Estaba todo calculado, el plan no podía fallar, y si resultaba, la Armada de Chile le asestaría un duro golpe a su símil peruana. El 16 de mayo de 1879, el almirante Juan Williams Rebolledo, comandante en jefe de la marina chilena, ordenó que la Escuadra nacional zarpara desde Iquique –que mantenían bloqueado- con rumbo a El Callao, el principal puerto del Perú.

La idea era llegar al muelle y atacar ahí a los buques de la Armada peruana. Era perfecto. Si resultaba, la Escuadra del Perú se quedaría sin sus mejores buques de guerra y Chile obtendría el dominio del Pacífico de un solo golpe.

Para no despertar sospechas, la Escuadra salió en dos grupos. Uno, el día 16, el otro, el 17. Primero zarparon el blindado Cochrane, las corbetas O’Higgins y Abtao más el transporte carguero de carbón Matías. Al día siguiente zarparon el blindado Blanco Encalada y la cañonera Magallanes. Ambos grupos se reunieron en alta mar, en un punto designado como rendex vous.

Quedaron en Iquique dos buques sosteniendo el bloqueo del puerto: la corbeta Esmeralda y la goleta Covadonga. La primera, al mando del capitán Arturo Prat, la segunda, con Carlos Condell. Además, se dejó al transporte Lamar.

Pero las cosas no salieron como Williams Rebolledo esperaba.

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El plan de atacar a la Escuadra peruana en su fondeadero no era ninguna novedad. Existían dos antecedentes previos. En 1836, el ministro de Guerra y Marina, Diego Portales, había enviado al coronel Victorino Garrido (“un español hábil e intrépido” como lo califica Sergio Villalobos en su libro Chile y Perú: la historia que nos une y nos separa) a dar un golpe a El Callao.

Garrido, en la noche del 21 de agosto de 1836, en una acción rápida y sigilosa, se apoderó de tres barcos de la Escuadra peruana (la barca Santa Cruz, el bergantín Arequipeño y la goleta Peruviana). Este fue uno de los hechos que desencadenó la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, en diciembre de ese año. Es decir, la acción de Garrido fue anterior al conflicto, con el Perú desprevenido.

Pero la expedición de Garrido no fue el único antecedente. En 1838, en el marco de la mencionada guerra contra la Confederación, una división chilena desembarcó en Ancón, 40 kms al norte de Lima. “Para ese tiempo, el conflicto ya llevaba dos años, y el gobierno estaba más abastecido de elementos para la guerra: zapatos, uniformes, fusiles, etc. Por tanto, el desembarco era bastante factible, y por otro punto, las fuerzas de Andrés de Santa Cruz estaban más desplegadas hacia la cordillera, por lo que no había una gran concentración de tropas”, explica a Culto el historiador Rafael Mellafe.

El 1 de marzo, Bolivia le había declarado la guerra a Chile tras la ocupación de Antofagasta. A su vez, el 2 de abril de 1879, Chile le había declarado la guerra a Perú. Con ello, el gobierno de Aníbal Pinto, a través del ministro del Interior, Belisario Prats, y el recién nombrado Secretario general y asesor de la Escuadra y del Ejército, Rafael Sotomayor proponen el plan de ir a atacar a El Callao.

“Se componía de dos partes: atacar los buques peruanos sorpresivamente o a lo menos encerrarlos en sus fondeaderos, e inmediatamente después lanzar una división de 4 a 5.000 soldados sobre Iquique, defendido a la sazón por 4,000 hombres”, señala el historiador Gonzalo Bulnes en su fundamental libro Guerra del Pacífico.

Además, las informaciones sobre el estado de los buques peruanos eran alentadoras para los propósitos del gobierno. “Las noticias que se tenían y que se confirmaron eran, que los fuertes estaban a medio arreglar, que la Independencia tenía sus calderas en tierra, que se hacían importantes reformas al Huáscar, que los artilleros de tierra y de mar eran nuevos, sin ninguna competencia, porque casi todo el personal de esa arma era chileno hasta hacia poco y había sido licenciado”, relata Bulnes.

Almirante Juan WIlliams Rebolledo, comandante en jefe de la Armada chilena al iniciarse la guerra del Pacífico, en 1879.

Bloquear antes que atacar

Sin embargo, Juan Williams Rebolledo manifestó sus reparos a la idea propuesta desde el gobierno, “porque señaló que no tenía los medios para ir a El Callao. No tenía ni carbón, ni el transporte, ni la seguridad para hacerlo. Además, no tenía hombres suficientemente entrenados”, indica Rafael Mellafe.

“A diferencia del desembarco de 1838, acá la guerra estaba recién empezando. El país no estaba preparado para una guerra. Para que te hagas una idea: en enero de 1879, el Ejército contaba con 2.997 hombres, que estaban básicamente en el sur, en la frontera con los mapuches, y ya para enero de 1881, antes de entrar a Lima, ya sumaban 42 mil efectivos”, agrega Mellafe.

