No nos debían canción alguna. Más bien la deuda era con ellos, por casi cincuenta años de recorrido impecable, de aventura artística y excelencia instrumental, de arrojo y ternura, con una respuesta muchas veces contenida y derechamente mezquina en comparación con otros pioneros del rock chileno, de eso que empezó realmente a identificarnos con este suelo y este aire, como Los Jaivas y Los Blops. Pero si abandonamos el análisis facilista y nos alejamos de esta odiosa lógica del "mal pago de Chile" y de las "cuentas pendientes", lo que queda es justicia rotunda con el mejor disco chileno de la temporada pasada.
Contrariamente a lo que muchos pudieran pensar, la sorpresa no fue que Congreso se quedara con el Pulsar al más destacado título nacional del 2017. Y, lamentablemente, tampoco que varios no se hayan enterado. La sorpresa es que no se lo hubieran ganado, porque esa sofisticada colección de 15 melodías, con títulos tan elocuentes como "Premio de consuelo", "Las sillas boca abajo" o "Fin del show" (quizás jugueteando o ironizando con eso de estar a poco de cumplir cincuenta años de carrera), y un repertorio de estilos que va del tango al rock, es también la prueba de que son ellos, y nos los jóvenes que están llamados a marcar tendencia, los que alcanzaron la cima artística en 2017. Quizás como un gesto simbólico del retorno de los precursores (con su cuarto álbum inédito en 20 años) o como un símbolo del desgaste de la generación post-2000. Porque Congreso con sus 15 discos originales y 20 integrantes que han pasado por sus filas y muchas variaciones musicales sabe mucho de cómo sobrevivir a las modas y, peor aún, al olvido.
En ese sentido, la tapa del álbum no solo esconde la riqueza multicolor de su contenido. Una foto en blanco y negro tomada por el saxofonista Jaime Atenas en la década de los 80, se ve borrosa, lejana, oscura. Como el título de sus nuevas canciones, como si la intención también fuera renunciar a lo que sería más recomendable desde el punto de vista del marketing, es decir, salir a la calle con una portada llamativa para vender más, para llamar la atención, para jugar el juego de la industria. Pero Congreso nunca ha estado preocupado de asuntos tan mezquinos. Estos músicos han estado ocupados más bien en crear sin temor al riesgo y sin mirar atrás, a poco de los 50, con la certeza de lo hecho y la calma de artesanos que les permitió firmar el mejor disco chileno de la temporada. Algo que, afortunadamente esta vez, no pasó inadvertido.