelta. Eso es Noche en la ciudad: una moral dudosa. Una moral para adentro”.

“En vivo era una gran fiesta. Muy grande”, califica al recordar cuando la interpretaban sobre un escenario.

Los fans de Los Prisioneros también sabrán que al cierre de la canción hay una segunda voz que, mientras González grita “¡moral!”, repite de modo engolado “Noche en la ciudad/ todo el mundo a descansar/ noche en la ciudad/ y mañana a trabajar”.

El artista zanja las dudas: “Era Gus haciendo de actor porno. Todo era joda al grabar. Puro pasarlo bien y disfrutar del disco que hacíamos. Por primera vez me dijeron que yo era ‘buen músico’. Antes era el malo. El desafinado. Eso me lo dijo Gus. Tiene todo merecido. Es un gran hombre. Gran ser humano. Me daba sanguchitos. Porque todo el viático se iba en taxi. Muy caro”.

Es demasiado triste

“Un circo. Un sueño de tema. Quizás el mejor. O el que más me gusta del disco. La melodía. La letra sencilla, pero real. Como de borrachera. Tiene una letra muy honesta. Nada Prisionera. Muy libre”.

“Su tono es de circo. Pero el circo es triste. El real. No el ‘Circo beat’ de Tofi”, dice en alusión al tema de Fito Páez”.

Sobre el final del diálogo, González resume su mirada del disco que cambió su vida y su carrera: “Es un álbum pa estar orgulloso. Cada tema. Quizás de Los Prisioneros es el que más me gusta. De mi carrera es Libro. Siempre he preferido eso, que no sea popular, que no sea marketing”.

“Todavía escucho Corazones. Suena todavía. Y aún me enorgullece”.

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