Ante la falta de recursos que alegaba, Williams contrapuso otro plan, a su juicio más eficaz: bloquear el puerto de Iquique. De esta forma, se pretendía hostilizar a las poblaciones peruanas de la costa de Tarapacá y eso obligaría a la Armada enemiga a salir a defender ese territorio, y ahí, el almirante pensaba batir a su similar del Perú en un combate de escuadras.

El gobierno, considerando los reparos de Williams, decidió entonces aceptar la sugerencia de este. Así, el 3 de abril la Escuadra zarpó rumbo a Iquique y llevó consigo a los siguientes buques con sus respectivos mandos: El Blanco Encalada, al mando del comandante López; el Cochrane, comandante Simpson; la Chacabuco, comandante Viel; la O’Higgins, comandante Montt; la Esmeralda, comandante Thomson, y la Magallanes, comandante Latorre.

¿Y la Covadonga? Aún no llegaba a Iquique, pero no nos adelantemos.

Pero los reparos de Williams Rebolledo no solo tenían que ver con precauciones de orden técnico. En su fuero interno, quería asegurar una buena campaña porque tenía un objetivo ulterior.

“Quería obtener laureles en la guerra porque aspiraba a presentarse como candidato presidencial para las elecciones de 1881 -cuenta Mellafe-. Aunque tenía un rival formidable al frente: Rafael Sotomayor, quien tenía las mismas intenciones”.

Siguiendo las instrucciones de Williams, la Escuadra llegó a bloquear Iquique el 5 de abril. Como se hacía en aquellos tiempos, se le notificó la acción a las autoridades locales peruanas. El encargado de realizar dicha gestión fue un oficial, entonces de 31 años, el capitán de corbeta Arturo Prat Chacón.

Prat no ocupaba mando en ninguna embarcación, y llegó al bloqueo de Iquique casi de casualidad. Ocurre que Rafael Sotomayor, antes de embarcarse al norte para seguir el curso de las acciones, buscó un secretario. Ofreció el cargo primero a Francisco Valdés Vergara, quien no aceptó. Luego, le consultó a Prat, quien por entonces ocupaba un puesto administrativo en la Comandancia General de Marina, en Valparaíso. El oriundo de Ninhue aceptó encantado. Era su oportunidad de participar de cerca en las acciones bélicas.

Rafael Sotomayor Baeza, Secretario general y asesor de la Escuadra y del Ejército a inicios de la guerra del Pacífico. Luego, ministro de Guerra en campaña.

Correrías peruanas

Sin embargo, pese a todo lo señalado por Williams, el bloqueo de Iquique no estaba dando resultados concretos. El 6 de abril, el transporte peruano Chalaco salió con implementos para reforzar Arica, Pisagua, y además elementos para trasladar por tierra a Iquique.

Al enterarse de este movimiento, el gobierno ordenó a Williams –mediante dos telegramas-que saliera a Arica a capturar ese transporte.

El segundo telegrama, lo documenta Gonzalo Bulnes en su libro. “Se confirma salida anteayer vapor Chalaco conduciendo tropas i [sic] elementos de fortificación para Iquique. Ustedes comprenderán de cuanta importancia seria su captura”.

Sin embargo, el almirante hizo caso omiso y no envió ningún buque a dar caza al Chalaco.

Incluso, días después el Perú envió otro transporte desde El Callao, el Talismán, también para reforzar a Arica. Ambos transportes pudieron ir, completar sus misiones y volver sin problemas a El Callao.

Nuevamente Williams no ordenó ninguna persecución.

Sin embargo, el 7 de abril de 1879, Williams recibió la noticia de que dos naves peruanas habían salido rumbo al sur. Temiendo que atacaran Antofagasta, el almirante envió al blindado Cochrane y la cañonera Magallanes para defender ese puerto. Arribaron el 9 de abril.

Sin embargo, la Magallanes fue enviada dos días después de vuelta a Iquique por orden del coronel Emilio Sotomayor, quien en el buque envió un telegrama del Presidente Pinto para Rafael Sotomayor.

En su regreso a Iquique, la Magallanes se encontró con dos barcos peruanos que habían pasado el bloqueo chileno sin problemas: la cañonera Pilcomayo y la corbeta Unión. Así, el 12 de abril de 1879 se libró el combate de Chipana, a unas cinco millas al norte de la desembocadura del río Loa.

Chipana fue el primer enfrentamiento entre chilenos y peruanos de la Guerra del Pacífico. El resultado del combate fue incierto, dado que ningún buque tuvo bajas y la Magallanes logró esquivar a los barcos peruanos, aunque ambos bandos se adjudicaron la victoria.

Por supuesto, el hecho que dos barcos peruanos anduvieran cerca del Loa, y que dos transportes enemigos hayan podido realizar sus misiones sin problemas trajo una serie de protestas en la prensa chilena, y sobre todo en el gobierno.

Según consigna Gonzalo Bulnes en su citado libro, el almirante Williams justificaba su inacción por falta de recursos. “Ha explicado la actitud de sus naves en el primer mes de la guerra diciendo que la Escuadra carecía de carbón”.

Pero a Rafael Sotomayor –como ya mencionamos, rival político de Williams- las explicaciones le importaban un comino. Como hombre de acción, envió a su secretario, Arturo Prat, de vuelta a Valparaíso para que trajera a Iquique a la Covadonga, que estaba anclada en el puerto principal, y además hiciera presente al gobierno la conveniencia de tener transportes rápidos.

Prat arribó de vuelta a Iquique el 10 de mayo al mando de la Covadonga, y no venía solo, también arribó la corbeta Abtao, al mando de Carlos Condell. Por su lado, el gobierno arrendó a la Compañía Sud Americana de Vapores los transportes Copiapó, Lamar y Huanai, los cuales partieron a Iquique.

Corbeta "Abtao", parte de la Escuadra chilena. Año: 1880. Colección: Biblioteca Nacional de Chile.

Atacar al Callao

El 18 de abril, ante los nulos avances del bloqueo a Iquique, el Presidente Aníbal Pinto dio un golpe de timón. Cambió el gabinete y puso a Antonio Varas como ministro del Interior. En un principio, el ex secretario de Estado de Manuel Montt –en la misma cartera- no estaba muy convencido de asumir, pero terminó haciéndolo.

Varas, preocupado porque la estrategia de Williams de provocar que los buques peruanos salieran del Callao para enfrentar a los chilenos no daba resultados, optó por tomar una actitud más ofensiva y comenzó a sondear junto con el general Justo Arteaga –comandante en jefe del Ejército de campaña- la posibilidad de un desembarco de tropas en Iquique, con el fin de atacar y apoderarse de la provincia peruana de Tarapacá.

En eso estaban en el gobierno y los altos mandos cuando Juan Williams Rebolledo tomó una decisión.

“Williams recibió una información por parte de un capitán de un buque de la Pacific Sea Company, un trasporte privado, que decía que el Huáscar y la Independencia estaban en reparaciones en El Callao. Aparentemente, se envalentonó y se entusiasmó con la idea de ir a atacar allá”, señala Rafael Mellafe.

En todo caso, el historiador Mellafe cataloga como “raro” el cambio de actitud de Williams, “porque antes había renegado completamente de la idea de ir al Callao”.

Así, decidido a realizar la expedición, Williams hizo cambios en los mandos. Manuel Thomson pasó de la Esmeralda al Abtao; Condell, a la Covadonga, y Prat, a la Esmeralda.

¿Por qué Williams Rebolledo dejó a Prat y a Condell en Iquique? Responde Mellafe: “No hay ningún documento que nos de a los historiadores una explicación concreta al respecto, hay mucha especulación. La única explicación que es más o menos lógica, es que Williams no le tenía confianza a Prat”.

Ahora, el motivo de esta desconfianza se daba –según Mellafe- a la doble condición de Prat como oficial de la Armada y abogado. “La visión que tenía Williams del marino era como la de un tipo heroico, arrojado, pero no un abogado. Era muy raro que dentro de la Armada estuviese un abogado”, señala.

Además, Mellafe agrega que en cierta medida, a Prat se le pasaba la cuenta por una situación ocurrida años atrás. “En 1876, Prat defendió a Luis Uribe –su primo- en un juicio contra la Armada, por todo un tema que se armó en Inglaterra con el almirante Goñi. Su defensa fue catalogada como ‘brillante’”, asegura el historiador.

En el caso de Carlos Condell, el factor fue otro. “Porque no se adecuaba bien a la disciplina naval que exigía Williams –señala Mellafe-. Tenía un carácter medio difuso, muy llevado a sus ideas, quizás un poquito descontrolado, un poco errático”.

Como muestra del carácter de Condell, Mellafe añade un dato revelador: “La única vez que Prat se trenzó a combos en la Escuela Naval, fue con Carlos Condell. Está en su hoja de servicio”.

Además, para terminar de completar el cuadro, Mellafe señala: “Thomson era el ahijado político de Williams y por eso va con él a la expedición a El Callao”.

Por otro lado, Gonzalo Bulnes señala que la decisión de dejar a la Esmeralda y a la Covadonga en Iquique pasó por el estado de las máquinas de ambos barcos. “Quedaron en Iquique los buques inútiles, los que por el deplorable estado de sus máquinas no podían marchar en la expedición”.

Comienzan los problemas

Pero en ese momento, la expedición al Callao no estaba en los planes del gobierno. Ahí Williams cometió un error. “El problema más grave, es que Williams partió sin avisarle nada a nadie, en el gobierno no sabían dónde estaba la Escuadra. Eso es gravísimo”, apunta Rafael Mellafe.

“Si los planes el 21 de mayo hubiesen salido tal como lo pensaba Miguel Grau, hubiese llegado a Valparaíso sin ninguna oposición. Lo que hizo Williams fue súper grave”, añade el historiador.

Pero salir al Callao sin aviso no fue el único problema. Lo que no sabía el almirante Williams, es que ese mismo 16 de mayo la Escuadra peruana zarpó al sur, rumbo a Arica. Iban el Huáscar, la Independencia, más los transportes Chalaco y el Limeña. “En el Chalaco iba nada menos que el Presidente de Perú, Mariano Ignacio Prado”, cuenta Mellafe. Posteriormente de su paso por Arica, el Huáscar y la Independencia se dirigieron a Iquique.

La distancia más corta desde Iquique hacia El Callao era en línea recta, lo cual significó que la Escuadra chilena navegara por alta mar; en cambio, los peruanos lo hicieron por la línea de costa. Como una ironía del destino, ambas escuadras se cruzaron, pero no se vieron.

“Hay un telegrama, que no se si es tan real, pero lo menciono. Que en Mollendo, ven humos hacia el norte, y mandan un telegrama al Callao diciendo de que se supone que es la Escuadra chilena”, cuenta Mellafe.

Pero nada más iniciado el viaje a Williams se le presentaron los problemas. El buque carguero de carbón, el Matías, se perdió, y el almirante, en vez de ordenar su búsqueda decidió seguir adelante sin él.

El hecho es que al llegar a El Callao, los chilenos notaron que la Escuadra peruana no se encontraba en el lugar. Lo único que había era un bote, el cual apresaron. En él, iba un pescador italiano, quien les informó a los nacionales que los buques peruanos habían salido cuatro días atrás para el sur.

Ante la información, Williams ordenó el regreso inmediato de la Escuadra rumbo a Iquique. En el camino, debido a la falta de carbón, el Abtao tuvo problemas y debió navegar a remolque y a vela, mientras hacía agua. La O’Higgins y la Chacabuco también debieron navegar a vela, pues debieron facilitar el carbón que les quedaba a los blindados Blanco Encalada y Cochrane.

Una vez en Iquique solo ahí los chilenos se enteran de lo que había acontecido. El hundimiento de la Esmeralda y el triunfo de Condell en Punta Gruesa.

“La operación de ataque a El Callao fracasó, porque cuando llegaron, no estaban los buques peruanos, así de simple”, señala Rafael Mellafe.

El Blindado "Cochrane", parte de la escuadra chilena en la guerra del Pacífico.

Sin piso político

La fracasada expedición de Williams fue replicada por la prensa de la época, la que no dudó en destrozar al almirante. “Los principales diarios, El Mercurio de Valparaíso, El Ferrocarril, El Diario Ilustrado, a partir de los primeros días de junio comenzaron a golpear fuerte a Williams. Se armó un descontento fuerte con el almirante, por haber dejado desprotegida a la Escuadra chilena en Iquique”, cuenta Rafael Mellafe.

Pero hubo otro hecho que terminaría por sellar el destino de Williams Rebolledo.

El 23 de julio, el Huáscar capturó al transporte chileno Rímac. El problema es que la carga que llevaba este transporte era muy valiosa, nada menos que el regimiento Carabineros de Yungay, del Ejército, con todos sus efectivos. “Iba al mando del coronel Manuel Bulnes, hijo del Presidente Bulnes”, relata Mellafe.

Por supuesto, ante tamaña pérdida, las críticas de la prensa, el descontento acumulado hacia su gestión y el enfado del gobierno, Juan Williams Rebolledo se vio obligado a presentar su renuncia el 2 de agosto. “La misión de Williams era proteger la costa y no lo hizo de manera eficiente, y además no hizo un plan para cazar al Huáscar en su minuto”, señala Mellafe.

En su reemplazo asumió Galvarino Riveros, quien, como primera medida ordenó una mantención general a los acorazados Blanco Encalada y Cochrane, pues sabía que con ellos lograría capturar al Huáscar, y así fue, en el combate de Angamos, el 8 de octubre de 1879. Eso consolidó el dominio del mar por parte de Chile y despejó el camino para la invasión de Tarapacá.

Por supuesto, las aspiraciones presidenciales de Williams Rebolledo se fueron al garete. “Como diríamos hoy día, se quedó sin piso político”, remata Rafael Mellafe.

Para el consuelo de Williams, Rafael Sotomayor tampoco se presentó, pues falleció en su tienda de campaña en Yaras, cerca de Tacna, el 16 de mayo de 1880. El elegido como Presidente fue Domingo Santa María.